Antes de que Oliver inicie su trabajo, le escribo a mi tía, quien se encuentra en casa, para avisarle que llegaré un poco tarde. No quiero preocuparla y tampoco a Darlene. Preguntará por mí si marcan las cuatro con treinta y sigo sin aparecer. En tales casos, suele esperarme junto a la ventana, al igual que Leia, aunque no sé si esta última lo hace porque me echa de menos o porque piensa que le he comprado comida.
De lo único que estoy segura es de que Oliver le agrada. Y no solo a ella, a mí también. Me resultaría extraño que alguien no lo hiciera, a excepción de mi hermana. A veces pienso que le gusta pasar tiempo conmigo, pues lo descubro sonriendo mientras saca ciertas cosas de su mochila.
Extrae de esta un pequeño estuche de acuarelas y una botella de agua, cuyo contenido derrama sobre el césped para empapar la punta del pincel. Después se acomoda junto a mí y sujeta mi tobillo para elevar levemente mi pierna, lo suficiente para que pueda comenzar a colorear mi zapatilla derecha. Primero utiliza el color púrpura, aunque lo mezcla con blanco hasta que obtiene un lila.
—Si te equivocas en algo, puedes volver a pintarlas de blanco. No me enojaré contigo.
—Desde ya te pido perdón si algo sale mal. Normalmente pinto con humo. En algunas ocasiones también retratos, pero nunca intenté nada como esto.
—¿No te gusta salir de tu zona de confort?
Oliver niega sin levantar la vista.
—La primera y única vez que lo hice fue cuando pinté un mural en el patio de mi casa hace dos años. Papá me ha sugerido borrarlo y reemplazarlo por otro dibujo, pero aún no pienso que sea el momento.
Me gustaría saber a qué se refiere con eso último, mas prefiero no indagar al respecto ahora para no desconcentrarlo. Aun así, no puedo evitar sentir curiosidad. Quizás aquel mural tenga algún significado especial.
—Quisiera verlo antes de eso. Seguro que te quedó genial.
—Eres bienvenida en mi humilde morada cuando gustes. No siempre cuento con dinero para ordenar una pizza, pero puedo prepararte unos tequeños y carezco de hermanos revoltosos que amenacen con despedazarte —enfatiza, con lo que logra hacerme reír. Desearía que se llevara mejor con Darlene. Tal vez en un futuro—. Terminé con el lila, ¿qué otro color deseas que utilice ahora?
—¿Con cuál crees que combinaría?
—¿A mí me lo preguntas? Yo solo sigo tus órdenes. De moda no tengo ni la más mínima idea.
Se levanta del asiento para lavar el pincel con un chorro de agua de su botella que derrama sobre el césped. Luego le señalo la pintura negra y lo embarra con ella antes de volver a dibujar en la superficie púrpura.
—¿Eres de los que usa calcetines con sandalias?
—No, pero sí de aquellos que juntan una camiseta verde con un pantalón y una gorra de color rojo, por lo que acaba asemejándose a un duende de Papa Noel —reconoce mientras dibuja algo que no consigo distinguir desde mi posición. Alzo mi cuerpo para echarle un vistazo y descubro una serie de notas musicales—. Una vez un niño me confundió con uno de ellos cuando fui al supermercado.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...