Tomo la mano de Darlene y cierro la puerta de casa tras despedirme de mis padres, quienes se alistan para partir al trabajo. Avanzo hacia el final de la calle y sonrío cuando descubro que Alai ya nos espera ahí. Sostiene entre sus manos una parte de los folletos que imprimimos el otro día, pues planeamos repartir unos cuantos de camino a la escuela y otros, durante la hora de receso. Nosotras mismas nos encargamos de diseñarlos.Hace una semana subí una historia a mi cuenta de Instagram respecto a la fecha que nos pisa los talones. Después de participar en algunos concursos de canto y salir en televisión, Alai y yo acumulamos una cifra de seguidores un tanto elevada. Bastante gente ve mis estados, así que varias personas contestaron a él.
Ser mujer en mi país es...
Muchas chicas me escribieron por privado, completando la frase en base a su experiencia, respuestas que luego compartí con su permiso, cubriendo su nombre de usuario y foto de perfil para salvaguardar su identidad. Una de ellas me contó que de niña sufrió acoso sexual por parte de un familiar y que, cuando se lo comentó a su madre, esta no le creyó. Otra me confesó que fue abusada a los dieciocho por un supuesto amigo suyo. Ocurrió durante una fiesta y su novio la acusó de serle infiel. Recién hace un mes se armó de valor para denunciar, pero no quisieron abrir ninguna investigación. También recibí el mensaje de una señora, quien me relató el caso de su hija. La asesinaron a los quince años. Un depravado la atacó mientras regresaba del colegio y, por ineptitud policial, sigue libre.
Todo eso me llevó a tomar una decisión. El ocho de marzo nos concentraremos en la plaza principal en una manifestación que busca exigir justicia. Esta iniciará después de clases y varias chicas de mi escuela ya confirmaron su asistencia. Alai me está ayudando a organizarlo todo. Llevaremos carteles, pancartas y pañuelos verdes y púrpuras, los cuales hemos pedido por internet.
En cuanto a los volantes, repartimos algunos en el trayecto y llegamos a la escuela al cabo de unos minutos. Esta vez vengo bien equipada. Traigo en mi mochila toallas higiénicas matutinas y nocturnas, pastillas para cólicos menstruales e incluso un gas pimienta para defenderme en casos de emergencia, aunque este lo guardo en el bolsillo de mi casaca.
Ya en el plantel, Alai y yo dejamos a mi hermana en su salón tras prometerle que hoy mamá la recogerá a la hora adecuada. Ella trabaja en la ferretería ubicada a una cuadra de casa, de la cual mis padres pagan el alquiler. Suele despejarse para recogerla, pero ayer tuvo que quedarse para recibir una mercancía y a Darlene no le quedó más que esperarme dos horas —desde la una de la tarde hasta las tres— para marcharse conmigo.
Alai camina a mi lado mientras nos alejamos del pabellón de primaria para dirigirnos al de secundaria. Sin embargo, se encuentra tan pendiente de su móvil que apenas me registra. No lo guarda sino hasta que percata de que la estoy observando.
—¿Hablabas con Jake?
Alai asiente mientras intenta no sonreír.
—Me escribió ayer por la tarde, solo que aún no le he contestado.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...