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-Buenos días, cielo.

Despertarse con la perpetua sonrisa de Cailean era más de lo que alguien podría soportar. Invitaba a hacer lo mismo, así que no se resistió. Ni protestó cuando le acarició la mejilla con ternura, ni cuando la besó. Dulce despertar.

-¿Qué tal está tu orgullo? - se atrevió a bromear con él.

-Mejor - le guiñó un ojo.

-¿Qué hora es? - su intensa mirada empezaba a ponerla nerviosa.

-Las once, creo.

-En ese caso, tendremos que levantarnos ya - intentó incorporarse.

-O podemos quedarnos en cama - la recostó de nuevo - Estamos solos en casa.

-¿Cómo lo sabes?

-Mis padres han quedado hoy con Kirsty y Duncan. Mañana se van de viaje de novios - le sonrió - Y mi abuelo ha venido hace un rato a decirme que se iba a dar una vuelta. Creo que tenía planes con una mujer.

Lo último lo había susurrado y eso la divirtió. ¿Robert y una mujer? No es que le pareciese mal, todo lo contrario, pero le extrañaba no haber oído hablar de ella antes.

-¿Estás seguro?

-Iba muy bien vestido - se encogió de hombros - Como preparado para una cita.

-Ya lo sabremos, si es así - intentó levantarse de nuevo.

-¡Ah, no! Me gusta tenerte aquí, en mi cama - se inclinó hacia ella y la besó.

-Tenemos que levantarnos, Cailean. No podemos estar en la cama todo el día.

-¿Quién lo dice? - le besó en cuello.

-Yo.

-Mmmm - ronroneó - Convénceme.

-Te daré una patada en el culo si no nos levantamos ya - rió.

-Pero bueno - la miró sorprendido - ¿Quién eres tú y qué has hecho con la Lía adorable que conozco?

-La Lía adorable tiene hambre - se mordió el labio.

Cailean gruñó, pero la dejó libre, tumbándose de espaldas en la cama y ocultando sus ojos con un brazo. No pudo resistir el impulso de besarlo fugazmente antes de levantarse.

-Tendrás que hacerlo mejor, cielo, para compensarme - rió él sin moverse.

-Primero alimenta mi estómago - le lanzó la camiseta que había recogido del suelo - y luego negociamos.

Cailean se levantó como un resorte y la sujetó por la cintura. Fue un movimiento tan rápido, que no pudo ni intentar escapar. Estaba sorprendida de que un hombre tan alto tuviese tanta fluidez de movimientos.

-Creo que he despertado a la fiera - ronroneó de nuevo - Me gusta.

-Creía que te gustaba la Lía adorable.

-Sigues siendo adorable - la besó.

Como había dicho Cailean, estaban solos en la casa. Le preparó un rápido desayuno, no le dejó ayudar, y comieron en silencio. Sus miradas se encontraban todo el tiempo y las sonrisas escapaban de sus labios con frecuencia. Parecemos dos enamorados, pensó. Y tal vez lo fuesen.

-¿Qué haremos hoy? - le preguntó mientras recogía los restos del desayuno.

-¿Qué te parece dar una vuelta por Inverness? Podríamos llamar a mis padres después para quedar con ellos y despedirnos de mi hermana.

-Genial. Me gustaría verla antes de que se vayan.

Pasaron el resto de la mañana y parte de la tarde paseando por las calles de Inverness. Parándose a visitar el Kiltmaker Center, donde les explicaron, o más bien a ella, cómo se fabricaban los tartanes. Recorriendo la Church Street, la calle más antigua de la ciudad, dominada por un campanario, el Steeple, que según le dijo Cailean, tuvo que ser enderezado en el 1816 tras un terremoto. Deteniéndose en el Museo y Galería de Arte de Inverness, donde pudo descubrir más sobre la historia de aquella región, gracias a los tesoros encontrados datados de la época de los pictos y los vikingos.

Y finalmente, después de hablar con los padres de Cailean, decidieron acercarse a admirar el castillo de Cawdor, que aún estaba habitado por la familia de origen. Tenían tiempo de sobra hasta reunirse con su familia y Cailean le prometió que merecería la pena ir hasta allí.

-Cuenta la leyenda que el conde de Cawdor cargó un asno con un cofre lleno de oro y lo dejó vagar - le explicó Cailean divertido - El asno se paró a descansar debajo de un árbol y allí fue donde comenzó a construir su castillo. Al parecer en él hay una sala oscura en la planta baja de la torre, donde estaba la guardia por aquel entonces, que tenía un acebo plantado en medio. Dicen que se murió en 1372 por falta de luz.

-¿A quién se le ocurre plantar un árbol en una habitación oscura? - rió.

-Al conde, al parecer - le guiñó un ojo - Es un castillo muy interesante, con el puente levadizo y todas esas torres y torretas. Dicen que está lleno de pasadizos secretos y que tiene algunas prisiones bastante misteriosas. Pena que no se pueda ver por entero.

-Sí que suena interesante. Digno de crear una historia sobre él.

-Se te han adelantado - rió - Shakespeare.

-Macbeth, lo sé.

-Es hora de regresar - miró su reloj - Ya estarán llegando a Inverness.

Entraron en el centro comercial mientras Cailean hablaba con su madre por teléfono, le estaba indicando donde encontrarse con ellos. Cailean la llevaba de la mano y caminaba con decisión. Las tiendas quedaban atrás a tal velocidad que apenas podía ver nada de lo que vendían.

-Frena, Cailean - le pidió - Mis piernas son más cortas que las tuyas.

-Lo siento - se paró, la miró con una amplia sonrisa, la besó en los labios y continuó su camino más despacio. Sus mejillas todavía ardían cuando se reunieron con su familia.

-Lía - Kirsty se abrazó a ella con la efusividad que la caracterizaba - Qué alegría que ahora seas de la familia. Ya sabía yo que mi hermano no podía ser tan tonto como para dejarte escapar.

-Hola, Kirsty - acertó a decir. Su rostro se carbonizaría en algún momento de su estancia en Escocia, de eso estaba segura.

-Hola, Lía - Duncan la besó en la mejilla, más comedido - Me alegro de volver a verte.

-Y yo a ti - le sonrió.

-Con el tiempo te acostumbrarás a ellos - le sonrió.

-Eso espero.

-Lía Kirsty volvió a por ella y Duncan sonrió de nuevo hacia ella - tienes que prometerme algo.

-¿Qué? - casi le daba miedo a preguntar.

-Que estarás aquí cuando vuelva de mi viaje de novios.

-Bueno, yo...

No pudo terminar la frase porque la estridente voz de una pelirroja con cuerpo de modelo y rostro angelical, la interrumpió. Caminaba hacia ellos con una gran sonrisa en su boca de labios plenos y rosados. Sus ojos gris verdoso brillaban de alegría.

-Cailean - se abrazó a él con entusiasmo - No tenía ni idea de que habías regresado de Edimburgo. ¿Cuánto hace que no vienes? No puedo creerlo. Tenemos que recuperar el tiempo perdido.

Su corazón se comprimió al ver aquella escena. Una impresionante mujer abrazando a Cailean y hablándole de un modo demasiado íntimo, como para no darse cuenta de que había pasado algo entre ellos en el pasado. Si es que no continuaba sucediendo en el presente. Antes de que pudiese comprender lo que hacía, ya estaba retrocediendo lentamente para alejarse de todos ellos.

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora