No puedo creer que Oliver se haya olvidado de su propio cumpleaños.
Cuando le propuse vernos el sábado, no esperaba que me pidiese dejarlo para después con tal de priorizar su sesión de meditación de la tarde. Decidí no recordarle que se trataba de un día especial con la fe puesta en que pronto se le refrescaría la memoria, pero han transcurrido tres días y comienzo a perder la esperanza.
Incluso Darlene se ha acordado y a pesar de hallarse enferma, colorea sobre su cama una tarjeta de felicitaciones para Oliver. Sabe que su padre nos invitó a mis amigas, a mí y a Jake a una pequeña celebración que se llevará a cabo hoy, por lo que me ha encargado entregársela. Este último no se halla en la ciudad, pero estará presente por videollamada.
—Deséale feliz cumpleaños de mi parte y que sean muchos más. Que viva hasta el año dos mil.
—Ese año ya pasó, Darly.
—Pues por eso.
Sonríe con malicia y le añade otro puñado de brillantina a la tarjeta. Ha escrito el nombre de Oliver con goma escarchada de color dorado, tonalidad que combina con el azul de la tarjeta.
—¿No que ahora te caía mejor?
—Sí, pero me gusta fastidiarlo.
—Ya veo.
Dibuja caritas felices con marcadores en la parte trasera de la tarjeta y añade su nombre al terminar. Su vista recae en Leia, quien duerme sobre la alfombra sin enterarse de nada y aunque ni siquiera ha participado de la decoración, la agrega en la dedicatoria. Después de ello, me muestra el resultado y la deposita la tarjeta sobre su mesa de noche.
—Listo, terminé. Tengo hambre. Iré por gomitas a la cocina.
Realiza el ademán de ponerse de pie y el pulso se me acelera. No puedo dejar que Darlene salga de aquí. Les prometí a mamá que cuidaría de mi hermana hasta que el invitado de papá se hubiese ido. Solo así ella pudo marcharse tranquila a atender en la tienda.
—Quédate aquí. Hay visita y además estás resfriada. Yo me encargo. —Fuerzo una sonrisa, aunque esta no la convence del todo. Sabe que algo más sucede, pero no quiero asustarla—. Te las traeré en seguida, solo acuéstate y no te asomes. Vuelvo en dos minutos.
—Si ha venido alguien, ¿no debería ir a saludar?
—No en esta ocasión.
Acto seguido, abandono su alcoba y cierro la puerta. Una vez en el pasadizo, el corazón aún me late con prisa. Me debato unos segundos entre buscarle algo de comer a Darlene o esperar unos minutos aquí y regresar con las manos vacías, fingiendo que no encontré nada. Sin embargo, me recuerdo a mí misma que nada malo ocurrirá mientras papá se encuentre en casa y sin pensarlo más me dirijo a la cocina.
Paso por la sala de estar y saludo rápidamente al sobrino de papá. Este me contesta, pero no me volteo y sigo de frente hasta llegar a la cocina. Marcos no viene muy a menudo. Solo aparece para pedirle dinero a mi padre, quien no me permite acercarme a él, aunque tampoco es que a mí tampoco me inspire confianza hacerlo. Ni siquiera entiendo por qué le abre la puerta. Yo no dejaría que un prófugo de la justicia con una denuncia por violación sexual entrara a mi casa.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...