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-Cailean - lo llamó en un susurro.

Habían estado paseando toda la tarde de tienda en tienda, en busca que un sofá nuevo para la casa. El médico había dicho que ese día nacería su hija y, por las contracciones  que había estado sintiendo a lo largo del día, se diría que Erin estaba ansiosa por salir al mundo ya. Aún así, eran tan poco frecuentes y tan fáciles de soportar, que no se habían alarmado. Simplemente detenían sus pasos con cada una de ellas y luego continuaban su búsqueda del sofá perfecto.

Ya en casa, las contracciones se habían vuelto más constantes pero seguían siendo soportables. En las clases de preparto le habían dicho que las primerizas solían tardar más tiempo en dar a luz, así que deseaba quedarse en casa todo el tiempo que le fuese posible. Al menos allí podría moverse libremente, sin estar atada a tanta máquina. Sabía que sólo querían comprobar que su hija estaba bien, pero no le atraía la idea de verse postrada en una cama durante horas.

Cailean se había dormido ya, después de que ella le asegurase que todavía no era el momento. Parecía más preocupado que ella. Ansioso, seguramente. ¿Por conocer ya a su hija? También ella quería verla. Habían sido nueve meses de espera. Nueve maravillosos meses, eso sí.

Ella también había intentado dormir, pero cada vez que sentía sus músculos tensarse, un dolor en la parte baja de su espalda le impedía hacerlo. Se había levantado en varias ocasiones, no sólo por el malestar, sino porque su vejiga la reclamaba en el baño demasiadas veces. Había sido su rutina diaria los últimos meses, así como soportar los pies hinchados y los calambres en las piernas por la noche. Había cosas del embarazo que no eran tan maravillosas como sentir a tu bebé patalear, pero se soportaban por esa personita que se estaba formando dentro de ti. Después de todo era producto de su amor por Cailean. ¿Qué podía haber mejor que eso?

Una nueva contracción le hizo apretar los dientes e inspirar profundamente. Parecía que haciendo eso era más soportable el dolor en su espalda. Cuando se le pasó, miró de nuevo a Cailean y lo tocó suavemente en el hombro. Hubiese preferido dejarlo dormir más, pero tenía la impresión de que deberían irse ya al hospital.

-Cailean - lo llamó de nuevo.

-¿Qué? - se sentó de golpe - ¿Ya es la hora? ¿Ya viene? ¿Has roto aguas?

-Tranquilo - rió - Creo que no es para ahora todavía, pero mejor vámonos ya. Sólo para asegurarnos de que nace en un hospital y no en casa.

-Vale - se frotó los ojos y el cabello - De acuerdo. Déjame que me centre. ¿Seguro que no estás de parto? ¿Tenemos tiempo?

-Tenemos tiempo - le sonrió.

-En ese caso - se acercó a ella y la besó - Mmmm. Lo necesitaba. Ahora ya puedo pensar con claridad.

-Tonto - rió de nuevo y le sobrevino otra contracción - Oh, esta es fuerte.

-Se acabaron las bromas - se levantó - Vamos al hospital ya. Vístete mientras yo preparo la bolsa con todo lo que necesitas.

-Ya está lista. La he dejado junto a la puerta - Cailean la miró sorprendido - No podía dormir.

-Deberías haberme despertado, cielo - la abrazó.

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