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Después de la intensa sesión de fotos, en la que no tuvo más opción que participar y la cual disfrutó pero nunca lo admitiría, se dirigieron de nuevo a la casa familiar. Al parecer la comida se celebraría allí. Y después de todo, no serían tantos invitados como ella había pensado en un primer momento. Robert y ella no tenían el mismo concepto de muchos.

-No - se negó, con el rostro encendido por enésima vez - Por eso no paso, Robert.

-Eres mi pareja y tendrás que sentarte a mi lado - rió él, convencido de que acabaría cediendo.

-Pero tú quieres que me siente con Cailean, no contigo.

-Yo estaré al otro lado, ruliña.

En cuanto escuchó el mote, la risa rompió el rictus de seriedad que pretendía mostrarle. Seguía pronunciándolo de un modo tan gracioso, que no podía evitarlo. Inspiró profundamente tratando de controlarla pero, antes de que pudiese protestar, Robert ya la llevaba hacia la mesa presidencial.

Junto a Cailean había dos sillas vacías, una para cada uno de ellos. Resignada a ser el centro de todas las curiosas miradas de nuevo, intentó mantener una sonrisa de no me importa en su cara. Cuando Cailean la miró, su nueva pose se fue al garete en cuestión de segundos, dejando paso a un intenso sonrojo. ¿Se la estaba comiendo con la mirada? Definitivamente sí.

-Me encanta que estés en la boda de mi hermana - le susurró en cuanto se sentaron - Y conmigo.

-He venido con tu abuelo - le susurró ella a su vez.

-Creo que no le importará si te robo el resto del día - sonrió al ver su rostro colorado - No veo la hora de bailar contigo.

-Para eso tendré que beber unas cuantas copas - admitió - Me siento demasiado observada.

-Eso es porque no te conocen y sienten curiosidad. Luego te presentaré a algunos de mis primos - le guiñó un ojo - No muerden.

-Espero que no - rió bajito.

Los camareros comenzaron a servir la comida y ya no tuvieron ocasión de continuar su conversación. Después, Robert la mantuvo entretenida, presentándole en la distancia a la familia. Le contaba anécdotas divertidas de cada uno de ellos, haciéndola reír en más de una ocasión. Durante un tiempo se olvidó de donde estaba y que la estaban observando. Con Robert todo era así de ameno y relajado. Sabía cómo hacerla sentir bien. Si hubiese conocido a su abuelo, que no era el caso, le hubiese gustado que se pareciese a Robert.

-Gracias - le dijo, de repente.

-¿Por qué?

-Por todo. Por esto - le dijo señalando con la cabeza el lugar - Por acogerme en tu casa y en tu familia.

-No te vayas a poner sensible - le guiñó un ojo, quitándole importancia al asunto - O tendré que pedirle a mi nieto que te consuele.

-¿Hablabas de mí, abuelo? - Cailean se unió a la conversación enseguida y supo que los había estado escuchando.

-Tan avispado como siempre, hijo - rió él.

-Si se trata de Lía, por supuesto - la miró con tal intensidad que le provocó un nuevo sonrojo.

-Por favor - suplicó - Dejadlo ya porque se van a creer que el tono de mi piel es rojo y no blanco.

-A mí me gusta - contestó rápidamente Cailean con una sonrisa en los labios.

-Te sienta bien - asintió Robert riendo.

-Claro - bufó, cruzando los brazos sobre el pecho.

-¿Significa eso que no tengo que consolarte, cielo?

Que usase delante de Robert aquel apelativo provocó que las mariposas en su estómago, sí esas de las que hablan tanto en los libros, aleteasen eufóricas. Se removió en su asiento, evitando mirar a los ojos a ninguno de ellos. Estaba intentando luchar contra un nuevo sonrojo y perdería la batalla si no se concentraba en algo que no fuesen ellos dos. La llegada del postre la salvó.

Cuando dieron comienzo a los brindis, intentó alejarse un poco de ellos, para permitirles su espacio. Después de todo en eso no podría participar por más que se lo pidiesen. No conocía a los novios y no sabría qué decir.

Robert la obligó a quedarse junto a él, asegurándole que no sería necesario que hablase. No estaba tan segura de eso, el brillo en su mirada lo delató, y se preparó mentalmente para lo que estaba por venir.

-Todavía recuerdo - comenzó a hablar Cailean cuando llegó su turno - a una niña pequeña de alborotados cabellos que corría detrás de mí, incordiándome todo el tiempo. Hoy día no ha cambiado mucho la cosa. Tal vez se peine mejor, pero sigue siendo muy molesta.

Se escucharon risas entre los asistentes y Kirsty fingió sentirse ofendida, pero estaba claro que disfrutaba del momento. La sonrisa en sus labios no había desaparecido en ningún momento.

-Cuando me llamó para decirme que se casaba, me quedé en shock. Bueno, sabía que tenía novio, pero no que fuese tan en serio con él. Kirsty siempre fue muy despreocupada, viviendo al día, como si el mañana no importase. Estaba seguro de que sería el primero en pasar por la vicaría, soy el mayor, después de todo. Pero hasta en eso tenías que intentar superarme, ¿no, Kirsty? - más risas - Duncan, me has hecho un hombre inmensamente feliz. No sabes cuánto. Ver a mi hermana con esa sonrisa en sus labios y saber que tú la provocas, es el mejor regalo que un hermano puede tener. Espero por tu bien que siga ahí por el resto de su vida, o tendré que hacerte entender que nadie se mete con mi niña.

Duncan sonrió y apretó a Kirsty contra su pecho para darle luego un beso en la coronilla. Ella lo miró con adoración. Tal vez fuesen jóvenes, pero estaba claro que se amaban con locura.

-Kirsty, Duncan - continuó Cailean - Gracias por permitirme ser el padrino. Y gracias por dejarnos compartir este maravilloso día con vosotros. Os deseo toda la felicidad del mundo y espero poder formar parte de esta nueva vida que iniciáis juntos. Por vosotros.

Elevó la copa al aire y todos lo imitaron, repitiendo las dos últimas palabras que había dicho. Bebieron a su salud y Cailean se sentó. Su brindis había terminado pero no era el único que quería hablar.

-Debería haberte pedido que me escribieses el discurso - le susurró al oído mientras escuchaban a los demás.

-Lo has hecho fenomenal - le sonrió.

-Estoy seguro de que tú podrías mejorarlo.

-No. Cuando se habla con el corazón y desde la experiencia, nada puede mejorarlo.

-¿Lo ves? - le guiñó un ojo - Eso ha sido perfecto.

-Tonto - se sonrojó.

Cailean la acercó a él, tomándola de la nuca y le dio un beso. Nadie los observaba en ese momento, atentos como estaban a los brindis, así que se permitió degustarlo con más calma. Sabía que su rostro ardía en brasas pero no habría podido alejarse de él aunque quisiese. Sus labios la hacían olvidarse de todo y de todos.

-Comportaos, muchachos - oyeron la risa de Robert tras ellos - Estamos en público.

Separaron sus labios, pero Cailean mantuvo sus frentes unidas unos segundos antes de sonreírle y deslizar la mano hasta la suya y enredar sus dedos. Intentó centrar su atención en los discursos, pero el cosquilleo que perduraba en sus labios y el dedo de Cailean acariciando su mano no le permitían concentrarse en otra cosa.

La sonrisa socarrona de Robert tampoco ayudaba. Le lanzó una mirada furibunda pero él se limitó a sonreír más. Estaba disfrutando de la situación. Entonces se le pasó por la mente una loca idea. ¿Sería la intención de Robert emparejarla con su nieto desde el principio?

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora