Rompió el Protocolo

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La suite del Kremlin era un refugio de opulencia y tradición, un espacio donde la historia y la política se entrelazaban en cada rincón. Las paredes estaban adornadas con obras de arte que narraban la rica historia de Rusia, mientras que los candelabros de cristal brillaban con una luz cálida, creando un ambiente acogedor a pesar de la formalidad del lugar. Isabella y Vladimir se preparaban para una cena de estado que prometía ser uno de los eventos más importantes de la temporada política.

Isabella, en su estado avanzado de embarazo, había elegido un vestido largo de seda azul que resaltaba su figura de manera elegante y sofisticada. El color realzaba sus ojos claros, dándoles un brillo especial que capturaba la atención de cualquiera que se atreviera a mirarla. Mientras se miraba en el espejo, ajustándose el cabello, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. La cena no solo era una oportunidad para mostrar su apoyo a Vladimir en su papel como líder, sino también un momento en el que todas las miradas estarían puestas en ellos.

Vladimir entró en la habitación justo cuando ella se estaba aplicando un poco de perfume. La visión de su esposa, tan hermosa y radiante, le robó el aliento. "Estás increíble", le dijo con sinceridad, una sonrisa iluminando su rostro.

Isabella se giró hacia él, sintiendo un rubor subir por sus mejillas. "Eres un mentiroso. Aún me falta peinarme y maquillarme", respondió, tratando de restar importancia a su apariencia.

"Mi amor, es en serio", insistió Vladimir, disfrutando del momento. Isabella, sintiendo la calidez de sus palabras, se dirigió a buscar los zapatos que complementaban su atuendo. Sin embargo, al volverse para mirarlo, sus ojos se encontraron y ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Vladimir notó el cambio en su expresión, pero decidió no comentar nada al respecto; simplemente sonrió para sí mismo.

Cuando Isabella regresó a la habitación, evitó mirarlo directamente a los ojos. La tensión en el aire era palpable. Vladimir, sintiendo que había algo más detrás de esa timidez, se acercó a ella con suavidad. La tomó de la mano y la besó tiernamente. "¿Qué tienes?", le preguntó con preocupación.

"Nada, hay que vestirnos", respondió ella rápidamente, tratando de desviar la conversación.

Vladimir no se dio por vencido. "¿Qué tienes, mi amor? Dímelo y lo arreglo", insistió, acercándose más a ella.

"No, después se nos hace tarde", contestó Isabella, aunque su voz delataba que había algo más profundo en su interior.

Vladimir entendió el mensaje implícito en sus palabras. "Bueno, nos tendrán que esperar. Nuestros títulos lo permiten", dijo con un guiño travieso. "Además, hace una semana, por aguantarte las ganas, me hiciste hacer algo que nunca había hecho".

Isabella levantó una ceja, intrigada. "¿Qué hiciste?", preguntó con curiosidad.

"Dejar la fiesta y subir a nuestra habitación del hotel antes que los demás invitados para hacerte el amor", confesó Vladimir con una sonrisa pícara. "No podía ni tocarte porque reaccionabas a mis caricias. Primero tengo que atender los deseos de mi esposa".

Isabella sintió un escalofrío recorrer su espalda ante sus palabras. Sin pensarlo dos veces, Vladimir la besó nuevamente, esta vez con más intensidad. Con delicadeza, comenzó a bajar el vestido de Isabella, asegurándose de que no se arrugara mientras la acomodaba en un sillón cercano.

La atmósfera en la habitación se volvió eléctrica mientras ambos se dejaban llevar por la pasión del momento. Isabella se entregó a sus caricias mientras Vladimir exploraba cada rincón de su ser con ternura y deseo. Se perdieron en la intimidad compartida, dejando atrás las preocupaciones del mundo exterior.

Una vez en la cama, el tiempo pareció detenerse. Cada beso y cada susurro eran un recordatorio del amor profundo que compartían. Se entregaron el uno al otro con fervor, creando un espacio sagrado donde solo existían ellos dos.

Amor Diplomático: Vladimir Putin Y La Princesa De InglaterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora