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_____________________________________-Hola, cielo - Cailean se sentó en la silla contigua - ¿Te han dejado sola?
-Parece que sí - le sonrió.
-Bien - acercó su silla un poco más - Yo me encargo de entretenerte ahora.
-Creía que ya lo habías estado haciendo.
-Eso sólo era un calentamiento.
Su mente viajó rápidamente a la habitación de Cailean y a las cosas... calientes que habían estado haciendo y sus mejillas se tornaron de color escarlata. Él lo notó, cómo no hacerlo, y sonrió con descaro. Estaba segura de que lo había dicho a propósito. Le gustaba mortificarla, de eso no le cabía la menor duda.
-¿En qué has pensado? - le guiñó un ojo - Está muy colorada.
-Como si no lo supieses - su mohín le hizo reír.
-Tal vez deberíamos ir a dar otra vuelta y me lo explicas por el camino.
-¡Ah, no! Nos vamos a quedar aquí y vamos a disfrutar de la boda de tu hermana. Cuando todo el mundo hable de ella y tú puedas seguir la conversación, me lo agradecerás.
-Yo te agradecería más poder seguir una conversación contigo sobre este día - se acercó para susurrarle al oído - Sólo contigo.
-Vamos a bailar - se levantó, llevándolo con ella. La risa de Cailean los acompañó.
Para cuando se dio por finalizada la boda y terminaron de despedir a los invitados, había anochecido. Fiona insistió en que Robert y ella se quedasen a dormir en la casa. Y, por más que aquella idea la pusiese nerviosa, debía admitir que era buena. Robert había estado bebiendo y no quería que condujese hasta su casa. No estaba tan borracho, pero sí lo suficientemente achispado como para no dejarle conducir.
Fiona la acompañó hasta la habitación de Kirsty. Ella y Duncan pasarían la noche en un hotel, para tener mayor privacidad en su noche de bodas. Robert tenía su propia habitación en la casa, aunque pocas veces la utilizada. Fiona la ayudó a instalarse, aunque habría podido hacerlo sola, y se imaginó que estaría buscando el momento adecuado para hablar con ella. Porque en aquella familia todos parecían tener algo que decirle. Sólo tenía que esperar.
-¿Estarás bien así? ¿Necesitas algo más? Sólo tienes que pedirlo.
-Todo bien, Fiona. No necesito más. Gracias - le sonrió - Por todo. Os estáis portando muy bien conmigo.
-No te mereces menos, Lía. Lo que tú has hecho por mi padre, es impagable.
-Nos ayudamos mutuamente - intentó restarle importancia.
-Mi padre estaba muy mal, Lía - se sentó en la cama y la instó a hacer lo mismo - No sabes hasta qué punto. Se quería morir. Y creo que lo habría logrado, si no fuese por tus cartas.
-Una pérdida como la suya es difícil de asimilar.
-Demasiados años juntos - asintió - Yo siempre aspiré a un amor como el que ellos tenían. Jamás los oí discutir por nada. Siempre tenían una sonrisa en los labios y una palabra amable para todos. Cuando murió mi madre, mi padre se quedó destrozado. Primero se encerró en su casa, luego dejó de comer. Y finalmente encamó. Oí hablar de la terapia por carta y lo apunté a ella porque estaba desesperada. No creí que funcionaría, pero lo hizo. Aunque algo me dice que la razón de eso has sido tú y no la terapia.
-Como he dicho, nos ayudamos mutuamente.
-Ya sé que tú también lo pasaste mal. Y eres tan joven.
-Así me recupero antes - al menos eso quería creer.
-Mi padre me habló mucho de ti. Te admira. Tu fortaleza para enfrentarte a la pérdida de tus padres. Tu valentía para intentar alcanzar tus sueños. Tu sencillez y tu candidez - le tomó una mano con ternura - Y quiero que sepas que, para nosotros, ya eres una más de la familia. Tal vez la boda de Kirsty no haya sido el mejor día para conocernos pero me alegro mucho de que hayas podido estar aquí. Y espero de corazón que decidas quedarte una buena temporada. Si mi padre te agobia, no dudes en venirte con nosotros. Te acogeremos encantados.
