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-Son unas fotos fantásticas, Lía.

Se habían detenido para comer algo y ahora estaban mirando las fotos que había sacado Lía a lo largo de la mañana. La había sentado en su regazo y tenía la barbilla apoyada en su hombro para mirar por encima de ella. Se sentía muy bien tenerla así.

Al principio la había sentido algo tensa, pero ahora apoyaba la espalda contra su pecho en total abandono. Movió la mano en su cintura y la acercó más a él. Su boca se dirigió por inercia a su cuello y se lo besó. Cuando sintió que inclinaba la cabeza para darle mayor acceso, la apretó más con el brazo. Atrapó sus labios cuando se giró un poco hacia él.

Su mano libre voló hasta su nuca para permitirse un mejor acceso a su boca. Lo que empezó como un gesto de ternura hacia ella, se estaba convirtiendo en algo caliente y apasionado. Lía se movió en sus piernas para sentarse de frente. Apenas fue consciente de que había dejado la cámara mientras se cambiaba de sitio pero supo que lo había hecho en cuanto sintió sus dos manos sobre el cuello y el cabello. Recorrió su espalda lentamente, besándola con más urgencia. Sentía palpitar su entrepierna y sabía que debería detenerse pero le faltaban las fuerzas para hacerlo. Quería más de Lía. Y por cómo se aferraba a él, ella sentía lo mismo.

-Eres como una droga - le susurró contra la boca - Nunca tengo suficiente de ti.

No lo había pensado, simplemente salió de sus labios. Detuvo el beso para mirarla, necesitaba saber que no la había asustado o algo por el estilo con su confesión. Cuando la tenía entre los brazos se olvidaba de contener sus pensamientos. Le había pedido paciencia y quería hacerlo bien para ella. Cuando la vio sonreír, se sintió aliviada.

-Nunca me habían llamado droga.

-Tal vez solo lo eres para mí - rozó sus narices.

-Tal vez - su timidez amenazó con volver y la besó de nuevo antes de que sucediese. No le daría tiempo a pensar en ello.

Sintió que se le escapaba un gruñido, surgido desde lo más hondo de su interior y se detuvo otra vez. Acabaría por querer hacer el amor con ella allí mismo si no dejaba de besarla. Y por más que la idea le agradase, no era el lugar ni el momento. Retiró algunos mechones de cabello de su hermoso rostro y le sonrió. Tenía los labios inflamados y un ligero rubor en sus mejillas. Adorable. Simple y llanamente adorable.

-Será mejor seguir - carraspeó para tragarse aquellas palabras que tanto ansiaba decir pero que tanto le preocupaba que se le escapasen antes de tiempo. Paciencia, se dijo. Paciencia.

-Sí.

-Si quieres, podemos ver el video que proyectan en el museo.

-Me conozco la historia - negó con la cabeza - prefiero seguir sacando fotos.

-En ese caso - le sonrió - Yo quiero muchas fotos nuestras.

-¿Más?

-Más - se acercó a ella y la rodeó por la cintura - Muchas más. Infinitas fotos.

-No creo que tenga espacio en la cámara para infinitas fotos - rió.

-Podemos intentarlo - se encogió de hombros antes de besarla fugazmente - Empecemos.

Durante un par de horas más, recorrieron Culloden Moor ajenos al resto del mundo. Comportándose como una pareja de turistas más, que se retrataba en posturas graciosas y originales. Por primera vez, consiguió que Lía se sintiese tan a gusto con él que posó para algunas de esas fotos. Escuchar su risa era todo un deleite para sus oídos. Su corazón, ya implicado en todo cuanto sentía por ella, aleteaba eufórico en su pecho.

La tocaba en cada ocasión que tenía. A veces un simple roce con los dedos en un brazo, a veces tomando un mechón de su cabello en las manos. Otras veces, abrazándola. Y muchas más, besándola. Lía parecía empezar a acostumbrarse a ello porque ya no se ruborizaba con tanta frecuencia. Echaría de menos sus sonrojos pero le gustaba mucho más la Lía que le sonreía abiertamente y le hablaba con más naturalidad. La que se movía con más desparpajo e incluso bromeaba con él. Para cuando regresaron al coche, Lía parecía más relajada que cuando llegaron a Culloden.

-Ha sido un día perfecto - le dijo de camino a casa.

-Sí - le sonrió antes de mirar por la ventanilla.

Viajaron en silencio, como otras tantas veces. No era molesto. Claro que con Lía todo estaba bien. Incluso el no hablar de nada.

-¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos a casa de tus padres?

-¿Cenar? - le guiñó un ojo.

-Cailean. Sabes a qué me refiero.

-¿Qué quieres hacer? Estoy a tu entera disposición - Lía se ruborizó.

-Supongo que si vamos a intentar que esto funcione, deberían saberlo - se encogió de hombros, parecía cohibida de nuevo.

-Haremos lo que te haga sentir más cómoda, cielo. Me has pedido paciencia y eso haré.

-Te lo agradezco pero no somos críos. Ocultar una relación a los padres no es algo que hagan los adultos.

-Y somos adultos, al parecer - rió.

-Algunos más que otros, al parecer - bufó.

-Me encanta cuando hacer eso.

-A mí me encanta cuando miras a la carretera mientras conduces.

-Por supuesto, cielo - rió de nuevo, pero le hizo caso. En eso tenía razón.

Podía ver cómo se ponía más nerviosa a medida que se acercaban a la casa y posó la mano en su muslo para tranquilizarla. Lía lo miró y sonrió. Enredó los dedos con los suyos y regresó la mirada al paisaje. Su corazón latió más fuerte por ella y las palabras pugnaron una vez más por salir fuera. Todavía no, se dijo.

-No tenemos por qué hacerlo, Lía.

-Somos adultos - le sonrió, recordándole su anterior conversación.

-Algunos más que otros.

Salieron del garaje sonriéndose el uno al otro. Le había pasado el brazo por los hombros y ella rodeaba su cintura con el suyo. Se miraban a los ojos y no pudo evitar besarla. Estaba tan guapa cuando sonreía de aquel modo.

-Veo que el paseo ha sido productivo - se sobresaltaron y detuvieron sus pasos.

-Hola, abuelo - le sonrió, sin soltar a una ruborizada Lía.

-Hola, hijo.

-Robert - Lía sonrió también pero se notaba tensa.

-Diría bienvenida a la familia, pero creo que hace tiempo que formas parte de ella - le guiñó un ojo y su sonrojo se intensificó.

-No la mortifiques más, abuelo.

-No pretendía hacerlo - se acercó a ellos y la besó en la mejilla después de susurrarle algo que la dejó todavía más sonrojada.

-¿Qué te ha dicho? - le preguntó en cuanto se quedaron solos.

-Lo que yo ya había empezado a sospechar.

-Que es...

-Que su intención cuando me invitó a venir a Escocia era emparejarme contigo.

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora