CP 7 PARTE 9: WILLIAM

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¿Alguien me quiere explicar por qué estoy cargando un montón de cajas pesadísimas a la cancha de fútbol? Está bien que es un favor para Elizabeth, pero de lo que va del día no la he visto y sólo he estado siguiendo órdenes de una desconocida y su... ¿novio? Sé que son parte del club de periodismo, pero nada más allá de eso, me sacaron del salón de clase y me han tenido de aquí para allá sin ninguna explicación, lo cual no está mal, a menos de que estos sean unos preparativos para hacer volar las gradas durante el partido, en cuyo caso debería ir averiguando quién me puede conseguir un pasaporte falso a otro país.

—Aquí está bien.

—¡Por fin!

—Qué precario estado, mira lo bien que lo hace mi queridísimo Ignacio—señala la presidenta del club de periodismo al chico de 9° que nos acompaña en silencio bastante nervioso.

—Él sólo está llevando unas bolsas.

—Pues claro, él es un peón más valioso que tú.

—¡No soy un peón!

—Eso dices, pero haces caso a las órdenes de Elizabeth sin rechistar.

—Porque le debo mucho.

—Igual no cambia tu rol cómo peón, pongas el adorno que pongas sigues siendo alguien sin voluntad aquí, a menos que quieras qué Elizabeth te considere cómo algo más.

—¡! —tengo que admitir que sería muy triste si ella sólo me considera cómo un niño al cual molestar. ¡No, no, no, es imposible!

—Te comprendo, Ignacio también se ha esforzado mucho por ganarse mi corazón y hasta ahora lo ha hecho bien, aunque le falta iniciativa—animada y alegre golpea en el hombro al chico tímido que simplemente agacha la cabeza, rojo como un tomate después de los peculiares comentarios de nuestra compañera de último grado, haciendo imposible creerme que sean estudiantes mayores.

Definitivamente prefiero mi relación con Elizabeth, ¡su amabilidad no tiene límites! ¡Es perfecta en todo sentido de la palabra!

—¡Ya sé! Puedo ayudarte con eso.

—¿Ah?

—Oh, parece que tienen todo listo—apareciendo junto a su amigo Santiago, Elizabeth lucía como la musa de cualquier pintor con su elegante y perfecto uniforme de diario.

—Hablando del rey de roma.

—¡¿Eh?!

—¿Qué pasa?

—Nada, hablábamos de temas del corazón con tu amiguito—me avienta al aire la presidenta del club de periodismo que sonríe de oreja a oreja cuando volteo a verla llena de pánico.

—¡¿Estás enamorado William?!

—¡¿Uh?! Es-esto... n-n-no en este momento—¡deja de sostenerme las manos! ¡Eso puede producir un infarto a un joven puro como yo!

—¡No seas así! Dímelo, por fis.

—Yo...

¡DIOS AYUDAME!

—Deja de presionar al chico Elizabeth, es obvio de quién se trata—por fin habla el amigo rubio de Elizabeth deteniéndola.

—¿Ah sí?

—Sí, te lo diré en otro momento.

¡Muchas gracias!

—Por ahora, en agradecimiento a tu trabajo te permitiremos ver el partido junto a nosotros en la transmisión—agrega el propio Santiago que luce muy serio al respecto.

EL SUEÑO DE UN PRODIGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora