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Prácticamente no había podido hablar con Cailean porque lo llamaron para sacar a la novia de la casa. Ni siquiera le había podido decir lo guapo que estaba con el kilt. Impresionante, más bien. Se sonrojó al pensar en lo que le había dicho de no llevar nada por debajo. Sabía que estaba bromeando. O eso esperaba. De repente, sentía demasiado calor.

-¿Estás bien? - Robert le apretó la mano que tenía en su brazo y la miró con poco disimulado regocijo.

La había estado mortificando con bromas sobre su nieto durante todo el trayecto hasta la iglesia. Cailean, el nieto de Robert. Casi no podía creérselo. Cierto que le había hablado de su familia en sus cartas pero, por extraño que pareciese, jamás había mencionado sus nombres.

-Sí - le dijo.

-Si quieres luego le digo a mi nieto que te lleve a dar una vuelta para ver si se te pasa el calor - bromeó de nuevo.

-Ya vale, Robert - se sonrojó.

-Esto es demasiado bueno para dejarlo estar, ruliña - rió.

-Si sigues burlándote de mí, terminaré antes mis vacaciones - lo amenazó.

Pero fue en vano, lo supo al escuchar su fuerte risa. Robert estaba decidido a atormentarla con aquella situación y no podría evitarlo. Mejor hacerse a la idea, pensó. Al menos para no estar continuamente roja.

-Después de la ceremonia te presentaré al resto de la familia - le susurró, una vez en la iglesia - Aunque tal vez ya conozcas a alguno y no lo sepamos.

-Eres imposible, Robert - susurró de vuelta.

-Ya me callo. Pero solo porque quiero ver a mi nieta casarse - le sonrió.

A pesar de sus protestas, había insistido en sentarse delante con ella. Se sentía incómoda en los bancos reservados para la familia. Era una invitada, por más que estuviese viviendo en casa del abuelo y se hubiese besado en varias ocasiones con el padrino de la boda. Cerró los ojos para evitar las imágenes del día que había pasado con Cailean. De nuevo sintió calor.

Durante la ceremonia, Cailean había cruzado la mirada con ella en muchas ocasiones y en cada una de ellas le había sonreído. Estaba tan guapo cuando hacía eso, que se sonrojaba en cada ocasión. Podía oír la risa sofocada de Robert a su lado, pero no lo miró ni una sola vez. Sería peor para ella y ya estaba lo suficientemente avergonzada por las respuestas de su cuerpo. Traicionero, pensó.

No veía la hora de salir fuera y tomar aire. Lo necesitaba. En cuanto los esposos se besaron y todos prorrumpieron en vítores, aprovechó para disculparse con Robert e intentar marcharse. Pero como todo con él, no era tan sencillo hacerlo. La sujetó con firmeza pero sin llegar a lastimarla y negó con la cabeza.

-Este es un momento muy íntimo, Robert - le dijo - Os espero fuera.

-Nada de eso. Tú ya eres como de la familia - le sonrió - Les he hablado tanto de ti, que estarán de acuerdo conmigo en incluirte en las fotos. Además, ahora no podría ser de otro modo.

Su mirada viajó hasta su nieto y un nuevo sonrojo cubrió su rostro. Gimió para sus adentros pero se dejó llevar por él. De nada le serviría resistirse. Robert siempre se salía con la suya, eso lo había aprendido rápido.

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