22| Ajuste de cuentas

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Desde la ventana de mi habitación, veo cómo bailan frente al cartel de hamburguesas del vecino con una conocida canción de Alejandra Guzmán de fondo

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Desde la ventana de mi habitación, veo cómo bailan frente al cartel de hamburguesas del vecino con una conocida canción de Alejandra Guzmán de fondo. La clase de danza empezó con Señorita de Shawn Mendes y a esta le siguió una cumbia de Armonía 10. Esta se desarrolla en medio de la pista, así que deben apartarse cada que pasa un automóvil y este les toca el claxon.

No puedo evitar ponerme a tararear la letra, con la cual desearía no sentirme identificada. Leia yace echada en mi cama y no para de mirarme. Puede que se pregunte si me hace falta un tornillo o la ferretería entera, pero no dice nada. Sería extraño que lo hiciera. Y además, me daría un poco de miedo.

—Si fui ingenua al pensar que amarías igual con la misma fuerza de un huracán. Fue mi culpa al final el quererte... Aguarda, ¿culpa mía por qué? —Me giro hacia Leia, quien ni siquiera entiende de lo que hablo—. Él es quien hizo todo mal.

Dejo de cantar cuando la canción llega a la parte del coro. En ese entonces, aparece ante mis ojos el color violeta. Sin embargo, llaman a la puerta de mi habitación y el amarillo irrumpe en mi campo de visión producto del ritmo que marcan los golpes. Al abrir, me encuentro con Jake y Leia abandona mi cama de un salto para acercarse a saludarlo.

—Perdón si interrumpo sus lecciones de baile. Tu madre me dejó entrar y Darlene me avisó que estabas aquí —explica mientras le acaricia la cabeza a Leia, quien parece haberlo echado de menos—. No dudo de sus habilidades para la danza, pero creo que sería mejor entrenarla para que le arranque la mano a un par de idiotas.

Se gana mi completa atención con eso último. Solo se me ocurre una cosa. Oliver prometió hablar con él cuando viniese de visita. No obstante, decido tantear primero el terreno por miedo a estar en un error y meter la pata.

—¿De quiénes hablamos?

—De los que le hicieron la vida imposible a mi mejor amigo.

Expulso un suspiro. Así que lo sabe y por cómo se le borra su sonrisa, deduzco que enterarse le ha dolido tanto como a mí.

—¿Oliver ya te lo contó todo?

—Me dijo que tú también lo sabías, por eso vine a buscarte —admite sin dejar de acariciar a Leia. Conforme lo hace, la tensión en sus músculos se reduce—. La impotencia no me cabe en el pecho ahora mismo. Oliver sufrió en silencio durante años y yo no tenía ni la más mínima idea. Ahora lo sé, pero el daño ya está hecho y no puedo volver el tiempo atrás para evitar que pase por esto.

—Entiendo cómo te sientes. —Jake levanta la mirada hacia mí y percato del modo en que eso ha sonado. No quiero que crea que he estado en su mismo lugar, así que desvío el tema—. También me enfadé muchísimo cuando lo supe, pese a que ya lo sospechaba. Pensé que tú estabas al tanto de lo sucedido hasta que me pidió que no te lo contara porque quería hacerlo él.

—Tú lo viste discutiendo con un chico en el parque y escuchaste toda la mierda que le decía, ¿no?

Asiento, aunque me pesa recordarlo.

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