Cuando menos me doy cuenta, nos encontramos a menos de un mes para nuestra graduación. La ceremonia se desarrollará la segunda semana de diciembre, el sábado después del final de las clases. Que vayamos a dejar la escuela me produce una sensación agridulce. Por un lado me siento feliz y por el otro, presiento que me costará despedirme. Nunca creí que este día llegaría. Todo me parece surrealista.
Jamás pensé que echaría de menos la escuela. Sobre todo, porque la mayor parte del tiempo fue un absoluto martirio. Sin embargo, eso cambió cuando conocí a Cristel, como si ella le hubiese añadido la cucharada de azúcar que le hacía falta al café amargo que estuve tomando toda mi vida. Falta menos de una semana para su cumpleaños y sé que espera algo de mí, pero temo darle menos que eso.
—¿Me estás escuchando, Oliver?
Vuelvo mi vista hacia la computadora, donde tengo abierta la sesión de zoom. Se supone que Jake me explicaría algunos ejercicios de matemática. Dentro de poco inician los exámenes, por lo que le pedí que me ayudara a estudiar. Sin embargo, hace un rato que he dejado de prestarle atención.
—¿Eh? Sí, ¡claro que sí!
Me reacomodo en la silla y reviso la solución del ejercicio de álgebra que ha proyectado en pantalla. Intento entender los cálculos, pero me pierdo antes de la respuesta.
—Repite la explicación del último problema y te creo. —Guardo silencio. Mi cámara de encuentra encendida, al igual que la de Jake, de modo que podemos observarnos mutuamente y él se percata de mi desconcierto con rapidez—. Bien, me parece que te he perdido. Tomemos un descanso, ¿sí? Ve por algo de comer mientras pongo música de tu banda favorita.
Aunque la propuesta me resulta tentadora, niego con una sonrisa.
—En vez de ello, ¿crees que podamos hablar?
—Sobre lo que quieras, estoy aquí para ti. Te espero.
Un poco más tranquilo, abandono mi habitación en busca de un bocadillo. De camino a las escaleras, paso por la oficina de papá, quien alza la mirada para saludarme y luego la regresa a su portátil. Una vez en la cocina, busco una barra de granola en la estantería y me preparo un emparedado. Cuando estoy de vuelta, deposito los alimentos sobre mi escritorio y veo que Jake también ha traído comida.
—¿En algún momento has temido no ser suficiente para alguien?
Su ceño se frunce y deja de lado su bolsa de galletas.
—¿A qué viene esa pregunta?
Trago grueso para que no me tiemble la voz, pero un nudo me obstruye la garganta y se me cierra el pecho, como si de pronto el oxígeno escaseara. Nada ayuda a que perciba su ausencia de forma menos dolorosa, pero nombrarla implica tirar abajo los pocos pilares que ella no derrumbó en mí antes de marcharse. Por eso prefiero que sea Jake quien la mencione.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...