5| La voz de las que ya no están

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La noche anterior al día esperado, me las ingenio para colarme en la oficina de papá antes de que vuelva del trabajo y saco mi ukelele del cajón que Darlene me indicó

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La noche anterior al día esperado, me las ingenio para colarme en la oficina de papá antes de que vuelva del trabajo y saco mi ukelele del cajón que Darlene me indicó. Lo escondo en mi habitación hasta la mañana siguiente, que es cuando llega el momento de llevármelo oculto en mi mochila. Por suerte, mis padres no lo notan y camino hacia la escuela con Darlene y Alai, quien nos espera en la misma esquina de siempre y trae consigo la caja de pañuelos que repartiremos en la marcha.

Una vez en el colegio, dejo a mi hermana en su salón y después me dirijo al mío, donde finalmente puedo sacar mi ukelele. Afino sus cuerdas en lo que aparece la profesora de Miranda. Al cabo de unos minutos, ingresa y nos saluda cordialmente mientras se instala en el escritorio para dar inicia la segunda clase de la semana.

—Cristel. —Me pongo de pie al escuchar mi nombre—. ¿Estás preparada o deseas unos repasar tus apuntes un momento?

—Estoy lista —le aseguro y mi mirada viaja sin querer a la parte trasera del aula, donde se encuentra de Oliver. Este me sonríe, lo cual, por algún motivo, me fortalece—. Alai me ayudará con el cambio de diapositivas a lo largo de mi exposición y mi compañera Maritza grabará mi presentación si le parece bien.

—No hay problema, claro que puede hacerlo.

A mi costado, la aludida le da las gracias y procede a sacar su móvil. Le pedí el favor ayer en clase, a lo que accedió sin poner excusas. Ambas nos conocemos desde el año pasado y nos hemos juntado varias veces para realizar algunos trabajos. Maritza espera a que Alai y yo proyectemos la presentación para levantar el pulgar, indicándome que puedo empezar. Llevo puesta una camiseta púrpura con el eslogan de «ni una menos» escrito con letras blancas, con la que planeo asistir más tarde a la manifestación.

—¿Alguna vez se han preguntado qué celebramos el ocho de marzo? Varios lo consideran la fecha ideal para festejar el hecho de ser mujer, pero, ¿qué implica esto exactamente? —cuestiono sin obtener respuesta—. ¿Acoso callejero, agresiones sexuales y que muchas veces nuestras vidas terminen en un feminicidio? Ser mujer no debería ser sinónimo de ser violentada, pero hay quienes hacen que así sea y no tenemos que estar felices por ello.

» La violencia hacia nosotras no comenzó en 1908. Sin embargo, ese año un grupo de mujeres decidió a alzar la voz y protestó por mejores condiciones laborales en la fábrica Cotton en Nueva York. —Señalo la imagen que figura en la actual diapositiva, pues ilustra aquel suceso—. Exigían mejores condiciones laborales, un aumento de sueldo, menos horas de trabajo y el cese de la explotación infantil. Emplearon la consigna «Pan y Rosas» debido a que lo primero simbolizaba estabilidad económica y lo segundo, una mejor calidad de vida. La historia se repitió el 8 de marzo de 1911, cuando se produjo un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist y murieron más de un centenar de trabajadoras, en su mayoría, inmigrantes. Estas no pudieron escapar, ya que los responsables del lugar solían cerrar todas las salidas. Todo esto impulsó a las mujeres a continuar con la reivindicación de sus derechos.

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