CP 1 PARTE 4: ELIZABETH

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Esos ojos azules paralizan cada musculo de mi cuerpo, su presencia, toda su persona, esta sensación de inquietud que provoca en mi interior, ¿qué clase de sentimiento es este? ¿Quién es este chico?

—¿Y bien? ¿Dónde está mi dinero? —demanda estirando su mano.

—¿Es-estás hablando en serio?

—¿Qué me ves cara de payaso?

—Esto es muy raro.

—¿Qué es exactamente raro? Por si no te has dado cuenta este es el mundo real, aquí no hay superhéroes que arriesguen su culo por desconocidos que no tienen nada que ver con ellos, y los que hacen cosas tan estúpidas como esas al menos les pagan un salario aceptable, así que simplemente te estoy pidiendo lo justo por hacer la fastidiosa tarea de salvarte el pellejo—el tono de su voz es apagado y su mirada fría como la de ninguna otra persona que haya podido conocer, acompañado por la maldita lluvia que parece querer joder mi existencia, hacen una ambientación perfecta para una película de terror.

-¿Fastidiosa tarea? ¿Qué quieres decir con eso?

—Son las 9 y media de la noche, estoy cansado, tengo hambre, estoy de un pésimo humor y aunque esté haciendo un clima agradable, la verdad es que no me gusta emparamarme la ropa por una chica imprudente.

—¿Y qué hacía? ¿Dejarme manosear?

—Si no hubieras jugado a hacerte la karateka, bastaba con que yo apareciera para que el tipo se perdiera. Pero complicaste las cosas poniéndolo como un toro loco sediento de sangre.

—...

—Si no intervenía, ese sujeto te hubiera dejado la cara vuelta mierda en el mejor de los casos.

—Ese precio valía la pena si lograba defender mi dignidad.

—¿Cuál dignidad? Las relaciones sexuales hoy en día han perdido su significado, tanto así que las parejas jóvenes tornan su estabilidad en base a cuanto placer sienten en la cama, por lo que perder tu primera vez con el calvo de Brazzers tampoco es que signifique mucho si pasas un buen rato.

—¡CALLÁTE!

¡¿Qué clase de enfermo es este tipo?! Casi que por reflejo golpeo su rostro con la palma de mi mano derecha, pero él sigue inmutable

—Buena cachetada.

La calma con la que se lo toma me deja sin palabras, haciéndome caer en cuenta de lo irracional que estoy siendo en este momento.

—L-lo siento, yo...

—Descuida, sé que es mi culpa, mi sentido del humor no es muy bueno después de todo, nunca he sabido cómo construir un chiste.

¡¿Era un chiste?! Es muy difícil identificar sus intenciones cuando nunca cambia esa expresión de muerto viviente, además, ¿qué clase de persona hace un chiste de tan mal gusto con alguien que acaba de conocer?

—Sí, lo noté—es muy difícil tratar de ser amable con alguien que te recomienda dejarte acosar.

—La cuestión aquí es mi dinero.

¡¿Sigue con eso?!

—Lastimosamente no tengo 100.000 pesos conmigo para darte.

—Los puedes ir pagando por cuotas.

—¿Sabes? Cada segundo que pasa siento que es más difícil tomarte en serio.

—¿Por qué? Pienso que mi porte es bastante serio.

—Sí, pero no dejas de hacer comentarios raros y ni siquiera te has presentado

—Tú tampoco.

De repente toda la intensidad alrededor de él desaparece, dejando solo la imagen de una persona muy rara, ausente del mundo que dice lo primero que se le viene a la cabeza sin pensar en las consecuencias de sus palabras.

EL SUEÑO DE UN PRODIGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora