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_____________________________________Nunca en su vida se había sentido más fuera de lugar y acogida al mismo tiempo. Cuando los padres de Cailean supieron de su relación, todo fueron abrazos y sonrisas. Y aunque respondió a todas ellas, sentía que estaba viviendo una realidad que no era la suya.
Para ser sincera, desde que había conocido a Cailean en el autobús, su realidad se había descolocado totalmente. Le parecía estar viviendo la vida de otra persona. A ella nunca le pasaban cosas buenas. Era de las que tenían que conformarse con una vida insulsa llena de altibajos.
Pero no todo había sido cosa de Cailean. El haber conocido a Robert ya había cambiado su vida. Había redescubierto el placer de las cartas escritas a mano. El esperar un tiempo a que llegase la respuesta. El abrir el sobre con emoción por descubrir qué nuevas historias le traía. Si decidió ir a Escocia fue sólo por lo bien que se sentía hablando con él por carta.
Y ahora le había dicho que su intención había sido emparejarla con su nieto. Un nieto que resultó ser el mismo chico que le gustó en el autobús. El mismo chico que ocupaba sus pensamientos en todo momento desde que sus ojos se posaron en él. Ya no podía negar que le gustaba mucho. Más de lo que le había gustado nadie en su vida. Y eso la tenía atemorizada. Porque a ella nunca le pasaba nada bueno.
-¿Estás bien? - Cailean le acarició la espalda mientras esperaban a que sirvieran la cena.
-Abrumada - le confesó.
-Mi familia puede ser un poco... efusiva.
-Lo he visto.
La rodeó en un tierno abrazo y le besó el cabello. Estar en sus brazos era increíble y cerró los ojos, rodeando su cintura con los brazos. Podría quedarse así por siempre. Al menos estaría segura de que no despertaría del sueño que estaba viviendo.
-Podría quedarme así para siempre - susurró sin darse cuenta de que Cailean la estaba escuchando.
-Y yo - le contestó él.
-Pues hagámoslo - se sonrojó en cuanto Cailean rió. Los dobles sentidos otra vez.
-Cuando quieras, cielo - acercó su rostro para besarla.
-Vamos a cenar, chicos - los llamó Fiona, interrumpiendo el beso.
Cailean la llevó de la mano hasta la cocina. Parecía no querer perder el contacto con ella en ningún momento. Así había sido durante todo el día. Tampoco es que fuese a protestar, le gustaba que fuese tan atento y cariñoso. Era parte de su encanto. Una gran parte de él, que la estaba enamorando poco a poco.
En la cocina los esperaban ya sus padres y Robert. Les sonrió a todos y cuando le devolvieron el gesto, pensó en lo que habría sucedido si sus padres todavía estuviesen vivos. Probablemente nunca hubiese conocido a Robert, ni hubiese viajado a Escocia y por tanto, no hubiese conocido a Cailean. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que la muerte de sus padres no carecía de todo de sentido. Si la había llevado hasta allí, hasta aquel momento, la pena no sería tan grande. Ni los remordimientos por no haber ido con ellos en el coche aquel día.
-Estás muy pensativa, ruliña - Robert la ayudó a sentarse, moviendo la silla para ella - ¿Qué pasa por esa cabecita tuya?
-Pensaba en mis padres - le confesó. A Robert no podía mentirle.
-Espero que fuese algo bueno - la miró con reproche mientras se sentaba a su lado.
-Ya sabes lo que siento con respecto a su muerte - se encogió de hombros apenada - Ahora estaba pensando que tal vez, todo haya sucedido para que yo pudiese estar hoy aquí. Es un pensamiento egoísta pero al menos su muerte tendría algo más de sentido.
-Una muerte nunca tiene sentido, Lía - apoyó la mano sobre la suya - Podemos anclarnos en el pasado y sufrir por ella o tratar de superarla y seguir adelante con nuestra vida. Tú no eres la responsable su muerte. Pasó y ya.
-¿Estás utilizando mis propias palabras para consolarme? - lo miró con suspicacia.
-Son tan válidas para ti como lo fueron para mí - le guiñó un ojo.
-Abuelo, ese es mi sitio - Cailean los interrumpió, sin saber lo que había estado pasando.
-Búscate otro, hijo - le dijo sin dejar de mirarla a ella - Ya has acaparado a mi invitada todo el día. Ahora me toca a mí.
Se sonrojó intensamente pero no dejó de mirarlo tampoco. Finalmente una sonrisa escapó de sus labios y se acercó a para besarlo en la mejilla y abrazarlo. Robert siempre había sabido animarla en sus peores recaídas.
-Gracias, Robert.
-Siempre que lo necesites, ruliña.
-Me voy a poner celoso.
-Deberías - bromeó Robert - Te recuerdo que yo la conocí primero.
-Pero ella me eligió a mí - Cailean le siguió la broma.
-Si eso es lo que quieres creer, me parece bien - lo miró sonriente - No seré yo quien mate tu ilusión.
-Ya basta - los reprendió con ternura Fiona - Estáis incomodando a la pobre Lía.
-En algún momento tendrá que acostumbrarse - contestaron ambos al mismo tiempo. Estallaron en carcajadas después de mirarse.
-Vaya - dijo Robert tratando de controlar la risa - Hacía tiempo que no nos sucedía eso.
-Hacía tiempo que no nos veíamos, abuelo - había arrepentimiento en la voz de Cailean.
-No empieces tú también - lo interrumpió - Uno por día para consolar es suficiente. Cenemos o tu madre nos matará por dejar enfriar la comida.
Mantuvieron una amena conversación durante la cena. Todos se turnaron para contarle anécdotas sobre Cailean y Kirsty, cada cual más divertida. Por primera vez desde que se conocían, pudo ver a Cailean avergonzado en más de una ocasión. Aunque supo disimularlo bastante bien.
Después de despedirse de todos, subieron para acostarse. Cailean la llevaba de la mano, como venía haciendo ya durante todo el día. Cuando llegó el momento de separarse, la arrastró con él hacia su cuarto. Fiona y Alpin iban tras ellos y sintió cómo su rostro comenzaba a arder. Intentó frenar a Cailean pero no pudo.
-Buenas noches - les dijo a sus padres mientras abría la puerta y dejaba libre la entrada para ella.
-Buenas noches, chicos.
Sus padres entraron en su propia habitación sin decir nada más y ella hizo lo propio en la de Cailean, no sin antes lanzarle una mirada asesina. Al menos eso pretendía que fuese. Su deslumbrante sonrisa indicaba que había fracasado en su empeño por reprenderlo.
-Somos adultos, cielo - la abrazó.
-Muy gracioso - frunció el ceño. Eso sí se le daba bien.
-¿Qué era eso de consolar a alguien que dijo mi abuelo? - Cailean se puso serio de repente.
La llevó hasta la cama y la sentó en su regazo. Le acariciaba la espalda para consolarla y se sintió bien. Muy bien. Con Cailean todo era perfecto. Y eso asustaba, porque nadie era perfecto. Imposible.
-¿Tienes algún defecto, Cailean? - le soltó de repente. No tenía intención de cambiar de tema, pero sentía verdadera curiosidad.
-Muchos - la besó sonriendo - pero quiero saber porqué dijo eso mi abuelo.
-Por mis padres - una sombra de dolor cruzó su rostro y Cailean la abrazó.

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El Autobús
Romance¿Cómo empieza una historia de amor? ¿Alguien lo sabe? Todos soñamos con conocer a esa persona especial, en un lugar especial. Pero, ¿y si no hace falta nada más que mirarla a los ojos y saber que es ella? La historia de Cailean y Lía empieza en un a...