XXXXVIII

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El descanso del grupo terminó rápidamente, y poco a poco, todos volvieron a sus posiciones. La energía en el sótano era distinta ahora, un poco más tranquila después de la pausa, pero todavía vibrante con la pasión por la música que todos compartían. Olivia se levantó del sofá, su rubor apenas desvaneciéndose mientras ajustaba la correa de su guitarra. Me lanzó una mirada rápida, como si quisiera asegurarse de que todo estaba bien entre nosotras, y le respondí con una sonrisa tranquilizadora.

La siguiente tanda de canciones fue intensa. Pude ver cómo se sumergían completamente en su música, cada miembro concentrado en su instrumento, sincronizando sus movimientos como si fueran partes de un todo. Olivia estaba en su elemento, guiando a la banda con la misma seguridad y pasión que había visto en ella desde el principio. Su voz llenaba el sótano, mezclándose perfectamente con el sonido de las guitarras, la batería, y el bajo. Era hipnótico observarla, la forma en que se entregaba a cada nota, a cada acorde, y cómo todo el grupo se movía al unísono, impulsados por la misma corriente creativa.

El tiempo pasó volando, y antes de que me diera cuenta, estaban tocando la última canción. Todos parecían haber dado lo mejor de sí, y cuando finalmente dejaron caer las notas finales, una ola de alivio y agotamiento se extendió por la habitación. Los cuerpos sudorosos y las sonrisas satisfechas eran prueba de que había sido un buen ensayo, uno que claramente había agotado hasta la última gota de energía de todos.

Olivia se dejó caer pesadamente en el sofá, dejando su guitarra a un lado. Parecía completamente agotada, con mechones de cabello pegados a su frente y la respiración entrecortada. La vi cerrar los ojos por un momento, intentando recuperar el aliento, mientras los demás también se dejaban caer sobre cualquier superficie disponible, disfrutando de la calma que seguía al esfuerzo.

Pero, como si no pudieran evitarlo, el silencio apenas duró unos segundos antes de que los amigos de Olivia volvieran a la carga.

—Bueno, Oli buen trabajo hoy... aunque... —empezó Steve, con una sonrisa traviesa mientras se inclinaba hacia adelante en su asiento—. Todavía no hemos escuchado esa famosa canción, ya sabes cuál.

—Sí, ¿no que hoy era el día perfecto? —agregó David, dándole un leve codazo a Olivia, quien abrió los ojos solo para fulminarlos con la mirada.

—¿De verdad vais a seguir con esto? —Olivia los miró con incredulidad, aunque su voz todavía llevaba un toque de diversión, mezclado con su evidente agotamiento—. No me puedo creer que después de un ensayo tan duro todavía tengáis energía para molestarme.

Pero sus amigos no cedieron. Steve y David, que parecían ser los más extrovertidos del grupo se miraron y rieron juntos, obviamente disfrutando del ligero tormento que le estaban infligiendo a Olivia.

—Es que queremos escucharla —insistió Steve, alzando las manos en un gesto de falsa inocencia—. Además, ¿qué mejor momento para dedicarle una canción a Ona?

Olivia suspiró, visiblemente cansada y probablemente un poco abrumada por la insistencia de sus compañeros. Me miró de reojo, como si buscara apoyo, y yo solo le devolví una mirada divertida, encogiéndome de hombros. No iba a interrumpir su pequeña tortura, pero tampoco iba a unirme al acoso.

—Os prometo que habrá un momento para eso —dijo Olivia finalmente, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Pero no ahora. Estoy reventada.

Steve fingió un puchero, y la chica de cabello púrpura suspiró dramáticamente, pero al final, ambos cedieron, alzando las manos en señal de rendición.

—Está bien, está bien —dijo Steve, riendo—. Pero no te escaparás la próxima vez, Oli.

Olivia les dedicó una última mirada de advertencia, aunque con una sonrisa que traicionaba su afecto por ellos. Finalmente, se dejó caer contra el respaldo del sofá, cerrando los ojos otra vez, claramente aliviada de que el tema se diera por zanjado, al menos por ahora.

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora