25| Un nuevo sentimiento

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Ya no lo soporto

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Ya no lo soporto. La extraño.

Jake se marchará dentro de unos días y volverá a estar presente en mi vida solo a través de una pantalla. A excepción de papá, no poseo a nadie más aquí, ¿con quién hablaré entonces? Cristel era lo más parecido a una amiga que tenía y temo haberlo estropeado. Estoy dispuesto a pedirle perdón en todos los idiomas de ser necesario y también a alejarme de ella si así lo desea. Después de devolverle su ukelele, claramente.

Terminé de personalizarlo hace unos días y pienso regresárselo hoy. Planeaba hacerlo mucho antes, pero dudaba que le apeteciera verme. Puede que todavía siga enojada conmigo y no quiera saber nada de mí, mas necesita que le devuelva su posesión más valiosa. Especialmente en estos momentos, donde muy de seguro sus ganas de sonreír se hayan ido por el drenaje. Y todo por culpa mía.

Aunque se esforzó por no demostrarlo, sé que la lastimé. Me bastó con observar sus ojos llenos lágrimas para sentirme como la peor basura del mundo. Entendería si quisiera tomar distancia. De hecho, esperaba que se aburriera de mí al poco tiempo. Pero eso no significa que no vaya a echarla de menos. Amaba la forma en que se veía su mano entrelazada con la mía. Comenzaba a acostumbrarme.

Ha caminado a mi lado tantas veces que me resulta extraño dirigirme a su casa solo. Su calle carece de alumbrado público esta noche, a diferencia de la siguiente cuadra. Aun consciente del riesgo que corro de sufrir un asalto, no me atrevo a llamar al timbre y espero afuera, aunque desconozco a qué. No saldrá si no sabe que vine a buscarla y tampoco me animo a enviarle un mensaje.

Para mi suerte, al cabo de unos minutos pasa frente a mí y dado que mi voz se esconde en algún lugar recóndito de mi garganta, la tomo de la muñeca. Mala decisión. Cristel se sobresalta y me clava en el cuello la parte dentada de una llave, de modo que la suelto enseguida.

—¡Oliver! ¿Estás bien? No sabía que eras tú. Estaba tan oscuro que... Debí haberme fijado mejor. Lo siento, yo... —Me llevo una mano a la zona afectada y Cristel se acerca para examinarla. La piel me arde, mas no siento que haya rastros de sangre—. No quise hacerte daño. O sea, sí, pero porque creí que alguien me... —Agradezco que no termine la oración. No me apetece ni imaginarlo—. Piensas que soy una exagerada, ¿no?

Niego de inmediato.

—Me han dado golpes peores, descuida —desdeño, aunque eso no parece aliviarla en lo absoluto—. Es lamentablemente normal que tengas miedo. Normal porque, con todas las cosas que les ocurren a las mujeres todos los días en cualquier lugar, entiendo que te asuste ser una cifra más. Lamentable en el sentido de que no deberías sentir temor de salir de casa y no volver. Tampoco de ponerte la ropa que te gusta como si eso determinara si sufres acoso o no. Nada de ello debería atemorizarte, ya que, en primer lugar, ni siquiera debería suceder. No estoy enfadado contigo porque te hayas defendido, me tranquiliza de cierto modo que sepas hacerlo. Estoy enojado porque ustedes tengan que vivir así.

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