El Autobús

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-Todo listo - la voz de Robert la obligó a regresar al mundo real y olvidarse de Cailean y sus besos.

-¿Dónde está?

-En el coche.

-Pues sí que quieres que sea una sorpresa - sonrió.

-Por supuesto - le ofreció el brazo - Tomemos algo antes de regresar a casa. Nos lo merecemos.

-¿Un té? - bromeó.

-Sé que vosotros sois más amigos del café pero no te lo recomiendo. Aquí es pésimo.

-No me gusta, de todas formas. Prefiero un té, que aquí sabe mucho mejor que en mi tierra.

-Tal vez consiga hacer de ti una buena escocesa - rió él - Aunque deberíamos empezar a beber whisky.

-No me gusta el whisky. Además, no me quedaré tanto tiempo.

Robert rió de nuevo y Lía se alarmó. Aunque llevaban poco tiempo juntos había aprendido a temer aquella mirada que veía en él en ese momento.

-No me quedaré tanto tiempo aquí, Robert - repitió.

Para cuando llegaron a la casa, Lía estaba tentada de recoger sus cosas y huir antes de que Robert la convenciese para quedarse un par de meses como le había sugerido en su última carta. No es que tuviese nada que la obligase a regresar antes. No tenía a nadie esperándola y había perdido su trabajo anterior al morir sus padres. Ahora subsistía escribiendo una columna semanal en una revista local. Por suerte para ella podía cumplir con su trabajo desde cualquier lugar que tuviese conexión de internet, algo que le había parecido atractivo a la hora de aceptar el puesto. Eso le daba cierta libertad para dedicar tiempo a sus libros. Ahora podía resultar un inconveniente. Robert se aprovecharía de ello para persuadirla de que se quedase más tiempo.

Subió a su cuarto para colgar el vestido, al final había sido vestido, que Robert le había comprado. Ni hablar de pagarlo ella, era su invitada. Suspiró mientras se sentaba en la cama y desconectaba el teléfono de la corriente. Tenía un mensaje, no hacía falta que la luz parpadeante se lo indicase, Cailean se lo había dicho.

-Hola, Lía. Esta tarde iré a Inverness para hacer de recadero de mi madre. Si te apetece y estás por allí, podríamos tomar algo juntos.

Se mordió el labio al pensar en cuánto le habría apetecido aceptar aquella invitación. No sabía lo que pensaría Robert de su conducta, después de todo, estaba allí para conocer Escocia, no a los escoceses. Se sonrojó y guardó el cargador en el cajón de la mesilla. Ya no importaba, realmente. Había olvidado el teléfono en casa y la oportunidad se había perdido. Al final, el destino había querido que se viesen igualmente.

-Si te parece bien - le dijo Robert durante la cena - Mañana podemos aprovechar para visitar el lago Ness. No está lejos.

-Sería estupendo.

-No quiero cansarte demasiado estos días porque el sábado tenemos la reunión. Damos un paseo corto hasta el castillo Urquhart, admiramos las vistas desde un barco en el lago y luego regresamos. Por mantenernos ocupados parte del día.