6| Te quiero libre

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Emprendo el camino de regreso a las seis de la tarde, cuando la marcha ya casi se ha dispersado

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Emprendo el camino de regreso a las seis de la tarde, cuando la marcha ya casi se ha dispersado. Al llegar a casa, oigo la voz de mamá en la segunda planta, hablando por teléfono con el proveedor de la ferretería para ordenar nuevos materiales. Mi hermana sube los escalones de dos en dos, pero se detiene al percatarse de que no la sigo. Solo cuando le hago un gesto para que continúe sin mí, me deja sola.

Escucho murmullos, por lo cual me aproximo a la cocina. Aunque mi parte racional me pide que me marche, pues sabe con antelación que no me gustará nada de lo que sea que esté sucediendo.

—Tu esposo te fue infiel, porque tú descuidaste la relación. Si no hubieras estado tan enfocada en tu trabajo y te hubieses dedicado a las cosas del hogar, no se habría visto obligado a engañarte.

La forma en que mi abuela le habla a mi tía me repulsa por completo. Ambas discuten en la sala mientras toman el té de la tarde, en tanto yo permanezco oculta detrás de la pared que las separa del recibidor. Sin embargo, más que una pelea, parece simplemente una charla, ya que la primera ataca y la segunda se limita a soportar el peso de los comentarios hirientes de la otra, como si en el fondo creyese que tiene razón. Y yo quiero decirle que no. Que la culpa no recae en ella, sino en alguien que actuó de un modo egoísta y sin la menor responsabilidad afectiva, pues eligió reemplazarla y tirar a la basura todo el tiempo que pasaron juntos cual cúmulo de desperdicios.

Cuando descubrí que Dan estaba con otra chica, mi mundo se vino abajo. Me sentí tan insignificante que pensé que nunca sería suficiente para nadie. Conozco esa sensación demasiado bien y odiaría que ella se ahogase en el mismo océano del cual tuve yo la suerte de salir a flote.

—Sabes cuánto me esforcé porque me dieran ese ascenso, mamá. Trabajé mi tesis durante tres años.

—Al final obtuviste lo que querías, pero perdiste a tu esposo en el camino. Le dedicabas mucho tiempo a tu maestría y te olvidaste de él. Era obvio que se buscaría a otra mujer, y no conforme con ello, la embarazó.

He oído la historia cientos de veces y sigo sin entender los motivos de una persona para lastimar a otra de esa manera, mas sí que comprendo el dolor de alguien a quien convencieron por la fuerza de que era imposible de amar. A mí me afectó bastante que Dan me reemplazara de la noche a la mañana. Hubiera preferido que terminase conmigo primero, aunque eso también me hubiera dolido. Y si yo todavía batallo con las inseguridades que me dejó una relación de seis meses, no me imagino lo que le habrá costado a mi tía superar un matrimonio de veinte años. Tal vez ni siquiera lo hace aún.

—¿Crees que influyó en algo el que yo tuviese problemas de fertilidad?

Lo único que influyó fue la falta de decencia del atorrante que la engañó.

—Claro que lo hizo. Tú no podías darle la familia que quería. Quizá si estuvieses en buenas condiciones, te sugeriría volver a intentarlo con alguien más. Aunque, para ser sincera, dudo que funcione —confiesa mi abuela y tengo que morderme la lengua para no gritarle que se calle—. Pero no te preocupes, siempre tendrás a tu madre aquí. No pienso abandonarte a tu suerte.

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