24| La sombra del miedo

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Hundo la cuchara en la leche y me la llevo a la boca

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Hundo la cuchara en la leche y me la llevo a la boca. Hago ruido al masticar los cereales. Quizá más del que debería. Se trata del mismo desayuno de todos los días, pero esta vez no tengo apetito. Intento convencerme de que la discusión que mantuve con Cristel ayer no tiene nada que ver, mas cada que la recuerdo siento un vacío en el pecho. Ni siquiera levanto la mirada cuando Jake entra a la cocina y abre el repostero en busca de su taza para prepararse un café.

Sus ojos se posan sobre mí y creo que duda un poco entre hablarme o no. Sin embargo, al final esboza una sonrisa y me dirige la palabra. No entiendo cómo puede estar de buen humor.

—Buen día —saluda mientras se sirve un poco de agua—. Quise hablar contigo anoche luego de cenar, pero eran las once y asumí que ya estabas meditando. Sé que detestas las interrupciones y no deseaba que me echaras a patadas de tu habitación.

—¿Nunca has pensando en probar técnicas de relajación? Quizá te ayudarían a pensar antes de actuar.

Engullo otra cuchara de leche con cereal cuando temo haberme excedido. Odio discutir con él y detestaría comenzar el día así. Por fortuna, Jake se lo toma con diversión y suelta una risa. Nunca lo he visto enojado, así que me cuesta imaginarlo golpeando a alguien. Estaba seguro de que iría a confrontarlos, pero no esperaba que la situación escalara a instancias mayores.

Lo primero que pensó papá al verlo fue que habían intentado robarle y, a sabiendas de que insistiría en colocar una denuncia, mi primo no tuvo otra alternativa que contarle lo sucedido. Creo que se esperaba una reprimenda, lo noté cuando derramó por accidente su vaso de agua y por cómo movía nerviosamente la rodilla bajo la mesa. Sin embargo, en vez de ello, mi padre le sirvió una porción extra de budín de pan después cenar. Supuso que no me daría cuenta, pero lo hice. Planeaba reclamar mi ración adicional hoy, mas esta mañana salió temprano al trabajo y no alcanzó a desayunar con nosotros.

—Lo consideraré, aunque dudo que sentarme durante una hora en posición de loto sea lo mío.

Coge el frasco de café y vierte una cucharita en su taza mientras tararea una canción. Luce tan animado como todos los días. Al principio me asustaba que las cosas entre nosotros se volvieran incómodas después de nuestra discusión de ayer. Luego de que Cristel y Alai se marcharan, le reclamé el que agarrara mi celular sin permiso y revisara mis conversaciones de Instagram. Él actúa como si no lo recordase, pero en el fondo de seguro que lo hace, así que decido traer el tema de regreso.

—Respecto a lo sucedido anoche, te debo una disculpa.

—No solo a mí, Oliver.

—Lo sé —reconozco al momento en que me atraviesa una punzada de culpa. Me gustaría retroceder el tiempo para evitar que muchas palabras salgan de mi boca—. Lamento haberte gritado de esa manera. Entiendo que lo único que querías era que me dejaran en paz. Estabas preocupado por mí, tendría que haberlo valorado.

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