19| Ganas de vivir

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El día del paseo escolar, Oliver me sede el asiento junto a la ventana del autobús, desde donde observo pasar los árboles a gran velocidad

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El día del paseo escolar, Oliver me sede el asiento junto a la ventana del autobús, desde donde observo pasar los árboles a gran velocidad. Escucho las voces de mis compañeros de fondo, pero mantengo la vista fija en la carretera. El abismo se halla del otro lado y aprovecho una curva para tratar de visualizar lo que hay abajo, mas no veo más que una vasta vegetación.

Con Oliver sentado a mi costado, el camino hacia el recinto arqueológico de Kuélap se me hace más corto. Me alegra haber podido convencerlo. Temía que se arrepintiera a última hora, pero fue el primero en llegar a la escuela. Creo que salió de casa sin desayunar, porque justo ahora se encuentra comiendo un sándwich.

—¿Crees que tres botellas de agua sean suficientes para no morir por deshidratado?

—Tranquilo, sin duda bastan para que te den ganas de miccionar y debas usar la naturaleza como baño público. Si tan poca fe te tienes, puedes montar a caballo hasta la cima.

—¿Para terminar cayendo al precipicio como mi bisabuelo? No, gracias.

Aunque me presta atención a mí, también permanece atento a lo que sucede a nuestro alrededor, pues voltea cada tanto para comprobar que todos en el autobús se hallen en sus asientos.

—Presiento que no estás nervioso solamente por el paseo escolar.

—Es la primera vez que salgo de mi zona de confort. Siento como si todo me asustara en este momento. Temo que se desate una tormenta y me parta un rayo. —Aquello me causa gracia, pero guardo silencio al notar que habla en serio—. No te rías, eso le ocurrió a mi bisabuela.

—Si sigo así acabaré yéndome al infierno detrás de ti.

—¿Yo por qué llegaría allí? ¿Por haberle gritado a un niño en el supermercado?

—Que seas virgo no justifica tu comportamiento.

—Claro, porque los sagitarios son mejores, ¿no?

—Busca algo malo sobre nosotros en el horóscopo. Ya verás cómo no encuentras nada.

Oliver se termina lo poco que quedaba del sándwich de un bocado y saca su móvil para entrar a internet. Presiento que me psicoanaliza por cómo me mira de reojo. Toma una bocanada de aire antes de comenzar a leer en voz alta lo que no me sé casi de memoria.

—Eres uno de los signos más optimistas y brillantes, de carácter aventurero e intuitivo. Tienes la mente abierta y siempre estás dispuesta a vivir experiencias diferentes y a conocer nuevas personas... —Frunce el ceño, como si algo no lo convenciera—. Aguarda un minuto, debe haber algún defecto tuyo por aquí.

—No gastes tu tiempo, tardarás muchísimo.

—¿De dónde ha salido esa actitud? Que por cierto, me encanta.

—He estado trabajando en mí misma —respondo con una sensación de orgullo. Creo que voy por buen camino—. Si me digo constantemente que soy insuficiente y que no valgo la pena, esa idea se me quedará grabada y me costará muchísimo borrarla. Caso contrario, si me recuerdo todos los días mis cualidades positivas. De esa manera, interiorizaré un diálogo saludable.

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