Los estudiantes de once charlan como lo haría cualquier grupo de adolescentes durante el cambio de clases a la espera de la llegada de su profesor, aunque inevitablemente desvían su mirada a mi paso, conscientes de que no pertenecía a su manada. Incluso siendo conocida por la mayoría de ellos no es nada cómodo pasar por en medio de un grupo de personas mayores que tú, es como si te miraran por encima del hombro y esa sensación gracias a Alejandro, me enoja un montón.
—¿Dónde estará ese chico? ¿De qué salón era? —quizás le debería preguntar a alguien, después de todo Felipe también es reconocido en todo el colegio, de hecho, para muchas personas es el más inteligente del colegio Esperanza. Lástima que no somos de la misma edad para demostrarle la inteligencia del género superior en su máxima expresión.
—¿Buscabas a alguien? —justo en las escaleras del tercer piso, subiendo tranquilo, él aparece con un montón de papeles, su copete parado y sus lentes, acompañado del uniforme de diario tenía toda la pinta de un estudiante de excelencia.
—Hasta que por fin apareces.
—¿Oh y ese milagro que la increíble Elizabeth busca a un plebeyo como yo? —pregunta apartando un poco su rostro de la carga que lleva.
—Vas a empezar con la estupidez de Santiago?
—Nah, no me gustan los triángulos amorosos, no obstante, si estás interesada puedo darte una oportunidad.
—Idiota.
A pesar de ser sólo unos 5 cm más grande que yo, estando frente a frente parece todo un adulto, igual que ese perturbado que es todo un gigante (aunque él sí me saca unos buenos 15 cm, pero esa es otra historia).
—Bueno, dejando las bromas, ¿qué te trae por aquí? —dice mientas avanzamos por los pasillos en dirección a su salón.
—Es sobre lo que tú ya sabes.
—¿Qué sucedió?
—Necesito que me ayudes con un pequeño asuntito—asintiendo en comprensión me pide que entre a su salón de clases para repartir las copias que lleva y aprovechando que su profesor de esta hora va estar ausente, le explico la situación con mucha calma.
—Entiendo—responde Felipe sosteniendo su cabeza sobre su mano derecha pensativo.
—¿Qué recomiendas?
—Antes de nada, me gustaría hablar con el chico—viendo la seriedad detrás de esas gafas, es imposible negarse.
—Muy bien.
Las horas corrieron y la hora del descanso llega para dar paso a los persistentes intentos de William que otra vez es incapaz de acercarse a su objetivo.
—¿Otro día desperdiciado? Sé que es muy pronto, pero con cada día que pierdes en un simple ejercicio como éste, menos será tu progreso para el inicio del campeonato—declara Alejandro con su habitual tono arrogante.
—¡Es muy fácil decir eso cuando eres infinidad de veces superior a mí! —frustrado y cansado, William ya no sabía qué más podía usar contra el perturbado.
—¿Qué no te dije cuál era tu oportunidad?
—¡ES LO QUE TRATO DE HACER!
—Pues no lo estás haciendo nada bien.
—¡Ya cállate!
Te comprendo pequeño, tratar con ese sujeto es lo más desesperante que puede haber, aunque peor para ti que estás batallando en un campo el cual él tiene completamente dominado. Persiguiendo a su presa de todas las formas posibles, trata de encontrar alguna apertura, no obstante, los movimientos elegantes de Alejandro son tan implacables que logra escabullirse sin ningún problema. Esto es como jugar al gato y al ratón con Usain Bolt, sin embargo, a diferencia de ayer, los ataques de William no son tan simples y obliga al perturbado mental a buscar diversas formas de esquivarlo, ¿se habrá dado cuenta de algo? ¿De verdad pudo progresar en tan sólo un día?
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EL SUEÑO DE UN PRODIGIO
Novela JuvenilAlejandro Ordoñez Salazar era considerado como la mayor promesa del fútbol colombiano ganando 4 campeonatos nacionales consecutivos con su legendario equipo el Quindío Spurs. Sin embargo, cuando se encontraba en su mejor momento desapareció. Dos a...