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Después de cenar, se disculpó con Robert y se fue directamente a su habitación. Estaba cansada aunque la caminata no había sido excesivamente dura. Son las emociones, pensó. Demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Siguió su ritual nocturno, conteniendo las ganas de enviarle un mensaje a Cailean. Ya era tarde y suponía que estaría durmiendo pero le había dicho que le escribiría. Mientras cepillaba el cabello, se iba concienciando por si no recibía respuesta aquella noche. Se estaba volviendo demasiado dependiente de sus conversaciones con Cailean y eso la ponía nerviosa.

Aún así, no podía dejar de hacerlo. Cuando hablaban, todo parecía tan claro, tan sencillo. Como si cada pieza del rompecabezas que era su vida encajase en su lugar. Era una sensación nueva para ella. Sobre todo desde la muerte de sus padres.

-Buenas noches, Cailean - le escribió - Ya estoy sana y salva en mi cama. Espero que estés ya disfrutando de tu tan merecido descanso.

La contestación, muy al contrario de lo que creía, no se hizo esperar. Y un sonrojo intenso cubrió su rostro al leerla.

-Estoy esperando por mi foto. Y para que veas que no soy egoísta al pedírtela, te envío una.

Cuando descargó la foto y la vio, el intenso rojo de sus mejillas cobró más vida. Una vez más, le había enviado una foto sin ropa y en esta ocasión, dándose un baño. Sus ojos no podían abandonar aquel pecho tan bien formado lleno de espuma. Y la mirada, qué mirada. Se ponía nerviosa incluso siendo una foto.

-¿Lía?

No estaba segura de qué responderle así que se permitió el lujo de seguir observando la foto un tiempo más. No aclararía la mente haciéndolo pero al menos disfrutaría las vistas.

-Estoy aquí - envió al fin.

-¿Demasiado atrevido?

-Puedes ser lo atrevido que quieras, siempre que no me pidas lo mismo.

-Yo sólo quiero ver tu bello rostro, cielo. Me conformo con eso.

-¿Lo dices para que te envíe la foto?

-Lo digo porque es verdad.

-Y para que me envíes la foto - el segundo mensaje llegó un segundo después del primero.

No pudo evitar sonreír. Y se decidió a enviarle la foto que le había sacado Robert esa misma tarde, cuando no miraba, antes de irse al fiordo. Después de pedirle que esperase unos minutos, descargó las fotos de la cámara y la buscó. De paso, le envió también la que le había prometido. Como en cada ocasión, la respuesta no se hizo esperar.

-Dos por el precio de una. Gracias, cielo. La espera ha merecido la pena.

-Ahora ya puedes dormir.

-Ahora me quedaré toda la noche mirándote.

-Ese no era el trato.

-Lo sé. Pero no puedo evitarlo. Está preciosa.

-Duérmete, Cailean. Mañana se casa tu hermana.

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora