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Decidió que mejor no preguntaría. Vivir en la ignorancia a veces era lo más sensato. Sobre todo por el bien de su ya demasiado abochornado rostro. Simplemente disfrutaría del resto de los brindis y se olvidaría de sus locas divagaciones.

Cuando le tocó el turno a Robert, sonrió encantada. Ese era un discurso que tenía ganas de escuchar. Sin duda sería memorable. Cailean se acomodó más cerca de ella en cuanto quedaron solos y le pasó un brazo por la espalda. Intentó fingir que no le afectaba, pero fracasó estrepitosamente. Maldita piel blanca, pensó.

-No puedo decir que me sorprenda que sea Kirsty y no Cailean, la primera en casarse - le sonrió con cariño - Creo que su primera palabra fue novio. Sus padres estaban realmente consternados por eso.

Las risas resonaron en la carpa, era de esperar. Kirsty le envió un beso a su abuelo y se llevó la mano al corazón. Un Te quiero se leyó en sus labios aún cuando no lo pronunció en voz alta. La unión entre ellos era evidente. Miró a Cailean disimuladamente y pudo ver que sonreía también. Eran una familia muy apegada. Cuando Cailean la descubrió, le guiñó un ojo y apretó la mano contra su espalda, provocándole un intenso calor allí donde se rozaban. Centró su atención en Robert para olvidar las respuestas de su cuerpo a la cercanía del nieto.

-Duncan ha sabido ganársela. Tarea nada fácil, lo admito - el aludido asintió y Kirsty lo golpeó en el estómago con el codo - Pero hacen una maravillosa pareja. Estoy feliz por ellos.

Levantó la copa hacia ellos y bebió un sorbo. Nadie se esperaba que aquel fuese el final de su brindis así que el silencio que siguió a su gesto, se tornó un poco incómodo cuando siguió bebiendo. Robert rió y elevó la copa una última vez.

-Había preparado un gran discurso y mucho más largo que este - continuó, provocando la risa en todos - pero he tenido la suerte de contar hoy con la presencia de alguien a quien aprecio mucho y a quien estoy seguro de que se le dan infinitamente mejor estas cosas, puesto que es escritora.

Mientras Robert hablaba, un intenso sonrojo se iba formando en sus mejillas al comprender que le estaba tendiendo una trampa. Pretendía hacerla hablar, sobre personas a las que acababa de conocer y ante otras personas a las que no conocía de nada.

Sentía la mano de Cailean acariciando su espalda. ¿Confortándola o animándola? Poco importaba, ni se sentía confortada ni animada. Su cabeza parecía moverse sola de un lado a otro en continua negación. Estaba segura de que el terror que sentía ante aquella situación, se podía ver en su rostro.

-Creo que sería una buena idea animarla a decir unas palabras - continuó ignorándola completamente - Un aplauso para ella, por favor.

-Lo que faltaba - murmuró todavía más avergonzada cuando las palmas comenzaron a sonar a su alrededor.

-Si no vas - le dijo Cailean al oído, conteniendo una sonrisa - cada vez será peor. Te lo puedo asegurar. Mi abuelo no tiene límite.

-No tiene gracia, Cailean - entrecerró los ojos mirándolo.

-Tú no se la ves, que es distinto - le guiñó un ojo antes de empujarla suavemente para que se levantase.

Cuando los aplausos se intensificaron, ya estaba camino de la tarima donde habían estado hablando todos. Intentó no mirar a nadie más que a Robert, que le sonreía. No pudo corresponderle porque estaba demasiado concentrada en poner un pie delante del otro para no quedarse perdida en el camino. Su mente bullía en frenética actividad pensando en qué podría decir sin quedar como una completa ignorante.

-Lía Ramil, familia - la presentó Robert cuando subió junto a él en la plataforma - La muchacha más dulce y maravillosa que he tenido el placer de conocer. Y que ha obrado un milagro con este pobre hombre que se creía demasiado viejo para seguir viviendo.

-Robert - se sonrojó de nuevo.

-Deslúmbranos, ruliña - le sonrió y se alejó, dejándola sola frente a una multitud desconocida que esperaba que se luciese con sus palabras.

-Hola - dijo con timidez, saludando a todos con la mano - Me siento como en esas reuniones grupales, donde vas a hablar de tus problemas ante todos. Me llamo Lía y soy adicta a la escritura.

Las risas la relajaron significativamente y la sonrisa de Cailean terminó que calentar su corazón. Ahora sí se sentía confortada por él. Le devolvió el gesto e inspiró profundamente para tomar fuerzas para hablar.

-He tenido el gusto de conocer a la feliz pareja justo hoy - les miró a ellos ahora - El día de vuestra boda. No puedo decir nada bueno de vosotros. Ni nada malo, por ende. Y tal vez sea mejor así, habida cuenta de todo lo que han estado pregonando los demás. Lo que sí puedo decir es que os he visto miraros, prodigaros cariño, hablaros con esa complicidad que sólo las personas realmente enamoradas pueden compartir. Los gestos siempre demuestran más que las palabras y está claro que entre vosotros hay mucho más que amor. Sois jóvenes pero se ve que estáis seguros de lo que estáis haciendo. Cuando dos almas gemelas se encuentran, no hay mucho más que decir. Y tengo la impresión de estar frente a dos de ellas. Simplemente desearos toda la felicidad del mundo en este nuevo proyecto que iniciáis juntos. Por vosotros.

Alzó la copa hacia ellos y luego bebió. Prefirió hablarles a ellos, para no sentir la presión de tantos pares de ojos pendientes de cada palabra que pronunciase. Si tenía que brindar por ellos, lo haría con ellos. Y sólo con ellos.

Kirsty se levantó y se acercó a ella para abrazarla de nuevo. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había hecho. Si había albergado alguna duda sobre si su presencia era bienvenida en aquella ceremonia tan íntima, desapareció con el primer abrazo. Kirsty era una mujer muy efusiva y cariñosa.

-Gracias por todo - le susurró, todavía abrazada a ella - Por mi abuelo, por venir a mi boda, por esas bonitas palabras. Y por hacer que Cailean se plantee regresar al hogar definitivamente.

-Eso no es cosa mía - la miró desconcertada - Ni siquiera lo sabía.

-Pero yo sí lo sé - le sonrió.

Se sintió incómoda con la mirada de adoración de Kirsty pero, por suerte para ella, no duró demasiado. La joven novia se volvió hacia sus invitados para hablar. Mantenía su mano sujeta y eso la preocupó. En aquella familia parecían tener un don especial para abochornarla y se estaba imaginando mil escenarios posibles para lo que estaba a punto de suceder.

-Y con Lía terminan los brindis - dijo - Qué mejor manera de hacerlo que con sus increíbles palabras. Lo siento, primos, si estáis interesados en ella. Ya está pillada.

Las risas no mitigaron su vergüenza. Aquello era peor de lo que había esperado y deseó estar escondida en un profundo y negro agujero, a pesar del miedo que tenía a la oscuridad. Miró hacia Cailean y no le sorprendió que tuviese aquella sonrisa de oreja a oreja. El muy granuja estaba disfrutando de su sofoco.

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