XXXI

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Olivia

Me encontraba frente al espejo, repasando los últimos detalles de mi maquillaje mientras escuchaba a Sarah desde el baño, tarareando una canción de nuestro grupo favorito. Había algo especial en esas noches en las que salíamos juntas. Siempre había un ambiente relajado y cómodo entre nosotras, una sensación de complicidad que no tenía con nadie más. Las risas eran constantes, y en el aire flotaba esa alegría ligera que solo se da cuando estás con alguien que te conoce tan bien como tú misma.

—¡Oli! —gritó Sarah desde el baño—. ¿Dónde está mi rizador? No lo encuentro por ninguna parte

Solté una carcajada y le respondí con una broma sobre su tendencia a perder todo lo que tocaba. Al poco rato, apareció en la puerta con el pelo mitad rizado, mitad liso, luciendo un aspecto tan divertido que no pude contenerme y estallé en una risa más fuerte.

—Ya, ya, ríete —dijo fingiendo un enfado que desapareció al instante—. Pero me salvaré gracias a ti, hermanita. Eres mi heroína.

—Eso espero —respondí mientras terminaba de aplicar un poco de brillo labial y me giraba hacia ella—. Aunque no sé si salvarte del desastre capilar cuente como acto heroico.

Sarah rodó los ojos, pero tenía una sonrisa en el rostro que delataba su buen humor. Volvió al baño y se quedó en silencio por un momento, concentrada en su misión de arreglar el desastre de su cabello. Yo aproveché para ponerme los pendientes que había elegido para esa noche, sabiendo que en cuestión de minutos estaríamos listas para salir.

El ambiente entre nosotras era tan agradable que sentí una oleada de calidez por dentro. No había secretos entre Sarah y yo; ella siempre había sido mi confidente, la persona con la que podía hablar de cualquier cosa, sin temor a ser juzgada. Mientras me miraba en el espejo, noté que una sonrisa involuntaria había aparecido en mi rostro, y supe que había llegado el momento de contarle algo que llevaba guardado desde hacía días.

—Oye, Sarah —dije con un tono casual, pero que no pudo esconder del todo la emoción que sentía—, quería contarte algo.

—¿Mmm? —respondió desde el baño, pero noté que el tono de su voz había cambiado, se había vuelto un poco más curioso.

—Es sobre Ona —añadí, intentando sonar despreocupada, pero sabiendo que era inútil. Mis sentimientos por Ona siempre parecían asomar en mi voz.

De inmediato, escuché cómo Sarah apagaba el rizador y salía del baño, todavía con la mitad del cabello deshecho, pero con una expresión de interés pintada en su rostro. Se apoyó en el marco de la puerta y me miró con esos ojos brillantes que siempre parecían saber más de lo que decían.

—¿Qué pasa con Ona? —preguntó, alzando una ceja, claramente esperando que soltase la noticia que llevaba tiempo intuyendo.

Tomé aire, y aunque sentía las mariposas en mi estómago revolotear de nuevo, supe que podía decirlo. Después de todo, Sarah era mi hermana, y no tenía sentido guardarme algo tan importante para mí.

—Estamos empezando algo —solté finalmente, mientras mi voz reflejaba esa mezcla de nerviosismo y felicidad que me invadía.

El rostro de Sarah se iluminó al instante. Una sonrisa enorme se extendió por su cara mientras daba un par de pasos hacia mí, con una expresión que lo decía todo.

—¡Sabía que algo pasaba! —exclamó, dejando de lado cualquier intento de mantenerse calmada—. Te lo dije, sabía que entre vosotras había algo especial. Ay, estoy tan feliz por ti

No pude evitar reír ante su reacción. Verla así de emocionada me llenaba de alegría, y en ese momento sentí un peso menos en mis hombros. No era que tuviera miedo de contarle, pero compartirlo con ella lo hacía más real, más tangible.

𝐓𝐇𝐄 𝐌𝐔𝐒𝐈𝐂 𝐎𝐅 𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒-𝐎𝐧𝐚 𝐁𝐚𝐭𝐥𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora