IV

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Olivia

El sol ya estaba alto cuando escuché la puerta de la casa abrirse. Sabía que era Sarah regresando, probablemente después de haber pasado la mañana con sus amigas. Yo estaba en el sofá del salón, con la guitarra a un lado y la libreta en mi regazo. Llevaba un rato intentando escribir algo, pero mis pensamientos estaban nublados, como si estuviera atrapada en una especie de niebla. Apenas había dormido dos horas, pero, para ser honesta, eso ya no era tan raro.

Sarah entró en la habitación, y en cuanto la vi supe que no iba a dejar pasar lo de mi falta de sueño. Lo noté en la forma en que me miró, con esa mezcla de preocupación y cansancio. Se acercó despacio y se sentó a mi lado en el sofá.

—¿Cuánto has dormido? —me preguntó con ese tono que usaba cuando estaba preocupada, aunque ya conocía la respuesta.

—Unas dos horas, tal vez —respondí, tratando de restarle importancia. Sabía que a ella no le haría gracia, pero para mí, dos horas eran mejor que nada.

Sarah soltó un bufido, y pude ver cómo intentaba contenerse para no darme un sermón. No dijo nada, lo cual agradecí. En lugar de eso, se quedó sentada a mi lado, en silencio, como si estuviera pensando en cómo abordar el tema sin agobiarme. Yo volví a mirar mi libreta, aunque sabía que no iba a sacar nada de valor en ese momento.

Después de unos segundos, Sarah rompió el silencio.

—Oye, estaba hablando con las chicas antes, las del Barça—dijo, como si estuviera tanteando el terreno—. Este sábado van a una fiesta, algo tranquilo, solo para relajarnos un poco. Pensé que podrías venir conmigo.

No pude evitar fruncir el ceño. La idea de ir a una fiesta, rodeada de gente, de ruido, me hacía querer meterme bajo las sábanas y no salir. Ese tipo de cosas no son para mí, y Sarah lo sabía.

—Sarah, ya sabes que no me gustan las fiestas —le respondí casi automáticamente—. Y mucho menos los grupos grandes. No es lo mío.

Esperaba que eso cerrara el tema, pero claro, Sarah nunca se daba por vencida tan fácilmente. Podía ver en su rostro que no iba a dejarlo ahí.

—Lo sé, Olivia, pero escucha —insistió, su tono era persuasivo, casi suplicante—. Estás tan inmersa en tu música, y lo entiendo, de verdad. Pero para escribir, para componer... tienes que vivir. No puedes crear si no te permites experimentar cosas nuevas, salir un poco de tu burbuja.

Sus palabras me hicieron detenerme. Sabía que tenía un punto. Llevaba tanto tiempo encerrada en mi rutina, entre el trabajo y la música, que quizás me había olvidado de cómo era realmente vivir, experimentar cosas nuevas. Pero, aun así, no me entusiasmaba la idea.

—Solo piensa en esto —continuó, al ver que no le respondía de inmediato—. Unas horas fuera, rodeada de gente diferente, de conversaciones, de música... Podría darte nuevas ideas, algo fresco que luego puedes transformar en una canción increíble. No se trata solo de la fiesta, se trata de darte un respiro, de vivir un poco más allá de las cuerdas de esa guitarra.

La miré y supe que no iba a rendirse. Sarah siempre tenía esa habilidad de hacerme ver las cosas desde una perspectiva diferente, y odiaba admitir que esta vez tenía razón. Mi música se había estancado, y tal vez era porque yo misma estaba atrapada en la misma rutina día tras día.

Suspiré y me recosté en el sofá, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás. Cerré los ojos, pensando en todo lo que Sarah había dicho. Parte de mí quería negarse, seguir en mi burbuja, pero otra parte... sabía que necesitaba un cambio, aunque fuera pequeño.

—Está bien... iré contigo —dije finalmente, en voz baja, como si aceptar la idea me costara más de lo que quería admitir—. Pero no prometo quedarme mucho tiempo, ¿de acuerdo?

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora