—Otra razón por la cual me agradan esta clase de días, es que el café con leche sabe diez veces mejor de lo usual—exclamaba un Alejandro relajado, sentándose en la primera mesa que se encontró.
—Ya veo—respondía secamente Elizabeth, sentándose también.
La cafetería del colegio Esperanza estaba ubicada muy cerca de la cancha de fútbol, tanto era así, que bastaba girar la cabeza hacia el lado derecho del lugar para divisar la fabulosa cancha separada únicamente por una enorme reja detrás de la portería más cercana. Con un buen tamaño debido a su gran cantidad de estudiantes, el lugar permanecía cómodo incluso estando más lleno de lo normal por la lluvia que parecía querer continuar hasta el final de la jornada.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no te tomas tu café? Se te va enfriar—comenta Alejandro con una extraña amabilidad una vez termina de dar el primer sorbo a su bebida caliente.
—La verdad no siento nada de tranquilidad tomando algo con este entorno.
—¿Qué entorno? —pregunta inocente el chico que atrae todas las miradas del lugar.
—Olvídalo, es algo que no entenderías o más bien ni te importa.
"Debe estar acostumbrado a que le gente no pueda ignorar su presencia en cualquier lugar donde esté."
Tomando con unos extraños modales para tratarse de un adolescente, Elizabeth clava sus ojos en su compañero de clases, al tiempo que también sorbe su café con leche.
—¿Y bien?
—¿Bien qué?
—¿A que venimos aquí? ¿Creí que no te gustaba esta clase de lugares tan abarrotados de gente?
—¿Cuándo es el partido de William? —Alejandro cambia de tema repentinamente, pero imperturbable en su comportamiento como si ambos temas estuvieran relacionados.
—Mañana—responde Elizabeth confundida por el extraño comportamiento de su compañero.
—Así que mañana...—dice pensativo mirando a la cancha cubierta de lluvia.
—¿Qué pasa?
"Es mejor acabar con esto antes de que se salga de control la situación."
—Olvídate de nuestro reto—Soltó de la nada Alejandro muy serio enfrentando a Elizabeth.
—¿Eh? —sorprendida no pudo decir más antes de que el Rey del campo continuara con su discurso.
—Olvídate de lo que dije con respecto a ese chiquillo, es mejor no hacer algo de lo que nos podemos arrepentir.
—Pero...
—Y en cuanto a nuestro desafío original, me retiro, tú ganas.
Contemplando sin habla la relajación de Alejandro al pronunciar estas palabras, la joven frente a él trataba de leer entrelíneas la verdadera intención que se escondía detrás todo, no obstante, en ese momento la persona frente a ella era una muralla inaccesible y justo cuando trataba de indagar de la forma tradicional (cuestionándolo hasta encontrar la respuesta), un tercero apareció en escena.
—¿Les importa si me les uno?
—¿Felipe? —Felipe Ramírez aparecía con su habitual copete hacia arriba, su uniforme perfecto sin ninguna arruga, sus gafas finas negras y su sonrisa simpática que te hacía querer hablarle.
—¿Quién eres? —aunque su don de gente estaba lejos de funcionar con la muralla antipática que era el rostro del protagonista de esta historia.
—Oh qué descortés he sido con su majestad, mi nombre es Felipe Ramírez Álzate, estudiante de grado once en el salón 11-B—se presenta para tomar asiento sin el consentimiento de los 2 adolescentes sentados en la mesa.
ESTÁS LEYENDO
EL SUEÑO DE UN PRODIGIO
Teen FictionAlejandro Ordoñez Salazar era considerado como la mayor promesa del fútbol colombiano ganando 4 campeonatos nacionales consecutivos con su legendario equipo el Quindío Spurs. Sin embargo, cuando se encontraba en su mejor momento desapareció. Dos a...