52| Me inspiras

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Escribo en mi cuaderno los últimos versos de Inmortal, una canción que empecé a componer hace algunos meses

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Escribo en mi cuaderno los últimos versos de Inmortal, una canción que empecé a componer hace algunos meses. Llevo más de una hora repasando la melodía con el ukelele, por lo que decido tomarme un descanso. Estoy tratando de ser menos exigente conmigo misma. Sobre todo ahora que mis energías están enfocadas en la convocatoria abierta de la escuela de música. Echo de menos a Alai, pero me alegra que no se haya quedado. Ya era momento de que emprendiera vuelo, aun si yo no iba con ella en el asiento del copiloto.

Las audiciones del concurso cerraron hace tres semanas y tras ellas inició la competencia. Tanto Jake como Alai se encuentran dentro, solo que en diferentes equipos. Los dos superaron la primera ronda, en la que cada uno compitió contra dos participantes. En los cuartos de final, el número de competidores se redujo de forma considerable y para la semifinal quedaban menos de la mitad. No hay noche que me pierda el programa, mucho menos ahora que ambos han calificado a la gran final. Todavía falta una semana para ella, pero no puedo pensar en otra cosa.

Hablo con Jake y Alai todos los días, ya sea antes de que debuten en el escenario o luego de las clases que tienen con sus respectivos entrenadores. Mi amiga se pone cada vez más nerviosa conforme avanza la competencia. Él hace todo lo posible por tranquilizarla, mas sé que también se le acelera el pulso cuando lee las apuestas que hace la gente en redes sociales. Oliver y su padre también siguen de cerca la competencia, aunque el señor Blas parece controlar mejor su nerviosismo.

Mi novio me espera en su casa esta tarde. Está obsesionado con un nuevo proyecto y prometí que le echaría una mano. Me encanta verlo tan entusiasmado. Empaco mi ukelele en mi mochila para tocar algo de música y reviso que los bolsillos para asegurarme de que esté mi gas pimienta. No obstante, la botellita resbala de mis manos y cae al suelo, de donde la recoge mi madre, a quien se le borra la sonrisa.

Trato de recuperarlo, pero lo aleja de mí enseguida y retrocedo al percatarme de su ceño fruncido. Permanece de pie junto al marco de la puerta. No debí dejarla abierta. Pensé que pasaría la tarde atendiendo en la ferretería. Acabo de meterme en problemas.

—No puedo creer que sigas usando esto, ¿acaso no aprendiste nada después que te suspendieran en la escuela? Tuve que suplicarle a la directora que no te extendiera el castigo una semana.

—Claro que lo hice. Aprendí que muchos prefieren proteger al agresor en vez de exigir justicia por la víctima. —Decirlo en voz alta hace que se sienta mucho más real y eso no me gusta nada—. La culpan a ella en un intento de convencerse a sí mismos de que la violencia de género se puede prevenir evitando usar cierta vestimenta o salir a una determinada hora.

—¿Y no piensas que tienen razón? Es muy sencillo. Si las mujeres no quieren que las cosas terminen mal para ellas, simplemente deben escoger mejor a sus parejas o amistades.

Siento que sus palabras estas se me clavan como puñales en el pecho. Ella está al tanto de lo sucedido con Dan. Sabe que me enamoré y que deposité en él mi confianza. Todo para que al final la traicionara por completo y tratase de robarme mi libertad. Llegué a creer que nunca sería suficiente y comenzó a odiar mi propio cuerpo, como si el problema estuviese en mí. Salí muy herida, pero al parecer mamá piensa que la que falló fui yo por no darme cuenta en primer lugar de la clase de persona que era.

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