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En una Isla pequeña del Caribe, llamada Puerto Rico

Año actual: 1869

    Un hombre alto, ya con algo de edad, hojeaba unos papeles en su escritorio. Verificaba las cuentas, los gastos, lo necesario en comida, etc. Se veía concentrado, y en ese momento tocaron la puerta, seguido por un grave "entre".

   Una mujer de tez morena entró con un plato lleno de aperitivos. Su vestimenta era arraigada, la camisa algo polvorienta y su falda un poco gastada, en la cabeza llevaba un paño envuelto. Era bastante alta, pero recordando a sus ancestros, lo llevaba en sus genes. Esta mujer dejó la bandeja con comida al lado de los papeles que verificaba el hombre.

-Aquí algo de comer mi señor, ¿desea algo más?- preguntó mientras bajaba su vista al suelo.

-Por ahora no Sexta, puedes irte- dijo sin mirar a la mujer. La esclava solo se retiró, pero cuando iba a cerrar la puerta, otra chica fue a entrar. Estas se sonrieron con simpatía, y luego de que la Sexta también le hiciera una reverencia, dejó pasar a la joven.

   Esta se adentró algo tímida, sabía que no era del agrado de su padre el interrumpirlo en sus negocios -Querido padre... Iba a comentarte que voy a casa de mi amiga, Heartfilia. Quedamos en una tarde de té y me tengo que presentar pronto...- Aunque era ya una adulta de 23 años, seguía viviendo en la casa de su padre, y por una desobediencia de su parte, tenía que informarle de todo lo que hacia. El hombre solo hizo un "Mjm" como respuesta, y la joven salió de la habitación. Justo en ese mometo, el Sr. McGarden miro por la ventana, viendo el movimiento del lugar atrás. Sabía que hoy era día de castigos, y así macabramente, al pensar en eso sonrió con malicia.

.*.*.*.

-¡¡Vamos!! Muévanse vagos!!- Sonidos de cadenas, a rastras por la arena, el ganado a lo lejos, quejidos de dolor y bostezos mañaneros, era lo que se escuchaba en el área de la hacienda atrás. Un peli-negro solo soltó un gruñido por todo el ruido, mientras que su formado compañero se levantaba de su cama hecha de paja. Gajeel solo pudo mover sus manos, provocando el sonido de las cadenas que lo retenían en la pared. Justo en ese momento, entra un peli-blanco a soltarle los grilletes, pero también se lo lleva. Él sin fuerza se mueve, sabe que no puede escapar de lo que le toca, aunque ya lo ha pasado tantas veces, que eso es sólo un maldito juego para él. A Elfman lo dejan ir, él irá a cortar la caña con el resto de los esclavos, y los que se quedaban eran los que sufrirían los castigo. Varios llantos de niños y mujeres se escuchaban y horribles gritos de dolor en el lugar acompañados de latigazos. Cuando Gajeel cuando pudo observar, logro ver de quien salían los gritos desgarradores de dolor.

-¡¡AHHH!!- El último látigo para su compañero. Las líneas sin piel en su espalda, y los rastros de sangre caían como río por la montaña.

-Levantenlo y ya- Dijo uno de los soldados neutral, como se notaba que le daba igual que le pasara o dejara de pasar a los esclavos. Claro, los blancos se creían superiores a los de raza negra; para ellos, su nivel era más bajo que el de un animal. Dos de los guardias se llevaron al esclavo arrastrando lo hasta una esquina, mientras los llantos del hombre hacían que la escena fuera más dolorosa aún. El problema era, que ninguno de los esclavos sabía que eso ya no estaba permitido, la ley había impuesto que el castigo debía ser con un instrumento suave que no provocara la efusión de sangre, y menos de 25 latigazos. Pero el Sr. McGarden, estaba ahora contra la ley...

-¿Listo para superar tu récord "Hombre de hierro"?- Susurró el guardia que estaba aguantándolo.

-Que más da Vastia, acabemos con esto- Dijo con desinterés el moreno. Eso enojó al peli-blanco, y a otros blancos que lo escucharon.

Rompiendo las cadenas... {Gajevy/GaLe A.U.} *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora