XXXXIII

584 60 9
                                    

El sonido de los sollozos de Olivia me seguía llenando el baño, ese llanto suave pero desgarrador que llenaba la habitación. El dolor en su rostro me atravesaba como un puñal. Jamás había visto a Olivia tan vulnerable, tan rota.

—Ona… —Su voz era un susurro quebrado, lleno de una tristeza tan profunda que casi no la reconocía—. Lo que pasó… Esa noche, cuando estábamos en la discoteca… No fue solo Sarah. No fue solo ella la que sufrió.

Me separé de ella y me quedé en silencio mirándola a los ojos, unos ojos llenos de dolor y terror, esperando que continuara, aunque ya sentía un nudo formándose en mi estómago. Mis pensamientos comenzaron a arremolinarse, tratando de entender, de anticipar lo que estaba a punto de decir.

—Cuando salí… —dijo, tragando saliva como si las palabras le dolieran físicamente—. Había un hombre… Estaba borracho, o eso pensé al principio… Se me acercó y empezó a hablarme. Intenté alejarme, Ona, lo juro, intenté apartarme de él… Pero… —Su voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, brillando bajo la luz tenue del baño—. Me siguió. Me acorraló en un rincón y… y empezó a tocarme.

Cada palabra golpeaba con una fuerza brutal, resonando en mi cabeza mientras intentaba procesar lo que me estaba diciendo. Sentí un frío helado recorriéndome el cuerpo, como si toda la calidez hubiera sido arrancada de la habitación en un solo instante. Olivia continuó, su voz un susurro tembloroso.

—Me agarró… me forzó… —Su voz se rompió por completo, transformándose en un sollozo ahogado—. Intenté zafarme, pero él era más fuerte, mucho más fuerte que yo. Me tocó, Ona, y no pude hacer nada… —Dejó de hablar, su cuerpo encogiéndose sobre sí mismo mientras sollozaba con una desesperación que nunca antes había visto en ella.

No pude contenerlo más. Me acerqué, rodeándola con mis brazos de nuevo. Sentí su cuerpo temblar violentamente contra el mío, y una furia desconocida se encendió en mi interior. Furia contra ese hombre, contra el mundo que le había hecho esto a Olivia, pero también una profunda impotencia, porque no había estado allí para protegerla, porque no había podido evitar que pasara por esa pesadilla.

—Olivia… —Susurré su nombre, mi voz ahogada por la emoción. ¿Qué podía decir? ¿Qué palabras podían curar el dolor que estaba sintiendo? Lo único que sabía hacer era estar allí, sostenerla, dejar que llorara y sentir su dolor como si fuera el mío—. No fue tu culpa.

Ella seguía llorando, agarrada a mi camiseta como si temiera que si me soltaba, todo volvería a desmoronarse. Sentí sus lágrimas empapando mi hombro, y la abracé con más fuerza, queriendo protegerla de todo, incluso de los recuerdos que la atormentaban. Pero también sentía una impotencia aplastante, porque sabía que mis palabras, mis abrazos, no podían deshacer lo que había pasado.

—Me siento tan sucia… —murmuró entre sollozos, sus palabras apenas audibles contra mi hombro—. No puedo dejar de pensar en ello, no puedo dejar de sentir sus manos sobre mí… No puedo escapar de esto, Ona.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuve, porque no podía permitirme llorar ahora. No cuando ella necesitaba que yo fuera fuerte. Tomé su rostro entre mis manos, obligándola a mirarme, aunque me rompiera el corazón ver el dolor en sus ojos.

—Olivia, escúchame —dije con firmeza, tratando de transmitirle toda la fuerza que podía—. No estás sucia. Ese hombre te hizo daño, pero eso no te define. Tú eres Olivia, la chica fuerte, la que tiene tanto amor para dar, la que me ha hecho sentir cosas que nunca pensé que sentiría. No dejes que te arrebate eso, por favor.

Ella cerró los ojos, las lágrimas aún corriendo por sus mejillas. Sentí que su cuerpo se relajaba un poco, como si mis palabras hubieran logrado atravesar la oscuridad en la que estaba sumida, aunque solo fuera un poco.

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora