44| Las brujas que sobrevivieron al fuego

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Durante la Edad Media, se solía quemar vivas a las personas

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Durante la Edad Media, se solía quemar vivas a las personas. Sobre todo a las mujeres, quienes eran acusadas de brujería.

La sociedad las consideraba criaturas inferiores y poco inteligentes, por lo que creían que podían dejarse influenciar por el diablo con mayor facilidad. Se las percibía como seres engañosos y defectuosos que, en muchas ocasiones, representaban un peligro para la comunidad, lo cual justificaba su asesinato.

Con frecuencia, se acusaba de brujería a las mujeres de gran belleza, pues se pensaba que podían apartar a los hombres del camino del bien con sus encantos sobrenaturales. También se condenaba a aquellas que poseían el cabello pelirrojo, que utilizaban cosméticos, que tenían lunares grandes en el rostro, que se interesaban por la ciencia, que conocían idiomas extranjeros, que se identificaban como lesbianas, que se comportaban de forma atrevida o que, de alguna u otra manera, simbolizaban una amenaza para los habitantes. La lista de pecados era larguísima y la Inquisición se encargaba de perseguirlas.

Esta institución eclesiástica fue fundada por el Papa Lucio III a fines del siglo XII. Los inquisidores iban de pueblo en pueblo en busca de herejes y apóstatas. Cada vez que llegaban a uno, anunciaban un plazo de misericordia. A las brujas y a los hechiceros que confesaran y se entregaran junto a sus cómplices se les concedía una sentencia atenuada. Cuando este terminaba, por miedo a que los excomulgaran, los pobladores acusaban a los vecinos de quienes sospechaban.

Según Geoffrey Scarre, investigador de la Universidad de Durham, el 80% de los acusados de brujería eran mujeres y pasaban por un juicio donde se determinaba su condena. Esta podía ser la cárcel, el exilio o la pena capital mediante alguna tortura. En muchos casos, se las inducía al llanto para demostrar su inocencia en una conocida «prueba de lágrimas» que incluía una violencia física brutal. Esto porque se creía que habían perdido la capacidad de llorar debido a un pacto con el diablo. A veces incluso las obligaban a sacar un objeto sumergido en un caldero de agua hirviendo como acto de fe.

Intentaban arrancarle una confesión a la supuesta bruja a través de una amplia serie de torturas. Sin embargo, se les otorgaba la misericordia de ser ahorcadas o estranguladas si se arrepentían antes de su ejecución. De lo contrario, eran quemadas vivas en la hoguera. Se estima que, durante la caza de brujas, fueron asesinadas cerca de 40 mil mujeres.

La gente no soportaba que ellas comenzaran a tener mayor conocimiento sobre la reproducción humana y el embarazo. Algunas se encargaban de dirigir el parto, labor que creían que debía reservarse para un médico varón. Les molestaba que las mujeres ganasen cada vez más terreno y ocuparan los mismos espacios que los hombres. Muchas acusadas de brujería eran perfumistas, consejeras, curanderas o ejercían algún oficio en que pusieran en práctica sus conocimientos sobre la ciencia.

En lugar de felicitarlas por sus innovaciones científicas y utilizar sus aportaciones medicinales en beneficio de los habitantes, a la sociedad no se le ocurría mejor idea que hacerlas arder en llamas. No cabía en su mentalidad cómo una criatura supuestamente inferior como la mujer podía albergar tanta inteligencia, así que les parecía más lógico asociarla a un pacto con el diablo.

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