27| Sororidad

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Aunque acaba de confesarme sus sentimientos, temo que se aleje con brusquedad y que las cosas entre nosotros se tornen incómodas

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Aunque acaba de confesarme sus sentimientos, temo que se aleje con brusquedad y que las cosas entre nosotros se tornen incómodas. Durante los primeros segundos se paraliza por completo, mas no tarda en devolverme el beso con la misma intensidad. La unión de nuestros labios me acelera tanto el corazón que nace en mí el deseo de encapsular este instante para guardarlo bajo llave por siempre, con el objetivo de que ni siquiera el tiempo logre arrebatármelo.

Cuando nos separamos, pestañeo más de una vez solo para asegurarme de que esto no se trata de un sueño. Oliver mantiene cerrados los ojos y la frente pegada a la mía. No obstante, cuando llevo una mano a su pecho, él finalmente me mira y acaricia mi mejilla con la yema del pulgar. Lo hace con tanta delicadeza que si no estuviéramos en un lugar público podría quedarme dormida.

—Era verdad lo que decía el horóscopo de los virgos. Besan malditamente bien.

—Me alegra saber que no lo hice tan mal en mi primer beso.

Me alejo de golpe, pero no con mala intención, sino con sorpresa. Por suerte, Oliver no lo malinterpreta y se gira hacia adelante con una sonrisa. Lo jalo brazo para obligarlo a voltearse sin éxito alguno, porque continúa con la vista fija en el frente.

—¿Tu qué?

—No voy a repetirlo.

—Pero quiero oírlo de nuevo.

—Una lástima. Uno no siempre obtiene lo que quiere en la vida. —Se cruza de brazos cuando vuelvo a tirar del suyo, así que lo dejo en paz—. Bienvenida al mundo real. Aquí nuestros deseos no siempre se cumplen. Debiste prestarme mayor atención.

—De haber estado segura de que no me rechazarías, quizá lo hubiese hecho antes.

—Jamás te negaría un beso o un abrazo, Cris.

—¿Me prometes que no?

Como si quisiera sellar un juramento, esta vez es Oliver quien me besa. Me permite jugar con su cabello mientras mi mano libre viaja hasta su pecho, de modo que puedo sentir los latidos de su corazón. Pasados unos segundos, me separo de él y apoyo mi frente contra la suya. Nuestras respiraciones se entremezclan y acaricio su mejilla con mi pulgar.

—Me gustas mucho, Cris. Quizá pienses que me estoy adelantando, pero no creo que en el futuro vaya a enamorarme de alguien que no seas tú.

Me encanta que hable a largo plazo, pero también me da un poco de miedo. No quiero aferrarme a algo que no sé si sucederá o que puede terminar en cualquier momento.

—No te culparé si lo haces.

—Tú eres única en el mundo. Jamás encontré a nadie igual a ti. Me di cuenta de eso el primer día de escuela —revela y de repente me asalta el impulso de abrazarlo—. Nunca antes me había sentido a salvo con una persona que acababa de conocer.

—¿Y por qué quieres dibujarme?

—Porque adoro cada parte de ti.

Deposita un último beso en mis labios y abre su mochila, de la cual saca una hoja en blanco. En cuestión de segundos, inicia con el boceto y me debato entre quedarme quieta para no dificultarle el trabajo o continuar con la conversación. Siempre me siento cómoda hablando con él, pero en esta ocasión la forma en que mueve el lápiz me hipnotiza. Pese a que no observo con exactitud los trazos desde mi posición, me niego a apartar la vista de Oliver. Luce tan concentrado que podría jurar que ni siquiera parpadea.

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