Capítulo 40 "Un día con Serena"

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Al despertar lo primero que ví fue a Serena con una pijama de dibujos de pokemon, boca abajo y con un pie colgando de la cama.

Vaya que esa chica tenía su estilo.

Bostecé, me senté en la cama y estiré mis brazos.

El reloj de la mesita de noche marcaban las 10:48 a.m. así que para no levantarme tan temprano tomé el control de la televisión, la encendí y me puse a ver una película llamada Peligrosamente Infiltrada en donde sale Miley Cyrus como protagonista.

Más o menos media hora después Serena y yo estábamos peleando por qué hacer hoy. Vaya que me había ganado su confianza y ella la mía.

— ¡Iremos a comprar ropa! —gritó parada sobre un mueble como de 1 m. de altura donde guardaba mis gorras y bufandas.

— Ayer recibí demasiada ropa —contesté señalando las bolsas de regalo en una esquina de mi habitación.

— ¡No importa! —exclamó sin bajarse del mueble.

— No iremos. Ahora baja de ahí —dije seriamente cruzando los brazos.

— ¡Si iremos! —gritó lista para lanzarse sobre mi.

— No —respondí.

— ¡Que sí! —no iba a cambiar de decisión.

— ¡Que no! —grité mientras ella hacia caras raras.

— ¡Que sí!—continuó.

— ¡Que no! —seguí el juego.

— ¡Ahhhh! —ese fue un grito de guerra ya que tomó impulso y se lanzó contra mi.

La esquivé y como la cama estaba detrás de mi no sufrió muchos golpes. Al caer sobre la cama rebotó una vez y a la segunda cayó al suelo logrando que yo riera a carcajadas hasta que se levantó y comenzó a perseguirme con un pollo de hule que hasta ahora para mi es de extraña procedencia.

Bajé las escaleras con Serena pisandome los talones con un pollo en la mano. Al llegar a la sala comencé a gritar como loca porque me estaba alcanzando. Volteé a verla y de pronto choqué. Serena se comenzó a reír y subió a mi habitación corriendo.

— ¿Acaso se te está haciendo costumbre chocar conmigo? —dijo esa voz que ayer me dejó sola frente a la mansión... Kian.

Volteé a verlo y ahí estaba él con unos jeans rojos, una playera sin mangas color blanca y unos pumas blancos, su cabello desordenado y en ellos unos lentes de sol, y su sonrisa típica de él, una sonrisa egocéntrica y arrogante.

Lo que me hizo dolió y estaba dispuesta a no hablarle hasta que me pidiera perdón. Lo sé era muuuy orgullosa.

Me levanté del frío piso y comencé a caminar hacia mi habitación pero su voz me detuvo al pie de las escaleras.

— ¡¿Ni siquiera un buenos días, princesa?! —gritó burlón.

Mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis mejillas se ruborizaron por el simple hecho de que él me hubiera llamado "princesa", pero no iba a caer fácilmente.

— ¡Pídele eso a la barbie que me llamó hace unos días! —respondí indiferente y continué mi camino.

Él al parecer se quedó confundido ya que frunció el ceño.

Al llegar a mi habitación la cama ya estaba hecha, Serena vestía unos shorts negros, una blusa sin mangas morada y unos tenis con diseño de flores moradas, se estaba amarrando el cabello en una cebollita* con trenzas a un costado.

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