Isabella despertó con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de su habitación. Al abrir los ojos, notó que Vladimir no estaba a su lado.
Se levantó de la cama, se arregló y bajó las escaleras.
Al llegar a la cocina, el aroma del desayuno recién hecho la recibió calurosamente. Allí estaban sus hijos y nietos, riendo y compartiendo anécdotas. Lumila, la exesposa de Vladimir, también estaba presente, contribuyendo a la conversación con su característico humor. Isabella se sintió aliviada al ver que todos estaban bien y disfrutando de la compañía mutua. Se unió a la mesa, donde el bullicio familiar la envolvió en una atmósfera de alegría.
—¡Buenos días! —saludó Isabella, sonriendo mientras se sentaba.
—¡Buenos días, Isabella! —respondieron al unísono, llenándola de cariño.
Mientras compartían el desayuno, Isabella no pudo evitar preguntar por Vladimir.
—¿Alguien ha visto a Vladimir? —preguntó con curiosidad.
—Se fue al Kremlin para una reunión temprano —respondió uno de sus hijos—. Dijo que volvería pronto.
Isabella asintió, sintiéndose un poco más tranquila. Después de la comida, se despidió de todos y subió a su habitación para cambiarse y prepararse para su día en la clínica. Al llegar a su oficina como directora, se encontró con una grata sorpresa: un ramo de rosas frescas adornaba su escritorio.
Al acercarse, vio una pequeña cajita roja entre las flores. Su corazón dio un vuelco de emoción. Al abrirla, encontró una delicada cadena de oro. Sonrió al instante, sintiendo que Vladimir había pensado en ella incluso mientras estaba ocupado.
Decidida a compartir su alegría, tomó su teléfono y le tomó una foto al ramo y la cajita, enviándole un mensaje a Vladimir:
*"¡Gracias por el hermoso regalo! Me encantan las rosas y la cadena es perfecta. Te amo."*
Mientras revisaba algunos informes en su oficina, escuchó el sonido familiar de la puerta abriéndose. Al levantar la vista, vio a Vladimir entrar con una sonrisa radiante en su rostro.
—Hola, mi amor —dijo él, acercándose a ella.
Isabella se levantó rápidamente, lo abrazó y lo besó suavemente.
—Gracias por el regalo, es hermoso —le susurró.
Vladimir sonrió al ver la alegría en el rostro de Isabella. Comenzaron a hablar sobre sus días y lo que tenían planeado para el futuro. Sin embargo, después de unos momentos de charla ligera, Vladimir tomó un respiro profundo.
—Mi amor, tengo que decirte y preguntarte algo —comenzó con seriedad.
Isabella lo miró expectante.
—Tengo que ir a China por una reunión con el presidente. Voy a estar allí tres días... ¿quieres ir conmigo?
Los ojos de Isabella brillaron con emoción.
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Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De Inglaterra
RomanceEn los salones dorados del Palacio de Buckingham, donde las sombras esconden intrigas y los retratos de antiguos monarcas observan en silencio, se forja una historia prohibida. La princesa Isabella, cuarta en línea de sucesión al trono de Inglaterra...