Olivia
El silencio de la noche me envolvía, pero el sueño se me escapaba entre los dedos como arena. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes volvían, nítidas y aterradoras. Sentía su mano en mi piel, el olor a alcohol mezclado con el miedo y la impotencia, y la sensación de estar atrapada, sin escape. La ansiedad me invadía de nuevo, apoderándose de mí. El pecho me pesaba, como si las sábanas se convirtieran en una trampa, y el suave roce de mi pijama contra la piel era asfixiante.
A mi lado, Ona dormía tranquilamente, respirando de manera rítmica y relajada. Me giré con cuidado para no despertarla, pero el nudo en mi garganta se hacía más y más apretado. No podía seguir en la cama, así que, con movimientos lentos y silenciosos, me levanté y salí de la habitación, deseando desesperadamente un respiro.
El pasillo estaba oscuro, y mis pasos eran casi inaudibles mientras me dirigía al baño. Al cerrar la puerta detrás de mí, sentí que el silencio me envolvía aún más, amplificando los latidos de mi corazón. Me apoyé contra el frío lavabo de cerámica, buscando un poco de estabilidad, algo que me anclara en el presente y me alejara de esos recuerdos terribles.
Miré hacia el espejo, y lo que vi fue suficiente para romperme. Mi reflejo era el de una persona que no reconocía. Los ojos hinchados y enrojecidos, el rostro pálido, el cabello desordenado. Me veía débil, rota. La persona que estaba ahí no era yo, al menos no la versión de mí misma que quería ser. Era una Olivia que había perdido el control, que había sido despojada de su fuerza, de su voz.
Y fue en ese instante, mientras me miraba a los ojos en el espejo, que sentí cómo todo dentro de mí se quebraba. Las lágrimas comenzaron a brotar con furia, como una tormenta incontrolable. Mi cuerpo temblaba, y el nudo en mi garganta se deshizo en un sollozo que apenas pude contener. Me deslicé por la pared hasta quedar sentada en el suelo, como me había pasado ya varias veces en la semana, un intento desesperado de mantenerme entera.
Los recuerdos seguían asaltándome, incesantes y despiadados, y me sentí tan sola, tan pequeña. La culpa era una marea negra que me ahogaba. No podía dejar de pensar en lo que había pasado, en cómo había permitido que todo ocurriera, en cómo no había podido protegerme ni proteger a Sarah. La vergüenza y la impotencia me corroían por dentro, y el peso de todo aquello me hacía difícil respirar.
Intenté calmarme, respirar hondo, pero cada vez que lo hacía, volvía a ver su cara, sentir su aliento en mi cuello, y una ola de pánico me invadía de nuevo. Era un ciclo que no podía romper, una pesadilla de la que no podía despertar. Las lágrimas no cesaban, y cada vez que intentaba parar, parecía que más dolor se acumulaba dentro de mí.
Me quedé ahí, en el frío suelo del baño, sintiéndome completamente desamparada. No quería volver a la cama, no quería que Ona me viera así, rota y vulnerable. Pero también sabía que no podía seguir escondiéndome, que necesitaba ayuda, que necesitaba a alguien que me sacara de este abismo en el que estaba cayendo.
Ona
Me desperté de golpe, desorientada, con el sonido de algo que me costó reconocer al principio. Escuché con atención, y entonces lo supe: eran sollozos, ahogados y dolorosos. El sonido me hizo incorporarme de inmediato, con una sensación de alarma. Estiré el brazo hacia el lado de la cama donde Olivia debería estar, pero no había nadie. El espacio estaba vacío y frío. El ruido venía del baño, y en cuanto lo entendí, una preocupación angustiante se apoderó de mí.
Salté de la cama, sin preocuparme por hacer ruido, y me dirigí al baño con el corazón latiendo desbocado. Abrí la puerta despacio, no queriendo asustarla, pero lo que vi al otro lado me hizo desear haber entrado antes.
Olivia estaba en el suelo, acurrucada contra la pared con las rodillas pegadas al pecho. Su rostro, normalmente tan fuerte y sereno, estaba deshecho en lágrimas. Parecía rota, completamente devastada. No pude moverme al principio, solo me quedé allí, observando cómo temblaba mientras los sollozos continuaban, más silenciosos ahora, como si intentara sofocarlos y no lo lograra.
El golpe de ver a Olivia, a mi Olivia, en ese estado, fue como una patada en el estómago. Sentí que todo mi cuerpo se tensaba de impotencia y dolor por verla así, sufriendo tanto y tan sola. No entendía qué le pasaba exactamente, pero ver el estado en el que estaba me decía que era algo profundo, algo que la estaba destrozando por dentro.
—Olivia… —susurré, mi voz temblando por la emoción, pero no supe qué más decir. No había palabras que pudieran aliviar lo que fuera que estaba pasando.
Ella levantó la mirada hacia mí, y su expresión, esa mezcla de dolor y vergüenza, me rompió por completo. Sus ojos, enrojecidos y llenos de lágrimas, apenas pudieron sostener mi mirada antes de que ella volviera a agachar la cabeza, como si se sintiera culpable o no mereciera ser vista.
No podía soportarlo ni un segundo más. Crucé el baño en un instante y me arrodillé a su lado. Quise abrazarla, envolverla en mis brazos y protegerla de todo lo que la estaba lastimando, pero no lo hice por si eso le causaba más dolor.
—Olivia, estoy aquí —le dije suavemente, con la voz cargada de desesperación por hacer algo, cualquier cosa, que la ayudara. No sabía si acercarme más o darle espacio, pero lo único que quería era que dejara de sufrir.
Ella no respondió al principio, solo se encogió un poco más, como si quisiera desaparecer. Me quedé a su lado, sin atreverme a moverme demasiado, esperando que encontrara las fuerzas para hablar o siquiera mirarme.
Después de unos segundos que se sintieron como una eternidad, Olivia extendió su mano temblorosa hacia mí. Lo hizo con lentitud, como si dudara de su decisión, pero cuando sus dedos rozaron los míos, supe que me necesitaba. Tomé su mano con suavidad, con miedo de que volviera a retirarse, pero para mi alivio, no lo hizo.
—No tienes que decirme nada ahora —murmuré—. Solo quiero que sepas que estoy aquí contigo, lo que necesites.
Ella asintió levemente, aunque sus ojos seguían llenos de un dolor que no podía comprender del todo. Sentí que las lágrimas me subían a la garganta, pero me forcé a no llorar. No podía mostrarme débil, no cuando ella estaba en este estado.
Finalmente, se dejó caer hacia mí, apoyando su frente en mi hombro, como si se rindiera a la necesidad de contacto. Acaricié su cabello suavemente, en un intento de consolarla, mientras sentía su respiración entrecortada contra mi cuello. Cada sollozo, cada temblor de su cuerpo, era como una puñalada en el corazón.
No tenía idea de lo que Olivia estaba enfrentando, pero estaba decidida a estar allí para ella, a sostenerla en su dolor y asegurarme de que no estaba sola. Fuera lo que fuera, lo superaríamos juntas. Lo único que importaba era que ella supiera que estaba a su lado, que no la dejaría ir, no ahora, no nunca.
Después de un rato, noté que sus sollozos comenzaban a disminuir. No había dicho ni una palabra, pero al menos parecía estar calmándose un poco. Sin embargo, sabía que este no era el final, que lo que la estaba carcomiendo seguía ahí, escondido bajo la superficie.
Pero ahora, al menos, estaba conmigo. Y eso era lo único que importaba.
____😭😭
Sarah😴😴
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𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞
RandomOlivia, una joven con grandes sueños de convertirse en una estrella de la música, trabaja duro en sus estudios y en sus presentaciones locales, pero siempre siente que su sueño está a años luz de hacerse realidad. Un día, conoce a Ona, una talentosa...