Para cuando termina la primera semana de clases, los maestros ya nos encargado una larga lista de tareas con las que logro cumplir gracias a la ayuda de Jake. No parece molestarle que me cueste un poco seguirle el ritmo, pues me explica el mismo ejercicio cinco veces hasta que lo tengo claro. Los profesores de mi antigua escuela solían cansarse de mí, por eso temía levantar la mano. No quería que quedar en ridículo delante de los demás, sobre todo si la mayoría aprendía a una velocidad mucho más rápida.
Hasta ahora prefiero pasar desapercibido y sentarme al fondo del salón. En más de una ocasión considero hablarle a alguien, pero no se me ocurre ningún tema de conversación. No obstante, el día lunes a última hora, cuando el maestro de Química ingresa al salón, empiezo a arrepentirme de no haberle puesto más empeño al hecho de socializar. Mi cuerpo entero entra en tensión al percatarse de lo que ha escrito en la pizarra: «proyecto grupal de ciencias».
—¡Presten atención, querubines! Les explicaré las bases del trabajo que equivaldrá el cincuenta por ciento de su calificación final. No será nada complicado. Seguro que muchos alcanzarán la máxima nota.
Jamás me acostumbraré a que nos llame así. A decir verdad, me cae bastante bien, pero, ¿acaso no puede refirirse a nosotros de una manera más normal?
—Elaborarán un experimento científico, el cual presentarán frente a la clase el próximo mes. Además de ello, redactarán una infografía, donde explicarán paso a paso su proyecto y contarán por qué lo escogieron. Trabajarán grupos de cuatro, ¿alguna pregunta?
Entrecierro los ojos y expulso un suspiro antes de encogerme en mi asiento. Aquí viene la peor parte. La mayoría forma grupo con sus amigos, pero a mí se me dificulta tanto hacerlos que nadie me escoge y el profesor termina poniéndome con quienes les falta un integrante.
No quiero volver a pasar la misma vergüenza, así que me armo de valor y me levanto de mi carpeta. Me aproximo al primer grupo de chicos que veo para preguntarles si pueden incluirme, mas retrocedo al no captar su atención. En tan solo unos minutos ya se han formado varios equipos, cuyos miembros apuntan sus nombres en una hoja de papel para luego entregársela al profesor. Para mi mala suerte, la mirada recae en mí antes de que pueda pensar en un plan de escape y deseo que la tierra me trague cuando lo observo acercarse.
—¿Todavía no encuentra un grupo de trabajo?
—Está conmigo, profesor. Haremos el proyecto de ciencias en el mismo equipo.
Cristel aparece a mi costado.
—Perfecto, les brindaré media hora para que coordinen entre ustedes y después iniciaremos con la clase de hoy. Mucha suerte, tigrillos.
Se marcha cuando un grupo de estudiantes lo llama, dejándome a solas con Cristel, quien me señala a las otras dos integrantes del grupo. Una de ellas es Alai y la otra me resulta familiar. Debo haberla visto antes.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...