-Gracias, pero Robert es fantástico. Me siento muy a gusto con él.
-¿Significa eso que te quedarás más tiempo? Sé de alguien que se alegrará de saberlo - le sonrió.
-No lo sé - se sonrojó - Todavía me lo estoy pensando.
-Si te sirve para decidirte, jamás había visto a Cailean tan feliz como desde que te conoce.
-Eso sólo lo complica más, Fiona.
-¿Por qué?
-Por si sale mal. Esto va demasiado rápido. Dudo que ninguno de los dos esté pensando bien lo que estamos haciendo. Podría ser todo un desastre - tomó aire - No sé. Es...
-Estás asustada - sentenció.
-Supongo que eso lo resume perfectamente - le dedicó una sonrisa tímida.
-Quien no arriesga, no gana. ¿Quién te dice que de esto no pueda salir nada bueno? No deberías centrarte en lo malo - le sonrió - Yo veo en ti a una joven encantadora que ha salvado a mi padre y que está haciendo feliz a mi hijo. Si incluso está pensando en regresar a Inverness y establecer aquí un bufete propio. Eso debería significar algo, ¿no crees?
-Supongo.
-¿Hay alguien esperándote en España? - parecía que la idea la preocupaba.
-Nadie.
-En ese caso, sólo prométeme que te lo pensarás.
-Lo pensaré.
-Bien - le palmeó la mano y se levantó - Buenas noches, Lía. Y decidas lo que decidas, bienvenida a la familia.
Cuando Fiona se fue, permaneció sentada en la cama en el mismo lugar en el que la había dejado. Su cuerpo parecía no querer responder, mientras su mente trabajaba frenética en busca de la inspiración divina. ¿Sería capaz de arriesgarse? Era bien cierto que no tenía nada que perder, salvo su tiempo si aquello fracasaba estrepitosamente. Y en ese momento, tiempo tenía de sobra. Con un trabajo que podía hacer a distancia, un piso que podría alquilar para tener ingresos extra y una vecina que les echaría un ojo a sus inquilinos, nada la retenía en España realmente. ¿Podría ser tan valiente como las heroínas de sus libros favoritos?
Se levantó para deshacer la cama. Aunque debería ser todo lo contrario, no tenía demasiado sueño, pero aún así decidió que era mejor acostarse. Su mente seguía dándole vueltas a lo que había hablado con Fiona mientras apartaba las mantas.
En un impulso, dejó atrás la cama y abrió la puerta de su cuarto. Dejó de pensar para no arrepentirse por el camino de lo que estaba a punto de hacer. Quien no arriesga, no gana. Quien no arriesga, no gana. Quien no arriesga, no gana. Se repetía una y otra vez para no flaquear.
Golpeó la puerta con demasiado cuidado y esperó paciente a que se abriese. Después de unos interminables segundos, pensó que tal vez no la habría oído. Cuando se disponía a golpearla de nuevo, desapareció de delante de ella y dio paso a una imagen que la dejó sin respiración. Cailean llevaba tan solo el bóxer que horas antes había tocado con sus propios dedos. Su rostro se coloreó al instante.
-Lía - estaba claramente sorprendido de verla.
-¿Puedo pasar? - se mordió el labio, muy nerviosa. Había decidido arriesgarse. Ahora era el turno de Cailean.

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El Autobús
Romance¿Cómo empieza una historia de amor? ¿Alguien lo sabe? Todos soñamos con conocer a esa persona especial, en un lugar especial. Pero, ¿y si no hace falta nada más que mirarla a los ojos y saber que es ella? La historia de Cailean y Lía empieza en un a...