XXI

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El trayecto en coche fue complicado. Olivia estaba demasiado borracha como para mantenerse despierta, pero no dejaba de murmurar palabras sin sentido mientras yo conducía. Cada vez que su cabeza caía hacia un lado, la acomodaba con cuidado, tratando de mantenerla lo más cómoda posible. La noche había tomado un giro que nunca imaginé, y ahora solo quería llevarla a casa y asegurarme de que estuviera bien.

El silencio en el coche solo era roto por sus murmullos y el zumbido del motor. A medida que nos acercábamos a su casa, no podía evitar pensar en todo lo que había pasado esa noche, en cómo las cosas habían cambiado en un instante. La culpa y la tristeza se entrelazaban en mi pecho, haciendo que el simple acto de respirar fuera difícil.

Finalmente, llegamos a su casa. Aparqué el coche frente a su puerta y apagué el motor, quedándome un momento en silencio antes de girarme hacia Olivia. Ella seguía con los ojos cerrados, la respiración pesada y susurrando cosas ininteligibles. Con un suspiro, salí del coche y me acerqué al lado del pasajero, abriendo la puerta con cuidado.

—Olivia ya estamos—le dije en voz baja, intentando despertarla suavemente.

Ella abrió los ojos un poco, pero estaban vidriosos, perdidos en la niebla del alcohol. Con dificultad, la ayudé a salir del coche, rodeando su cintura con un brazo mientras ella se apoyaba pesadamente en mí. Su cuerpo se sentía débil y sin coordinación, y cada paso que dábamos hacia la entrada de su casa requería toda mi concentración para evitar que ambos tropezáramos.

Con esfuerzo, logré abrir la puerta y llevarla al interior. La oscuridad del recibidor se sentía acogedora, un contraste con el bullicio de la discoteca. Aun así, no pude evitar sentir un nudo en el estómago. Estaba en su casa, ayudándola a subir las escaleras con dificultad, pero todo se sentía diferente. La cercanía que antes era reconfortante ahora estaba cargada de algo más, algo incómodo y doloroso.

Finalmente, logramos llegar a su habitación. Olivia se dejó caer en la cama con un suspiro, girándose de lado mientras murmuraba algo que no logré entender. Le quité los zapatos y la cubrí con la manta, asegurándome de que estuviera lo más cómoda posible. Mientras lo hacía, ella seguía murmurando cosas, la mayoría ininteligibles, pero de repente, su voz se hizo más clara.

—Lo siento… —murmuró, su voz quebrada y apenas audible—. Ona, lo siento… no quería hacerte daño.

Me quedé quieta, mi mano suspendida sobre la manta. Esas palabras resonaron en mi mente como un eco doloroso. La miré, sus ojos cerrados y su rostro relajado en un sueño casi profundo. A pesar de su estado, las palabras eran sinceras, cargadas de la misma culpa y tristeza que yo sentía.

Me senté en el borde de la cama, sintiendo que el peso de la noche me aplastaba. Ella no se daba cuenta de lo que decía, pero sus palabras me llegaron como una daga. No quería hacerme daño, lo sabía, pero no podía evitar el dolor que sentía en ese momento. Estaba atrapada entre querer estar ahí para ella y el dolor de saber que lo que sentía no era correspondido.

Me quedé un momento en silencio, observándola mientras se acomodaba en la cama, murmurando de nuevo, pero esta vez nada coherente. Quería decirle que no se preocupara, que estaría bien, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Me incliné y le di un suave beso en la frente, casi un gesto automático, como si fuera una despedida silenciosa de lo que alguna vez fue y nunca sería.

Después de un rato, me levanté y salí de la habitación, apagando la luz tras de mí. Mientras cerraba la puerta con cuidado, sentí que el mundo a mi alrededor se volvía más pequeño, más opresivo. No sabía cómo íbamos a seguir adelante después de esto, pero lo único que podía hacer ahora era dejarla descansar y enfrentar las consecuencias en la mañana.

El silencio en la casa de Olivia era profundo, casi ensordecedor, en contraste con el ruido y las emociones desbordadas de la discoteca. Después de asegurarme de que Olivia estaba bien acomodada en su cama y que su respiración era estable, me sentí un poco más tranquila, pero aún había un peso en mi pecho que no podía sacudir. No podía irme, no hasta estar completamente segura de que ella estaría bien, así que decidí quedarme un rato más.

Con un suspiro, salí de la habitación y bajé las escaleras en busca de un vaso de agua. La noche había sido demasiado intensa, y necesitaba algo que me ayudara a calmar la mente. La cocina estaba en penumbra, solo iluminada por la luz tenue de una lámpara en la esquina. Me acerqué al fregadero y llené un vaso con agua fresca, bebiendo lentamente mientras trataba de ordenar mis pensamientos.

Fue entonces cuando lo vi. En la encimera, cerca de la cafetera, había un papel junto a un lápiz. Al principio, no le presté mucha atención, pero algo en la disposición del papel, ligeramente arrugado y con trazos de lápiz visibles, me llamó la atención. Sabía que no debía mirar, que era algo privado, pero mi curiosidad me ganó. Después de todo lo que había pasado esa noche, quería entender más, quería saber qué había en la mente de Olivia.

Me acerqué al papel con cautela, como si temiera que fuera a desaparecer si lo tocaba. Al leer las palabras escritas en él, me di cuenta de que no eran simples notas o una lista de tareas. Era una letra, una canción. Los versos estaban escritos con un trazo inseguro, como si hubieran sido escritos en un momento de duda, de emoción contenida.

Las palabras hablaban de confusión, de sentimientos complejos que parecían demasiado grandes para ser comprendidos. Decían algo sobre estar atrapada entre el deseo de estar cerca de alguien y el miedo de no entender lo que eso significaba. Describían la sensación de querer estar siempre con esa persona, pero al mismo tiempo, no saber si era amor, amistad o algo más. La letra transmitía una lucha interna, un conflicto que resonaba profundamente en mí.

Cada palabra me golpeaba con fuerza. Podía sentir la incertidumbre y la vulnerabilidad detrás de cada línea. Mientras leía, me di cuenta de que esas palabras reflejaban algo más que simples sentimientos vagos. Eran un reflejo de lo que Olivia estaba atravesando, de esa confusión en sus emociones que había sentido toda la noche. Y lo peor era que no podía evitar preguntarme si esos sentimientos tenían algo que ver conmigo.

Me quedé allí, inmóvil, sosteniendo el vaso de agua en una mano y el papel en la otra, mientras las palabras seguían dando vueltas en mi cabeza. "Siempre quiero estar cerca de ti, pero no sé si es amor o simplemente miedo de estar sola..." Esa línea me dejó helada. Era como si Olivia hubiera puesto en palabras algo que yo también sentía, pero que nunca me había atrevido a admitir.

Sentí un nudo en la garganta, la sensación de que algo muy profundo y muy frágil había sido revelado ante mí. La letra de la canción no tenía una conclusión clara, no ofrecía respuestas, solo más preguntas. Y mientras estaba allí, en esa cocina silenciosa, supe que Olivia estaba tan perdida como yo. Quizás, de alguna manera, estábamos atrapadas en la misma encrucijada, buscando claridad donde no la había.

Finalmente, dejé el papel de nuevo en la encimera, exactamente donde lo había encontrado. Sabía que no debía haberlo leído, que había invadido algo muy personal, pero no podía arrepentirme del todo. Me había dado una ventana a la mente de Olivia, una ventana que me mostró lo complicada que era su confusión. Esa confusión que había sentido en el beso, en su rechazo, y ahora, en estas palabras.

Me quedé un rato más en la cocina, intentando digerir lo que había descubierto. Sabía que nada de esto sería fácil de resolver, que tanto ella como yo estábamos lidiando con sentimientos que no comprendíamos del todo. Cuando finalmente subí de nuevo a su habitación para comprobar cómo estaba, me di cuenta de que nuestra relación había cambiado para siempre. Ahora, no solo lidiábamos con lo que había pasado, sino también con lo que no habíamos dicho, con lo que se escondía en nuestras mentes y corazones.

Esa noche, al sentarme en una silla junto a su cama, supe que el camino adelante sería difícil. Pero también supe que, pase lo que pase, no podía dejar de estar ahí para Olivia. Aunque me doliera, aunque no fuéramos lo que yo había soñado, ella seguía siendo mi amiga, y eso era lo más importante. Sin embargo, en el fondo, no podía dejar de preguntarme qué significaba realmente esa letra, y si alguna vez encontraríamos la claridad que ambas buscábamos.
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Olivia se expresa mejor con la música que con las palabras😔

Veremos qué sucede en los próximos días

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora