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A pesar de las protestas de una colorada Lía, por la mañana bajaron de la mano. Estaba deseando proclamar a pleno pulmón que era suya, pero se contuvo por ella y su vergüenza. Al llegar a la cocina, sus padres y su abuelo estaban ya allí. Si alguno de ellos sospechaba o sabía a ciencia cierta que habían pasado la noche juntos, no lo demostraron. Vio el evidente alivio en el rostro de Lía, tan expresiva como siempre. Se tragó las ganas de besarla.

-Buenos días - Robert les sonrió - Ya creíamos que tendríamos que ir a despertaros.

-Ha sido un día muy largo, Robert - le contestó Lía mientras se sentaba.

-Y una noche intensa - le susurró al oído cuando se sentaba junto a ella. Ocultó el sonrojo, fingiendo doblar su servilleta, que por otro lado ya estaba perfectamente plegada.

-¿Qué planes tenéis para hoy? - preguntó Fiona.

-¿Descansar? - contestó Robert con otra pregunta - Al menos yo. Ya no estoy para tanto exceso. Pero Cailean podía llevarse a Lía a dar una vuelta. Tal vez a Culloden Moor.

-Me encantaría verlo - dijo con demasiada efusividad Lía. Se sonrojó al notar que había hablado demasiado rápido - Lo siento. Igual me he pasado de entusiasmo. No es un buen recuerdo de...

-No pasa nada - la interrumpió y le guiñó un ojo - Es parte de nuestra historia. Y estaré encantado de enseñártelo.

El sonrojo continuó tentándolo y tuvo que reprimir el deseo de besarla. Sabía que si hacía eso delante de su familia, la mortificaría todavía más. Necesitaba asegurarse de que su relación se afianzaba, no que se evaporase. Aún así le tocó una rodilla por debajo de la mesa. El doble sentido de la frase pendía sobre ellos, como un recordatorio de lo que habían hecho por la noche.

-¿Alguien más quiere venir? - consiguió decir Lía. No apartó su mano.

-Alpin y yo nos quedaremos en casa con mi padre. No somos tan viejos - le sonrió a Robert mientras hablaba - pero necesitamos más tiempo para recuperarnos.

-Solos tú y yo, Lía - movió las cejas hasta que la hizo sonreír.

-Qué novedad - rió bajito, todavía un poco avergonzada.

Alpin les prestó una vez más el coche y Fiona les preparó una cesta con comida para que pudiesen pasar el día fuera. Estaba convencido de que se habían puesto de acuerdo para que eso sucediese, pero no sería él quien protestase. Le encantaba la idea de pasar otro día a solas con Lía.

-Tienes una familia increíble - le dijo Lía por el camino. Era extraño que ella iniciase la conversación, solía ser más bien silenciosa. Le gustó eso.

-Gracias - le sonrió - Tú también lo eres.

-No lo decía para que me elogiases de vuelta, Cailean.

-Lo sé. Pero quería hacerlo. ¿No puedo piropear a la chica que me gusta? - probó a introducir el único tema que no se le iba de la cabeza. Quería aclarar lo que había entre ellos. Formalizarlo de algún modo, porque ya no se conformaba con llamarse amigo. Quería más.

-Supongo que puedes - ocultó el rostro mirando por la ventanilla y supo que se había ruborizado.

-¿Y podría, la chica que me gusta, decirme si querría ser algo más que una amiga?

Lía lo miró y vio el desconcierto y la sorpresa en su rostro. ¿Acaso no se esperaba aquella pregunta? Después de lo que había pasado entre ellos, él no entendía que pudiese ser de otro modo. Por un momento temió que hubiese pasado la noche con él a modo de despedida. No se le había pasado por la cabeza aquella opción.

-¿Lo preguntas en serio? - parecía insegura.

-Muy en serio. ¿Por qué lo dudas?

-Esto está sucediendo demasiado deprisa - se encogió de hombros.

-He leído en algún lugar que sólo hacen falta 8 segundos para enamorarse.

En cuanto lo dijo, supo que había ido demasiado lejos. Lía se sentía agobiada si hablaban de profundizar la relación, así que hablar de amor sería demasiado para ella. La miró un momento, deseando no estar conduciendo para estudiar bien sus reacciones. Se maldijo por haber sido tan imprudente. No quería asustarla.

-Eso es más rápido que lo nuestro - le sonrió y él respiró aliviado.

Entonces cayó en algo. Había dicho por primera vez la palabra nuestro. La miró de nuevo y ella miraba al frente pero continuaba sonriendo. Era tan guapa. Nunca se cansaría de observarla. Llevó su mano hasta su muslo y la dejó allí. Cuando Lía posó la suya encima y enredó sus dedos, sonrió. Su corazón normalizó el latido. Todo parecía estar bien.

-Todavía no has contestado a mi pregunta, Lía - le dijo minutos más tarde, tentando a su suerte.

-No sé que responder - admitió.

-Sólo di que sí - apretó la mano contra su muslo.

-Tarde o temprano me iré - ya no había convicción en sus palabras y supo que podría hacerla cambiar de opinión sobre eso si elegía bien sus palabras.

-Podrías posponerlo un tiempo - se mordió el labio - Darnos una oportunidad.

Estaba deseando llegar a Culloden Moor para poder mirarla a los ojos mientras hablaban. No poder ver su cara le estaba matando. Finalmente su necesidad de verla pudo más y aparcó a un lado de la carretera. Se giró hacia ella y buscó sus ojos.

-¿Lía?

-Realmente lo dices en serio - suspiró - ¿Estás seguro de esto?

-Nunca en mi vida he estado más seguro de nada - la tomó de las manos - Espero no asustarte con lo que voy a decirte, Lía, pero me arriesgaré. Por ti, lo que haga falta. Adoro cuando hablas, cuando sonríes, cuando ríes. Adoro tu mirada tierna y tímida a la vez. Adoro tu forma de sonrojarte por todo y aún así enfrentarte a lo que lo provoca. Adoro el tacto de tus manos sobre mi rostro cuando me acaricias. Adoro la forma en que encajas en mis brazos. Lo adoro todo de ti. No puedo asegurarte que esto dure eternamente, pero sí te prometeré que haré todo lo posible porque lleguemos juntos a viejos. No sé cómo sucedió pero estoy totalmente enganchado a ti. Me haces falta hasta para respirar. Por favor, Lía, dame una oportunidad para demostrarte que esto que sentimos puede funcionar. Que podemos funcionar como pareja.

Mientras hablaba, el rostro de Lía se iba cubriendo de rojo carmesí pero en ningún momento dejó de mirarlo a los ojos. Que permaneciese en silencio no ayudaba, pero se aferró a la tímida sonrisa que parecía querer hacerse ver. Eso le daba esperanzas de que había actuado correctamente al confesarle lo que sentía. Le había dicho que arriesgaría y así había sido.

-¿Qué más debo hacer para convencerte, Lía? Sólo dilo y lo haré - empezaba a ponerse nervioso. Había desnudado su corazón ante ella y se sentía vulnerable. Necesitaba que le dijese algo. Bueno o malo, pero algo.

-Cailean, yo...

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora