Capítulo 70: Conversaciones a Corazón Abierto

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Capítulo 70: Conversaciones a Corazón Abierto

Stefania caminaba de un lado a otro en su sala de estar. La tensión se sentía en el aire, y su amiga Carla, sentada en el sofá con una taza de café en la mano, la miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación. Stefania rara vez se dejaba afectar de esta manera, y verla así solo podía significar una cosa: Danielle Savre.

Finalmente, Stefania se detuvo, se pasó una mano por el cabello, y exhaló profundamente.

—Carla, no sé qué hacer —confesó, su voz sonando extrañamente vulnerable—. Todo este tiempo pensé que podía manejarlo. Que lo que sentía por Danielle era solo una mezcla de competencia y atracción, pero... esto ha ido mucho más allá.

Carla levantó una ceja y dejó la taza sobre la mesa.

—¿Más allá? —preguntó con una sonrisa, aunque sus ojos reflejaban seriedad—. Stef, desde la primera vez que me hablaste de ella, supe que había algo más que rivalidad. ¿Qué está pasando realmente?

Stefania se dejó caer en el sofá al lado de su amiga, con una expresión que revelaba lo difícil que era para ella poner en palabras lo que sentía.

—Es complicado, Carla —comenzó, mirándola de reojo—. Todo empezó como un simple juego, una rivalidad entre dos corredoras. Pero desde aquel primer beso, desde ese momento en el que nuestros labios se encontraron... no puedo dejar de pensar en ella.

Carla la miró en silencio, dándole el espacio que necesitaba para seguir.

—No solo es atracción física, aunque... no te voy a mentir, me encanta besarla. Sus labios son suaves, delicados, pero también tienen esa fuerza, como si detrás de cada beso hubiera algo que ella no puede decir con palabras. Es algo que me vuelve loca —dijo Stefania, dejándose llevar por sus pensamientos.

Carla la miró con una sonrisa divertida, pero también con interés.

—¿Te estás escuchando? —la interrumpió suavemente—. Estás completamente enamorada, Stefania.

Stefania se quedó en silencio por un momento, mordiéndose el labio inferior.

—Lo sé —admitió finalmente, con una sonrisa que mostraba la contradicción que sentía—. Pero no debería estarlo. Ella es mi rival, su familia está compitiendo directamente contra la mía, y sé que no va a ser fácil. Además, está su padre... Richard Savre es un hombre peligroso. No solo en los negocios, sino también en lo que está dispuesto a hacer para proteger sus intereses.

Carla frunció el ceño, preocupada.

—¿Te ha amenazado de alguna manera? —preguntó, alerta.

Stefania negó con la cabeza, pero la preocupación seguía en sus ojos.

—No directamente, pero puedo sentirlo. Richard me odia. No creo que sea solo por la competencia, hay algo más que no logro entender del todo. Pero Danielle... ella es diferente. Hay algo en ella, en esos ojos azules, que me hace sentir calma. Como si por un momento, todo lo demás no importara. Cuando estamos juntas, el resto del mundo desaparece, incluso cuando estamos compitiendo.

Carla sonrió, más cálida esta vez.

—Eso suena como algo más que simple atracción, Stefania. Suena como si ella te hubiera tocado el corazón de verdad.

Stefania asintió, su mirada volviéndose más suave.

—Lo ha hecho, Carla. Me ha tocado de una manera que nadie más ha podido. Y eso es lo que me asusta. Estoy tan acostumbrada a ser fuerte, a no dejar que nadie me vea vulnerable, pero con ella... no puedo evitarlo. No puedo fingir que no siento nada.

Carla tomó la mano de Stefania con un gesto de apoyo.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo, Stef. A veces, abrirse a alguien es lo más valiente que puedes hacer. Si sientes todo esto por Danielle, tal vez deberías decirle lo que realmente piensas. Dejar de lado el juego y ser honesta.

Stefania rió con una mezcla de nervios y frustración.

—¿Y cómo lo hago? Todo esto es tan confuso. La quiero, pero también es mi rival. ¿Cómo le digo que me gusta sin parecer débil o sin que piense que estoy jugando?

Carla sonrió con comprensión.

—No se trata de ser débil. Se trata de ser auténtica. Si ella siente lo mismo, lo va a entender. Y si no lo hace, entonces será su pérdida. Pero por lo que me has contado, parece que Danielle también siente algo por ti. Quizás es hora de dejar de competir por un momento y ver qué pasa si ambas son honestas la una con la otra.

Stefania bajó la cabeza, procesando las palabras de Carla. Sabía que tenía razón. Había llegado el momento de ser honesta, de dejar de jugar a los rivales y permitir que sus verdaderos sentimientos salieran a la luz. Pero aún había algo que la retenía.

—Y Richard... —murmuró, sus ojos volviendo a llenarse de preocupación—. Sé que si me acerco demasiado a Danielle, él va a hacer todo lo posible por separarnos. Y no puedo permitir que mi familia se vea arrastrada a ese caos.

Carla la miró con seriedad.

—Entonces tendrás que estar preparada. Si Richard va a jugar sucio, tú tendrás que estar un paso por delante. Pero, Stef, ¿realmente vas a dejar que el miedo a su padre te impida estar con alguien que te hace sentir así?

Stefania se mordió el labio, pero esta vez con determinación en lugar de duda.

—No, no lo voy a permitir —respondió, su voz firme—. Si Danielle es importante para mí, entonces lucharé por ella. Ya no se trata solo de ganar carreras o cerrar contratos. Esto es personal, y no pienso dejar que Richard Savre decida por mí.

Carla sonrió, satisfecha con la decisión de su amiga.

—Así se habla. Entonces, ¿qué vas a hacer?

Stefania se levantó, su mirada decidida y su corazón un poco más ligero.

—Voy a hablar con ella —dijo—. Voy a decirle lo que siento, sin juegos, sin estrategias. Y si Richard quiere venganza, tendrá que enfrentarse a mí.

Carla se puso de pie también, riendo.

—Eso es lo que quería escuchar. La Stefania que conozco no se deja intimidar por nadie, ni siquiera por un Savre.

Stefania sonrió, sabiendo que lo que venía no sería fácil, pero sintiendo que había dado el primer paso para enfrentarse a sus miedos. Estaba lista para luchar por Danielle, por sus sentimientos, y por lo que ambas podrían llegar a ser, más allá de la rivalidad y las intrigas familiares.

El destino de su relación estaba en juego, pero Stefania Spampinato no era alguien que se rindiera sin pelear.

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