XXXVIII

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Ona

Esperaba en la habitación del hospital, sentada en una silla incómoda al lado de la cama de Sarah, que ahora estaba durmiendo tranquilamente. La tranquilidad en su rostro era un alivio, pero mi mente no podía dejar de preocuparse por Olivia. Desde el momento en que me dijo que iba a casa a descansar, algo dentro de mí no estaba bien. Sabía que estaba agotada, tanto física como emocionalmente, pero había algo más, algo que no podía identificar, pero que me hacía sentir que necesitaba estar con ella.

Pasaron un par de horas, y de repente, la puerta se abrió con un leve chirrido. Levanté la vista rápidamente, y ahí estaba Olivia. Solo con verla, supe que no había descansado en absoluto. Sus ojos, normalmente llenos de vida, estaban apagados y rodeados de un ligero enrojecimiento, como si hubiera pasado horas llorando o, al menos, intentando contener las lágrimas. Tenía la piel pálida y la forma en la que se movía, con lentitud y casi arrastrando los pies, me decía que estaba agotada, no solo de sueño, sino de algo mucho más profundo.

Lo que realmente me sorprendió fue su ropa. Olivia, que normalmente vestía según el clima y la ocasión, había vuelto al hospital con una sudadera grande que le cubría casi por completo. Era un día caluroso, el tipo de día en el que el aire se siente pesado y pegajoso, pero ella iba completamente cubierta, como si estuviera intentando ocultarse o protegerse de algo. Inmediatamente, una alarma sonó en mi cabeza. ¿Por qué estaba vestida así? ¿Qué había sucedido en ese tiempo en el que se había quedado sola?

-Hola-le dije suavemente, intentando no sonar demasiado alarmada.-¿Como estás?

Olivia me miró con una expresión distante, casi como si no me hubiera escuchado al principio. Luego, sus labios se curvaron en una sonrisa débil, un gesto que estaba muy lejos de su habitual alegría.

-Estoy... estoy bien-murmuró, pero su voz estaba apagada, como si el simple acto de hablar le costara un esfuerzo enorme.

No le creí. Había algo que estaba ocultando, algo que le pesaba demasiado como para compartirlo. No podía dejar de notar cómo se mantenía casi en un rincón, como si intentara reducir su presencia, esconderse en su propia piel. El contraste con la Olivia que conocía, siempre tan abierta y cálida, era abrumador.

-¿Has podido descansar?-pregunté, aunque la respuesta era obvia.

Ella negó con la cabeza, sus ojos evitando los míos mientras se sentaba en una silla junto a la cama de su hermana. Se cruzó de brazos, encogiéndose ligeramente como si quisiera protegerse de algo, y entonces me di cuenta de que estaba tratando de ocultar algo debajo de esas mangas largas. Mi preocupación se intensificó.

-Olivia, si necesitas hablar... Te voy a escuchar  ¿Lo sabes,no?-Intenté acercarme un poco más, suavizando mi tono para que supiera que no tenía que decirme nada si no quería, pero que yo estaba lista para escucharla si lo necesitaba.

Ella me miró por un segundo, y por un instante, pensé que iba a decirme algo, pero en lugar de eso, simplemente bajó la mirada y sacudió la cabeza.

-Gracias, Ona. Pero de verdad, estoy bien. Solo... necesito estar aquí con Sarah-Dijo con una sonrisa algo forzada.

No quise presionarla, pero cada segundo que pasaba, mi preocupación crecía. Estaba claro que no quería compartir lo que estaba pasando, y respeté eso, aunque me doliera. Lo que me mataba era la sensación de que Olivia estaba luchando contra algo muy doloroso y que, por alguna razón, no se sentía capaz de abrirse conmigo. Quería ayudarla, quería estar allí para ella, pero no sabía cómo hacerlo si ella no me dejaba entrar.

Nos quedamos en silencio durante un tiempo. Sarah seguía dormida, respirando de manera tranquila y regular. Olivia la observaba, pero su mente parecía estar en otro lugar, atrapada en pensamientos oscuros que la mantenían cautiva. No podía dejar de notar cómo se frotaba los brazos por encima de la sudadera, como si estuviera incómoda en su propia piel.

Decidí no insistir, no en ese momento. Sabía que Olivia necesitaba tiempo, que forzarla a hablar solo podría alejarla más. Pero también sabía que no iba a quedarme de brazos cruzados. Algo le había pasado, algo que la estaba destruyendo por dentro, y no iba a permitir que pasara por eso sola.

Mientras la observaba, me prometí que iba a estar allí, iba a encontrar la manera de ayudarla, aunque fuera lentamente. Porque, aunque Olivia intentara esconderse detrás de esa sudadera y esa fachada de "estoy bien", sabía que necesitaba a alguien, y yo iba a ser esa persona, aunque no supiera todavía cómo.

Cuando Olivia se sentó a mi lado, el silencio en la habitación se hizo más denso, cargado de cosas no dichas. No podía soportar verla tan destrozada, así que, con todo el cuidado del mundo, deslicé mi mano suavemente por su brazo, intentando ofrecerle un pequeño gesto de consuelo, algo que pudiera recordarle que no estaba sola. Quería que sintiera mi apoyo, mi preocupación, y que, aunque no sabía exactamente qué había sucedido, yo estaba allí para ella.

Pero en cuanto mis dedos hicieron contacto con su piel a través de la tela de la sudadera, noté cómo su cuerpo se tensaba de inmediato. Fue un rechazo sutil, pero claro. Su brazo se puso rígido bajo mi toque, como si mi simple caricia fuera demasiado para ella en ese momento. Me detuve, congelada, mientras la veía cerrar los ojos con fuerza, como si estuviera luchando contra algo que no podía dejar salir.

El rechazo no fue intencional, lo supe al instante. Era más como si su cuerpo estuviera reaccionando por su cuenta, protegiéndose de un dolor que no podía controlar. Pero eso solo me hizo sentir peor. Olivia, la persona que solía abrazarme con facilidad, que siempre había buscado el contacto como una forma de comunicación y cariño, ahora se cerraba ante mí. Y eso me preocupaba más de lo que podía expresar.

-Olivia...-susurré, tratando de no sonar alarmada, aunque mi corazón latía con fuerza por la preocupación. Quería decir algo que la hiciera sentir mejor, algo que pudiera romper esa barrera que la estaba alejando, pero no encontraba las palabras. Todo lo que se me ocurría parecía inútil ante lo que estaba enfrentando.

Ella no respondió, no abrió los ojos, y mantuvo su cuerpo rígido. Quise retirar mi mano, pero me quedé un segundo más, acariciando suavemente, a pesar de su rechazo, esperando que tal vez, solo tal vez, se diera cuenta de que estaba a salvo, de que no tenía que temerme a mí. Pero sabía que lo que había sucedido, lo que fuera que la estaba atormentando no era algo que un simple gesto pudiera arreglar.

Finalmente, retiré la mano, sintiéndome impotente y rota por dentro. No quería que se sintiera incómoda, pero tampoco quería que pensara que la estaba abandonando. Este dilema me partía el alma, pero sabía que presionarla solo haría que se cerrara más.

-Perdón...-murmuró Olivia, su voz apenas un susurro, quebrada y llena de algo que no pude identificar. Culpa, tal vez. O tal vez miedo.

-No tienes que disculparte por nada- respondí rápidamente, intentando que mi voz sonara suave y reconfortante, aunque por dentro, una tormenta de emociones me estaba destrozando.-No tienes que decirme nada si no quieres, pero solo quiero que sepas que no estás sola ¿vale?

Ella asintió levemente, pero no dijo nada más. Mantuvo los ojos cerrados, como si se estuviera protegiendo del mundo, y yo me quedé allí, a su lado, sintiendo un abismo entre nosotras que no sabía cómo cruzar.

Me quedé en silencio, mirándola, deseando con todas mis fuerzas poder aliviar el dolor que evidentemente estaba cargando. Pero me di cuenta de que, por más que quisiera, no podía obligarla a abrirse. Ella tenía que estar lista, tenía que sentirse lo suficientemente segura. Y aunque eso me doliera, sabía que mi papel en ese momento era estar allí, sin presionar, sin exigir, solo estar presente, para que cuando estuviera lista, supiera que yo estaría allí para ella, sin importar lo que hubiera pasado.

Así que esperé, con el corazón pesado, confiando en que, de alguna manera, encontraría la manera de ayudarla a sanar. Porque si algo sabía con certeza, era que no iba a dejarla sola en esto, sin importar cuánto tiempo tomara.
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𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora