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Habían pasado unas semanas desde aquel día crucial en el que mi vida había dado un giro significativo. Las sesiones con el psicólogo habían sido increíblemente útiles, y sentía que estaba comenzando a recuperar el equilibrio. Sin embargo, había algo que seguía rondando en mi mente y que no conseguía desentrañar. Las cosas entre Ona y yo se habían vuelto más cercanas, pero a pesar de que estábamos casi como pareja, ninguna de las dos había dado el paso para definirlo oficialmente. Encontrar el momento adecuado para hablar de lo que sentía se estaba convirtiendo en una tarea desafiante.

Aquel día, estábamos en el sótano de siempre, rodeadas del sonido familiar de la banda. Las guitarras eléctricas, la batería retumbante y el bajo marcando el ritmo creaban una atmósfera vibrante y energizante. Estaba concentrada en el ensayo, intentando dejar de lado la inquietud que me provocaba pensar en lo que quería decirle a Ona. La banda estaba en su mejor momento, tocando una de nuestras canciones más animadas, y yo me sumergía en el ritmo con la esperanza de despejar mi mente.

A pesar del bullicio, mi mente divagaba hacia Ona. Su presencia en mi vida se había vuelto una fuente constante de alegría, y cada gesto entre nosotras parecía tener un significado profundo. La forma en que se reía de mis bromas, cómo nuestras manos se rozaban casualmente, el entendimiento silencioso que compartíamos… Todo eso me hacía sentir que estábamos en un lugar especial. Pero encontrar el momento adecuado para hablar de lo que sentía seguía siendo un desafío.

Mientras la banda tomaba un breve descanso, me distraje con la idea de cómo podría iniciar la conversación. Pensaba en diferentes escenarios y en las palabras que podría usar, pero nada parecía lo suficientemente perfecto. Mi mente estaba tan ocupada que casi no noté cuando la banda se detuvo.

Me quité los auriculares y me dirigí a la mesa de bebidas, donde Steve y la chica de cabello púrpura charlaban animadamente sobre la última película que habían visto. Vi a Ona sentada en el sofá, revisando su teléfono con una expresión relajada y una sonrisa ocasional que me hacía sentir un nudo en el estómago. Quería hablar con ella sobre dar un paso en nuestra relación, pero no sabía cómo comenzar la conversación.

-Oli —me llamó Steve, sacándome de mis pensamientos—. ¿Todo bien? Pareces un poco distraída hoy.

—Sí, todo bien —respondí, tratando de sonar casual—. Solo estaba pensando en algunas cosas.

La chica de cabello púrpura, que estaba a mi lado, me miró con curiosidad.

—¿Sobre qué cosas? —preguntó—. No es que tengamos una gran razón para no hablar de ello.

Me reí suavemente, un poco avergonzada por mi distracción. Quería decirles que estaba pensando en Ona, pero no estaba lista para abrirme completamente.

—Solo cosas personales —dije, sonriendo con un poco de desdén—. Nada de qué preocuparse.

Mientras intentaba mantener una conversación ligera, mi mente volvía a Ona. Finalmente decidí que tenía que hablar con ella en privado, que tenía que encontrar una manera de expresar lo que sentía. Después de todo, estaba claro que ella también sentía algo profundo por mí, y era hora de abordar ese tema.

Durante el descanso del ensayo, el sótano estaba lleno del sonido de botellas abriéndose y el murmullo de conversaciones despreocupadas. Los miembros de la banda se aferraban a sus botellas de agua y refrescos, intentando recuperar energías después de una intensa sesión. La atmósfera estaba relajada, y el ambiente era de camaradería y risas.

De repente, uno de nuestros amigos, Carlos, que estaba bebiendo un refresco, comenzó a toser y a escupir la bebida. Todos nos giramos hacia él, sorprendidos por la repentina reacción. La bebida se esparció por el suelo, y la expresión en el rostro de Carlos era una mezcla de incredulidad y nerviosismo.

—¿Qué te pasa? —preguntó Steve, acercándose con una mezcla de preocupación y curiosidad.

Carlos intentaba recomponerse, limpiándose la boca con la mano mientras nos miraba con una mirada nerviosa.

—Es… es que—comenzó a decir, pero no logró articular una respuesta clara. Su mirada era inquieta, y sus manos temblaban ligeramente.

—¡Carlos! ¿qué ocurre? —insistió la David, visiblemente estresadl por la falta de información.

Finalmente, Carlos respiró hondo, y con un intento de recuperar la compostura, miró a cada uno de nosotros con seriedad. Se rascó la cabeza, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y luego soltó la noticia que nos dejó a todos en shock.

—El Barça quiere que vayamos a cantar a uno de los partidos en el Johan Cruyff —dijo de un tirón, su voz temblando ligeramente.

El sótano quedó en silencio. La noticia resonó en nuestras cabezas, y todos nos quedamos boquiabiertos por un momento. La banda estaba acostumbrada a ciertos niveles de exposición, pero esto era algo completamente diferente. El Johan Cruyff era un estadio con una capacidad de 6.000 personas, y la idea de cantar allí, con toda la hinchada del Barça como audiencia, era algo que nunca habíamos imaginado.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Steve, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar.

Carlos asintió, su expresión confirmando que no estaba bromeando. La noticia se expandió lentamente entre nosotros, y la excitación comenzó a sustituir el shock inicial.

—¡Esto es increíble! —exclamó David , comenzando a sonreír de oreja a oreja—. ¡No puedo creerlo!

El resto de la banda comenzó a murmurar entre sí, compartiendo la incredulidad y el entusiasmo. Las conversaciones se desbordaron en una mezcla de preguntas y celebraciones, cada uno de nosotros imaginando lo que significaría estar en el Johan Cruyff.

Me sentía atrapada entre la emoción y la incredulidad. Mientras todos discutían sobre los detalles y las posibles fechas, me tomé un momento para reflexionar sobre la magnitud de la oportunidad. La idea de estar frente a una multitud tan grande, en un estadio tan emblemático, era emocionante y abrumadora a la vez.

—Esto es un gran paso para nosotros —dije, uniéndome a la conversación con una sonrisa—. Vamos a hacer de esto algo memorable.

Con la noticia digerida y el entusiasmo palpable en el aire, el descanso se transformó en una celebración improvisada. Las expectativas y el nerviosismo daban paso a la anticipación y al entusiasmo por lo que estaba por venir.

Esa noche, mientras la banda continuaba ensayando y planeando para el futuro, todos compartíamos una nueva energía, un nuevo objetivo que nos unía y que nos impulsaba a seguir adelante. El Johan Cruyff estaba a la vista, y estábamos listos para enfrentar el desafío con toda la pasión y la emoción que el momento merecía.
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No era nada malo ehhh😝

En el Johan va a pasar algo romántico🤭🤭

Pero ya lo dejo para mañana porque llevo 20 capítulos seguidos (que alguien me quite el teléfono)

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora