El amor sin límites

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Isabella miró a Vladimir, notando la expresión pensativa en su rostro. Con ternura, decidió romper el silencio.

—Mi amor, sabes que hace como un mes llevé a Alexis a la clínica —comenzó, sus ojos reflejando una mezcla de nostalgia y alegría.

Vladimir asintió, recordando el día con claridad. La preocupación siempre lo acompañaba cuando se trataba de la salud y el bienestar de su hijo.

—Bueno, allá la mayoría de los empleados juegan con él. Ese día, una enfermera, con la que siempre se lleva bien, le infló un guante y le hizo una carita. Alexis estaba tan contento —continuó Isabella, sonriendo al recordar la escena—. Fue un momento simple, pero verlo reír así me llenó el corazón.

Vladimir sonrió también, imaginando la risa contagiosa de su hijo.

—Fuimos al área de consulta porque necesitaba buscar algo allí —prosiguió Isabella—. En ese momento, vio a un doctor que él dice que es su amigo. Salió corriendo a abrazarlo. Me hizo sentir tan bien verlo tan feliz. Pero lo que me sorprendió fue que le pidió chocolate. Cuando el doctor le dijo que no tenía, Alexis, con esa chispa traviesa que tiene, le dijo que iba a decirle a su papá que era el presidente y que no le dio chocolate.

Ambos rieron ante la ocurrencia de Alexis, y Vladimir sintió una mezcla de orgullo y ternura por su hijo.

—Después le preguntó al doctor si tenía hijos para que fueran sus amigos y jugara con ellos —dijo Isabella, su voz llena de cariño—. Es tan inocente y puro.

—Cuando llegamos a mi oficina —continuó Isabella— mientras revisaba unos informes, él se puso a jugar con unos juguetes en el piso. Se acercó a mí y me pidió agua. Luego me dijo: "Mami, papi es mi superhéroe. Cuando sea grande quiero ser como papi".

Las palabras de Alexis resonaron en el corazón de Vladimir como un eco poderoso. Se sintió abrumado por la responsabilidad que eso implicaba.

—Me llevó a su trabajo —dijo Isabella, recordando el momento con una sonrisa—. Se quitó los zapatos y sin darse cuenta me los puso. Me quedaban muy grandes, pero él decía: "Cuando me queden, me voy a poner los zapatos de papi".

Vladimir sintió que el aire se le escapaba por un momento. La imagen de su hijo intentando llenar esos zapatos grandes lo llenó de emoción y preocupación.

—Isabella... —comenzó Vladimir con voz temblorosa—. Escuchar todo esto me hace sentir tan... vulnerable. A veces me pregunto si realmente estoy a la altura de ser el superhéroe que él cree que soy.

Isabella se volvió hacia él, notando la seriedad en su mirada.

—¿Por qué sientes eso? —preguntó con suavidad.

—Porque ser su héroe significa que tengo que ser fuerte, valiente y tener todas las respuestas —confesó Vladimir—. Pero hay días en los que me siento perdido. Quiero ser el mejor padre posible, pero también tengo miedo de decepcionarlo.

Isabella tomó su mano, dándole un apretón reconfortante.

—Vladimir, ser un buen padre no significa ser perfecto —dijo ella—. Significa estar presente y amar incondicionalmente. Alexis ya ve en ti lo que tú no ves: un hombre que lucha por hacer lo mejor para su familia.

—Lo sé —respondió Vladimir, dejando escapar un suspiro profundo—. Pero a veces siento que si no puedo protegerlo del mundo exterior, si no puedo garantizarle una vida sin problemas... ¿qué tipo de padre soy?

Isabella lo miró fijamente, sus ojos llenos de comprensión.

—La vida está llena de desafíos, y no podemos protegerlo de todo —dijo ella—. Pero lo que sí podemos hacer es enseñarle a enfrentar esos desafíos con valentía. A mostrarle que está bien caer y levantarse nuevamente. Eso es lo que realmente importa.

Vladimir sintió cómo una carga comenzaba a levantarse de sus hombros.

—Tienes razón —admitió—. A veces me pierdo en la idea de lo que debería ser y olvido lo que realmente significa ser padre: estar allí para él, apoyarlo y amarlo sin condiciones.

Isabella sonrió con orgullo.

—A veces siento que tengo que ser un modelo a seguir para él, pero también quiero mostrarle que está bien ser vulnerable —confesó—. Que no siempre tengo todas las respuestas y que está bien pedir ayuda.

—Eso le enseñará a ser compasivo y comprensivo con los demás. No tienes que tener todas las respuestas; solo tienes que estar dispuesto a aprender junto a él.

Vladimir sintió una oleada de gratitud hacia Isabella por su apoyo incondicional.

—Gracias por siempre estar aquí para mí —dijo él—. No sé qué haría sin ti.

Ella se inclinó hacia él y le dio un beso suave en los labios.

—Estamos juntos en esto, mi amor —respondió Isabella—. Siempre seremos un equipo. Y recuerda, no solo eres el superhéroe de Alexis; también eres mi héroe.

Vladimir sonrió al escuchar esas palabras y sintió una renovada determinación en su corazón.

La noche continuó envolviéndolos en una atmósfera de complicidad y amor mientras hablaban sobre sus sueños para Alexis y cómo querían guiarlo en su camino.

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El suave resplandor del amanecer se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con una luz dorada que parecía acariciar todo a su paso. Isabella despertó primero, sintiendo la calidez del sol en su piel. Al girar la cabeza, se encontró con Vladimir, quien dormía plácidamente, su rostro sereno y relajado. Una sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar esa imagen, un recordatorio de todo lo que habían construido juntos.

Con delicadeza, se inclinó hacia él y le dio un beso suave en la cabeza. La calidez de su amor la envolvía, y decidió levantarse con cuidado para no interrumpir su sueño. Se dirigió a la cocina, donde el aroma del café recién hecho pronto llenaría el aire. Mientras esperaba, su mente comenzaba a divagar sobre el futuro que les aguardaba.

De repente, su teléfono vibró en la mesa. Era su padre, el príncipe Carlos. Con un suspiro profundo, Isabella contestó, sabiendo que la conversación podría marcar un antes y un después en sus vidas.

—Isabella, buenos días —dijo Carlos con un tono firme pero cariñoso—. Necesito hablar contigo sobre algo importante.

—Buenos días, papá. ¿De qué se trata? —preguntó ella, sintiendo que su corazón latía un poco más rápido.

—Tu abuela, la reina, ha preguntado si podemos hacer el anuncio del embarazo. Creo que es el momento adecuado para compartir la noticia con el público —dijo su padre con autoridad.

Un nudo se formó en el estómago de Isabella. Sabía que ese momento llegaría, pero no estaba lista para decidir lo sin consultar primero a Vladimir.

—Papá, déjame hablar primero con Vladimir. Esto es algo que no puedo decidir sola. Cuando tenga una respuesta, te la daré —respondió con firmeza, tratando de mantener la calma.

Después de colgar, sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Ser parte de la realeza significaba que su vida estaba bajo el escrutinio público, pero también deseaba disfrutar de este momento especial con Vladimir sin presiones externas.

Al regresar a la habitación, encontró a Vladimir sentado en la cama, recostando su espalda en el respaldar. Su mirada se iluminó al verla.

—Buenos días, mi amor —dijo él con una sonrisa perezosa—. ¿Cómo está la mujer más hermosa?

Isabella le sonrió, se acercó a él y lo besó suavemente en los labios.

—Buenos días, gordo. Te amo —respondió ella, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calidez.

Vladimir sonrió y le devolvió el beso.

—Yo también te amo, mi amor —contestó mientras acariciaba su mano con ternura.

Isabella tomó una respiración profunda antes de abordar el tema delicado que pesaba en su mente.

—Gordo, tengo que preguntarte algo y necesito que estemos de acuerdo —dijo ella, sintiendo cómo la tensión comenzaba a acumularse en su pecho.

Vladimir la miró con curiosidad.

—Dime —inquirió él, notando la seriedad en su tono.

Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De InglaterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora