La puerta de la rectoría lucía más imponente que nunca, hecha con una fina madera y un diseño semejante al resto de puertas que había en el edificio principal del colegio, donde sólo los peces gordos de la institución tenían un puesto. Al final del pasillo del último piso del edificio, en el fondo de aquel elegante lugar donde pocos estudiantes podían tener acceso, allí me encontraba yo, reposando la palma de mi mano sobre la enorme entrada que daba paso a la oficina del hombre más importante de uno de los mejores colegios en todo el país.
"Aquí voy"
Suspirando, por fin empujé la puerta que se encontraba entreabierta.
—¿Uh?
"..."
Estaba en medio de lo que parecía ser el océano, aunque su oscuridad y profundidad me daban otra sensación. Era un lugar tan carente de vida, tan vacío que en vez de ser descrito como alguna clase de ambiente que te pudieras encontrar en la tierra, sólo podía ser denominado como una enorme masa de agua que había absorbido lo que debería de ser la oficina del rector.
"Esta sensación..."
De la cabeza a los pies, mi cuerpo sufrió de unos repentinos escalofríos acompañados por un sudor frío que empezaba a recorrer mi frente. Ninguna película de terror, ningún partido de tenis importante que hubiese podido disputar me habían causado algo similar, la ansiedad se estaba apoderando de todo lo que se refería a mi persona de una manera indescriptible.
"Alucinante."
Estaba perdida, era demasiado grande, demasiado vasto, demasiado intimidante.
"Tú..."
Impulsada por una repentina sensación de familiaridad, por fin pude identificar la raíz de aquel extraño fenómeno.
—Tú eres...
—¿Señorita Elizabeth?
—¿Ah?
La aparición de una voz conocida me sacó de golpe del profundo trance en el que me encontraba, llevándome directo a la oficina que debí haber visto en el momento en que empujé la puerta. Una oficina amplia, con una enorme mesa de seis sillas en toda la mitad, adornada por varios estantes en las paredes llenas de trofeos de diferentes índoles, con un televisor de última generación en un extremo, una pequeña biblioteca del otro y justo en frente de mí y de la puerta, lo más importante, el escritorio del ente principal del colegio Esperanza, sentado en una silla giratoria con una pequeña carpeta sujetada por su mano izquierda, José Hernández Zuloaga me observaba bastante extrañado por mi reacción al entrar.
—¿Se encuentra bien?
—Sí, discúlpeme, buenos días señor.
Por fin regresando a mis cinco sentidos pude ver a los ojos al hombre de 40 años con porte de empresario importante, que como siempre iba con su traje negro bastante elegante y esa hermosa cara barbada de color castaño, al igual que su bien arreglado cabello del mismo color. Sin embargo, más allá del siempre atractivo señor rector, lo que se llevaba toda mi atención era la presencia del joven parado a un lado de su escritorio.
"¿Qué hace él aquí?"
Con lo que parecía ser su habitual rostro inexpresivo, sus oscuros e intimidantes ojos azules apagados y esa extraña presencia que siempre lo rodeaba, Alejandro Ordoñez Salazar ni se inmutaba por mi aparición en la oficina.
—¡Oh bueno! Ya que están los dos aquí, empecemos por lo primero.
"¿No me digan que estamos aquí por la misma razón?"
Lamentablemente sí.
—Señorita Elizabeth, déjeme presentarle a Alejandro Ordoñez Salazar, estudiante de nuevo ingreso en 10°.
Actuando con total calma y como si nunca me hubiera visto, estiró su mano de una forma inesperadamente educada, siguiendo el protocolo respondí al saludo depositando mi mano sobre la suya recibiendo un pequeño apretón que me hizo sentir un tanto torpe.
"Qué diferencia de presentación comparada con la de ayer."
Una vez terminado el saludo, el rector continuó.
—Señor Alejandro, ella es Elizabeth Restrepo Ríos y al igual que usted ingresa a 10°, aunque lleva unos cuantos años en la institución.
—Sí, ya tuve el privilegio de conocerla
"¡Pensé que se estaba haciendo el pendejo con lo de ayer!"
—¡¿De verdad?! —exclamó el rector sorprendido.
—Sí... tuvimos... un curioso encuentro ayer.
"Mierda, me siento como una idiota al lado de este sujeto."
—Bueno, eso quiere decir que las cosas se tornaran más fáciles para los dos—mencionó el rector con una sonrisa.
—¿Qué quiere decir?
¡Ay amiga si tan sólo supieras lo que te espera!
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EL SUEÑO DE UN PRODIGIO
Teen FictionAlejandro Ordoñez Salazar era considerado como la mayor promesa del fútbol colombiano ganando 4 campeonatos nacionales consecutivos con su legendario equipo el Quindío Spurs. Sin embargo, cuando se encontraba en su mejor momento desapareció. Dos a...