XXVII

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Olivia

Mientras el sonido de la música y las voces de la gente del club se desvanecían en el fondo, me encontraba sentada con Ona, más tranquila que en toda la noche. La intensidad de los últimos días, las emociones y las dudas que había cargado conmigo, ahora parecían más claras. Miré a Ona, que me sonreía con una suavidad que me desarmaba, y sentí un calor nuevo en mi pecho, un calor que finalmente reconocía con certeza. Era ella, era Ona lo que quería.

No podía negar lo mucho que había dudado, lo confundida que me había sentido. Pero ahora, con ella a mi lado, las cosas parecían encajar de una manera que antes no lo habían hecho. El miedo, la inseguridad, todo eso estaba ahí, pero ya no era lo más fuerte. Lo más fuerte era el deseo de estar con ella, de hacerla feliz, de hacer que cada día sienta lo que yo había empezado a sentir.

La certeza que ahora tenía dentro de mí era diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Antes, todo era una maraña de emociones confusas, pero ahora todo parecía tan sencillo. Quería a Ona. Quería estar con ella, cuidar de ella, y demostrarle que lo que siento es real. Ese beso, a pesar de lo nerviosa que me había puesto, me hizo darme cuenta de que no estaba equivocada. Quería enmendar mi error, y recuperar lo que casi dejo ir por mi propio miedo.

Me incliné un poco hacia adelante, sin apartar la mirada de Ona. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y afecto, y en ese instante supe que haría lo que fuera necesario para demostrarle lo que realmente sentía.

Había sido una tonta al rechazarla aquella noche, al dejarme llevar por mis miedos e inseguridades. Ahora lo entendía, y aunque no podía borrar lo que había pasado, podía construir algo nuevo con ella. Podía demostrarle que estaba dispuesta a luchar por lo que habíamos comenzado a crear.

Me prometí a mí misma que iba a hacerla feliz. Que, a partir de ahora, no habría más dudas, no más titubeos. La haría sentir lo importante que era para mí, cada día, en cada gesto, en cada palabra. Y aunque sabia que el camino no sería fácil, estaba dispuesta a recorrerlo junto a ella, a enfrentar lo que viniera.

Ona me había dado una segunda oportunidad, y no pensaba desperdiciarla. Con cada mirada, con cada sonrisa que compartíamos, sentía cómo crecía mi determinación.

Me acerqué un poco más a ella, mi corazón latiendo rápido pero de una manera reconfortante, llena de esperanza.

—Ona —murmuré suavemente, intentando poner en palabras lo que sentía—, voy a hacer todo lo posible para demostrarte que me equivoqué. No quiero que tengas dudas, no quiero que sientas que esto es solo una manera de compensar. Quiero que sepas que esto es lo que quiero.

Ella me miró con una sorpresa suave, pero también con una ternura que me hacía sentir que todo estaba bien. Su sonrisa se ensanchó un poco, y el simple hecho de verla sonreír así me llenó de una felicidad inesperada, profunda. En ese momento supe que estaba en el lugar correcto, con la persona correcta.

No sabía lo que nos deparaba el futuro, pero sí sabía que estaba dispuesta a intentarlo, a construir algo verdadero con ella. Y mientras estemos juntas, sé que podemos hacer que funcione. No hay nada que quiera más que verla feliz, y voy a asegurarme de que lo sea, pase lo que pase.

Después de nuestra conversación, salimos del camerino y volvimos con el grupo. Al cruzar la puerta, las chicas nos recibieron con sonrisas y miradas cómplices, claramente aliviadas de vernos más tranquilas. Nos unimos a ellas, y por un momento, el ambiente se sintió liviano, como si el peso de todo lo que había ocurrido se hubiera disipado un poco.

Charlamos un rato sobre tonterías, dejando que las risas llenaran los espacios entre nosotras. Me sentía diferente, como si una parte de mí hubiera soltado algo que llevaba mucho tiempo arrastrando. El simple hecho de estar cerca de Ona, de verla relajada, de sentir su presencia tan cerca, me hacía sentir bien, como si las cosas estuvieran volviendo a su lugar.

Sin embargo, el cansancio empezaba a notarse en todas, y la noche, que había comenzado con tanta intensidad, empezaba a llegar a su fin. Mapi e Ingrid fueron las primeras en decidir que era hora de irse, y poco a poco, las demás empezaron a despedirse también. Cuando quedó claro que cada una tomaría su camino, me di cuenta de que no quería que el momento terminara. No quería dejar que Ona se fuera sin asegurarme de que la vería de nuevo pronto.

Entonces, justo antes de que nos separáramos, Ona tomó una bocanada de aire, como si estuviera armándose de valor para decir algo. Me volví hacia ella, curiosa, y la vi dudar por un segundo antes de hablar.

—Oye, Olivia… —comenzó, con un tono un poco más bajo y cauteloso que de costumbre—. ¿Te gustaría venir a mi casa mañana?

El mundo pareció detenerse por un segundo. La pregunta era sencilla, pero detrás de ella había una invitación a algo más que una simple visita. Era una oportunidad para pasar tiempo juntas, para continuar explorando lo que había entre nosotras. La miré a los ojos, sintiendo una mezcla de emoción y un nerviosismo cálido, y sin dudarlo, sonreí.

—Claro, me encantaría —respondí, asintiendo suavemente.

Su rostro se iluminó con una sonrisa, una sonrisa que me hizo sentir un calor agradable en el pecho. No necesitábamos decir más; ambas sabíamos lo que significaba esa pequeña invitación, y aunque el camino que teníamos por delante era incierto, estábamos dispuestas a recorrerlo juntas.

Nos despedimos del grupo, y mientras nos alejábamos, no podía evitar sentir que algo había cambiado para mejor. Habíamos superado una barrera importante, y ahora, por primera vez, sentía que estábamos realmente en sintonía, listas para descubrir lo que el futuro nos tenía preparado.
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Parece que Olivia estar por y para Ona al 100x100

En el siguiente capítulo habrá una sorpresita🤭

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora