Papá lee una de las revistas de la mesa de centro, mientras que yo intento calmar mi ansiedad con una barra de granola. Al cabo de unos minutos, él se marcha al baño y me quedo solo con Cristel, quien reparte caricias en mi brazo con el fin de tranquilizarme. Juego con el cierre de mi mochila, la cual descansa en mi regazo. Adentro guardo su regalo, pero se lo daré cuando salgamos.
El consultorio de la psicóloga es bastante amplio. Las paredes están llenas de cuadros coloridos y han puesto música relajante. También hay una fuente de dulces en el mostrador, donde la secretaria usa la computadora. Debe tener agendadas las citas de los pacientes, aunque el día de hoy el lugar yace casi vacío. Además de nosotros, una joven espera su turno en la fila de atrás e ingresa a uno de los consultorios cuando la secretaria llama su nombre.
No quería que Cristel pasara parte de su cumpleaños aquí, pero Jake se le contó todo y ella insistió en acompañarme. Me sentiría mucho más tranquilo si fuese a atenderme mi tía Solange, aunque por cuestiones éticas, eso no hubiera podido ser así. Sin embargo, siento que las cosas hubiesen sido más sencillas con ella aquí.
Después del infierno que viví en la escuela, percibo la sociedad como una jungla repleta de animales feroces y capaces de convertirme en su presa. Estoy cansado de ser una víctima y temo que en eso consista mi papel en el mundo. También me asusta que esto no funcione. Si estoy demasiado roto como para hallar reparación, prefiero no descubrirlo.
—Oliver.
La voz de Cristel me saca de mis pensamientos y me giro hacia ella.
—¿Sí?
—¿En serio te planteaste desaprovechar esta oportunidad solo por mí? Creí que habías aprendido a ponerte a ti primero.
—Lo hice.
—¿Entonces por qué...?
—Porque estoy asustado, Cris —la interrumpo—. No quiero que me veas hecho pedazos.
—Tú me has visto a mí muchas veces así.
—Y lo único que pensé fue en quedarme —confieso, con el patente recuerdo de sus ojos llenos de lágrimas cuando cayó del árbol. Aquel día la abracé por primera vez.
—¿Piensas que yo no haré lo mismo?
—Yo no soy como tú. No soy fuerte.
Jake insiste en que soy indestructible, pero, ¿realmente necesitaría ayuda si lo fuese? Creo que, en ese caso, ni siquiera hubiesen podido tirarme abajo. Ellos siguen con sus vidas como si nada. Yo batallo para quitarme toda la mierda que me lanzaron encima. Aún me asusta que descubra la parte de mí que se encuentra completamente desecha, magullada y repleta de heridas abiertas. En cierta forma me avergüenza haber quedado en esas condiciones por no haber sabido defenderme.
—¿Por qué cuando llora una mujer le dicen que es fuerte y valiente por expresar sus sentimientos mientras que a un hombre lo tachan de débil, lo ridiculizan y lo invalidan? —Más que una pregunta, lo que dice Cristel suena como un reclamo, al cual no respondo porque me deja sin palabras—. La frase de «los hombres no lloran» es una farsa. Por supuesto que lo hacen, están en su derecho y en eso consiste su naturaleza como humanos. Llorar no vuelve débil a nadie. Nos recuerda que seguimos vivos. El problema es la gente que los ridiculiza y les hace aún más difícil pedir ayuda. Por ello la mayor parte de los suicidios los cometen hombres, porque la cultura machista los ataca si buscan apoyo.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...