CP 7 PARTE 7: ALEJANDRO

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Nada era diferente, Verónica me levantaba animada, yo respondía con mi desinterés habitual, el clima era fastidioso. No había nada que indicase que fuese un día especial para mí ni siquiera mis pensamientos se enfocaban en el importante suceso que ocurriría en pocas horas.

—Llegó el momento.

—Sí.

—¿Quieres que te lleve?

—Ok.

—¿No te importa llegar tarde?

—Nah.

—Entonces ya me alisto.

Solamente cuando me quedé apoyado en la entrada de la casa, observando el amanecer en espera de Verónica, fue que todo comenzó a fluir.

"-Sé que encontraras la respuesta que buscas."

Tantas cosas por decir, tantas promesas incumplidas, tantas ilusiones rotas, no había forma en que pudiese disculparme por todos los errores que había cometido hasta la fecha y la carga que me había vuelto para las personas más preciadas que he tenido.

"Lo mínimo que puedo hacer es volver a intentarlo, por ella y por todos."

Por muy pesimista y podrido que estuviera, jamás había sido el tipo de persona que le gustara lastimar a los demás, todas mis acciones siempre estuvieron dictadas por mi ideal de hacer lo mejor para todos y fueron las que los llevaron a la precaria situación en la que terminaron.

"Carla, Carmen, Santiago, papá, mamá, Verónica, Daniela, profesor Suarez y los muchachos, no saben cuánto siento lo que pasó, no saben cuánto lamentó lo que mi estupidez causó."

Incluso estuve a punto de perder mi humanidad, una vez que supe que lo perdí todo en vano.

"El enano y la fujoshi vieron una esperanza en un destino que para ellos es totalmente adverso, ¿por qué no podría también encontrar esa esperanza?"

Escéptico y realista, siempre he sido así, no podía cerrar los ojos y tirarme al abismo con la fe de que algo en verdad cambiaría, pero ya no me quedaba absolutamente nada a lo cual aferrarme más que ese sentimiento que le dio color a mi gris existencia.

"Por favor Dios, qué esta sea la decisión correcta."

En silencio y soportando el habitual frío de la madrugada, no pude evitar reírme de mi situación.

—Qué estúpido, al final si es la decisión correcta o no, depende exclusivamente de mis acciones.

—¿A quién le hablas? —preguntó Verónica al salir de la casa con los ojos bien abiertos al encontrarme hablando solo.

—A mí.

Verónica parpadeó varias veces tratando de encontrarle explicación a mi "particular" respuesta.

—Definitivamente nunca podre comprenderte.

—¿Acaso necesitas hacerlo? Eso no cambia el hecho de que seamos hermanos.

—Nop, sin embargo, ayudaría mucho.

—¿Ayudaría en qué?

—A serte de utilidad en momentos tan importantes como este.

"¿Por qué te pones tan seria de repente? A pesar de ser tan demandante y agresiva, también tienes tu encanto."

Viendo cómo espera mi respuesta preocupada y llena de dudas, entiendo que no soy el único que tenía remordimientos por lo que había ocurrido en esos últimos años, aunque seguía sin ver el por qué, si fui yo el que se equivocó. Al final por mucho que entendiera cosas mucho más complicadas, seguía sin ser capaz de entender lo más simple.

—Con lo que has hecho es más que suficiente—le dije a Verónica con una sonrisa para tranquilizarla.

—Pero...

—Esta es mi batalla, lo único que necesitaba era un empujón que me hiciera reaccionar de una buena vez, el resto depende de mí.

Por eso rezar a Dios era una estupidez, él y Verónica habían hecho lo que tenían que hacer. Esperar que todos tus problemas se resuelvan de la nada, es el error del humano moderno, ese fue el error que me llevó a perderme en lo más profundo y bajo que puede caer un ser humano sin drogarse o caer en otros vicios.

—¡Jajajajaja! ¿Qué es eso? ¿Haciéndote el genial?

—Puede que sí—respondí a Verónica alegre.

—Pues adelante, la arena lo espera señor gladiador.

—Sí.

Sin darle más vueltas al asunto, ambos subimos al auto con una sonrisa, yendo directo al incierto y desconocido futuro.

EL SUEÑO DE UN PRODIGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora