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—Señor, ¿A dónde quiere ir? —preguntó Clara, su dama quien lo seguía de cerca—. El señor Zoltan, dijo que podía comprar lo que deseará.

Kadet asintió, si bien, se sentía tranquilo de haber salido de la casa y tomar un poco de aire para aclarar su mente, aún estaba presente esa incomodidad en su pecho. Estaba asustado por el creciente rechazo hacia Zoltan.  Siempre le tuvo miedo, sabía de lo que era capaz, sin embargo, había un cierto cariño y respeto, cosa que había cambiado de la noche a la mañana, sus palabras de amor y de aliento sólo le causaron incomodidad e incredulidad, no le creía, no estaba seguro de la razón, sólo era de esa manera. Pensó en comprar algo para él, con el fin de hacer las pases y olvidar esos feos sentimientos, no podía sentirse de esa forma por su esposo, padre de su hijo, estaba muy mal.

—Espera aquí, veré algo para mí esposo—dijo a su dama.

Miró a un par de soldados afuera de la armería, pero, no le prestó importancia, bajó la mirada y entró, esperando que no fuera mala idea, pocas veces salía al pueblo, no podía con las miradas que le lanzaban, como susurraban a su alrededor o sus risas. Era incómodo.

—Buenas tardes, joven Choi, bienvenido—dijo el hombre con una pequeña reverencia.

—Buenas, quiero buscar algo para mí esposo ¿Dónde están las dagas? —preguntó con seriedad, sin mucha expresión, así es como tenía que hablar frente a los demás.

Era conocidos por todo como el esposo del gran general Choi Zoltan, si cometía un error, por pequeño que fuera sería castigado, su único deber en la vida era no darle molestias a su esposo y no dejarlo en vergüenza, cosa que sucedía a menudo, porque era torpe y un doncel, su sola existencia era una burla y desgracia.

—Están por allá, joven, busque la que guste y si necesita ayuda llámeme.

—Gracias.

La tienda estaba sola, salvo por una persona más que miraba algunas cosas, ni siquiera lo miró, no lo tenía permitido. Miró el estante, había dagas de todo tipo, no estaba seguro de que sería bueno como regalo, ya que jamás le había regalado nada a Zoltan, ni siquiera sabía sus gustos, suspiró pesadamente ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿De verdad quería una relación normal con él? Mordió su labio inferior con fuerza, no estaba seguro de ello, ¿Y si salía lastimado de nuevo? Cerró los ojos unos momentos para tratar de no llorar por la presión en su cabeza y el revuelo de su pensamientos.

—¿Deberé salvarlo de estás cosas también?

Escuchar esa voz fue como un golpe en el estómago que le arrebató el aire, se tensó por completo, volviendose, mirando a aquel hombre, su salvador. Era más alto que él, a esa luz podía ver bien su rostro, era apuesto y amable, le observaba con una profundidad que lo hizo sentirse nervioso.

—Es usted—fue lo único que pudo decir antes de sonreír, dejando de lado todo protocolo de conducta.

—Es bueno verlo de nuevo, estaba preocupado ¿Cómo se siente? —preguntó con voz dulce.

—Me siento bien, y...en verdad lamento lo que sucedió, yo...¿Está muy herido?

—¿Herido? —elevó una ceja, como si no fuera capaz de recordar el golpe que tenía en la parte derecha de la frente.

—Tiene un golpe en la frente...por mi culpa.

—No, eso...no es nada de lo que deba preocuparse, estoy bien—suspiró sin dejar de sonreír—. ¿No debería estar descansando? Apuesto a que no durmió bien.

—Estoy bien, no tiene que preocuparse, quiero agradecerle lo que hizo, en verdad lo lamento.

—No tiene nada que agradecer—negó—. No me arrepiento de haberlo ayudado, claro que no, así que siéntase libre de responsabilidad.

El Rey Del Destino *HopeXiu*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora