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La mano de Cailean obligaba a la suya a ascender bajo su falda deliberadamente despacio. Podría haberlo detenido en cualquier momento, su agarre no era tan fuerte. Aún así, no lo hizo. Simplemente, mantenía el rostro pegado a su pecho para no mirarlo a los ojos, mientras sentía cosquillear sus dedos contra la piel caliente de su muslo.

Jamás en su vida había tenido un momento tan sensual como aquel. Y sabía que si lo miraba a los ojos, se moriría en ese mismo momento de la vergüenza. No por lo que estaban haciendo, sino porque no quería dejar de hacerlo. Después de unos segundos más, pudo sentir su risa reverberando en su pecho y comprendió que se estaba burlando de ella. En cuanto su mano rozó el bóxer, la retiró y lo fulminó con la mirada.

-Serás tonto - lo golpeó en el pecho con la mano que segundos antes había estado bajo su falda. Él seguía riendo.

-La pena es que no haya podido ver tu cara mientras averiguabas si llevaba o no ropa interior - le guiñó un ojo.

-Muy gracioso - lo golpeó de nuevo.

Todavía estaba apoyada en el escritorio, con él pegado a su cuerpo y no parecía tener prisa por separarse. Después de haber puesto su mano bajo su kilt para acabar tocando su ropa interior, su corazón no tenía intención de tranquilizarse y estar tan unidos no le ayudaba, precisamente.

Luchaba contra un nuevo sonrojo pero sabía que perdería la batalla si no lo alejaba pronto de ella. Aún así, no haría nada para remediarlo. Se sentía bien junto a él y prefería estar roja. Cailean la había visto ya tantas veces así, que no se sorprendería.

-No te enfades conmigo, cielo - pasó las manos alrededor de su cintura.

-No lo hago - contuvo el aliento cuando Cailean ascendió por su espalda, atrayéndola más contra él - Es solo...

No pudo seguir hablando. Se había olvidado de cómo hacerlo en el momento en que una de las manos de Cailean le acarició suavemente la nuca y se enredó en su cabello. Sabía que iba a besarla y su mente sólo pudo concentrarse en sus tentadores labios.

-¿Qué? - le preguntó a escasos centímetros de su boca.

-¿Qué de qué? - su pregunta la desconcertó y parpadeó varias veces para despejarse.

-Ibas a decir algo - rozó la comisura de sus labios y sus ojos se cerraron automáticamente - Es solo... ¿qué?

-No lo sé - abrió los ojos y vio la diversión en los suyos - Deja de reírte de mí, Cailean.

-¿O qué? - se mordió el labio para contener una sonrisa.

-O me iré ahora mismo de esta habitación - entrecerró los ojos, intentando darle algo de seriedad a sus palabras. No funcionó demasiado bien.

-En ese caso - acercó sus bocas de nuevo - Tendré que darte algo que te haga querer quedarte aquí conmigo.

Cerró los ojos nuevamente en cuanto sus labios colisionaron. No había otra palabra que describiese mejor aquel ataque feroz de Cailean sobre ella. Le devoró la boca con ansia, como aquel que lleva semanas sin comer y necesita desesperadamente el alimento que se le está ofreciendo.

Alzó los brazos y apoyó las manos en sus hombros. Necesitaba un agarre firme para no acabar en el suelo, pues sus piernas hacía rato que no le obedecían en absoluto. Respondió a su beso con el mismo ímpetu y la misma necesidad que él. Eran dos seres hambrientos en medio de todo un festín. Parecían no poder saciarse nunca.

Cailean la sentó en el escritorio sin dificultad y se colocó entre sus piernas para acercarlos más. Su beso se profundizó, dejándolos a ambos sin respiración. Un gemido salió de sus labios cuando sintió su boca descender por su mandíbula hasta su cuello. Inclinó la cabeza para darle mayor acceso. En algún recóndito rincón de su mente, la idea de que deberían detenerse pugnaba por hacerse oír pero era demasiado débil en ese momento. Sólo podía pensar en las sensaciones que los labios de Cailean le provocaban.

-Mierda - lo oyó gemir, segundos antes de oír una canción muy pegadiza sondando en su sporran.

Detuvo sus besos pero continuó apoyando la cabeza en su hombro. Sabía que intentaba serenarse antes de contestar el teléfono. También ella necesitaba hacerlo. Le acarició el cabello por inercia. Ni siquiera era consciente de que lo estaba haciendo hasta que él levantó el rostro hacia ella y sus manos tuvieron que detenerse. El deseo brillaba en aquellos increíbles ojos.

-Será mejor que contestes - logró decirle.

-No quiero - gimió de nuevo, pero lo hizo igualmente. Su voz sonó un poco brusca al descolgar - ¿Qué pasa?... Le estaba enseñando la casa, mamá... Está bien. Ya vamos.

Mientras hablaba, no había dejado de mirarla y su manos jugaban distraídamente con uno de sus largos mechones. Sonrió cuando le hizo una mueca de disgusto, estaba claro que no le gustaba nada que los hubiesen interrumpido. A ella tampoco le habría gustado, si las circunstancias hubiesen sido otras. Ahora, pensándolo más fríamente, se alegraba un poco de ello. Estaban en la casa de los padres de Cailean, en la boda de su hermana. No era el lugar ni el momento para dejarse llevar por la lujuria. Por más que la idea le apeteciese.

-Lo siento - le dijo él en cuanto colgó - Tenemos que regresar. Mi madre quiere presentarte a la familia.

-Has sido un niño malo - bromeó, tratando de borrar su ceño fruncido - Has querido acapararme para ti solo y eso está muy mal. ¿No te ha enseñado tu madre a compartir?

-Hay cosas que es mejor no compartir - sonrió, siguiéndole el juego - Pero en esta ocasión, no me queda más opción que hacerlo.

Cuando intentó bajarse del escritorio, Cailean se lo impidió. Lo miró, dispuesta a recordarle que los estaban esperando, pero no tuvo ocasión de hablar porque la besó de nuevo. No fue tan abrasador como el anterior, pero logró hacerla temblar de pies a cabeza igualmente.

-Me hubiese gustado enseñarte las ventajas de que ambos llevemos falda - le susurró al oído, antes de ayudarla a bajar.

-Eres imposible, Cailean - se sonrojó intensamente.

-Pero te gusto igualmente - le guiñó un ojo - Porque te gusto, ¿verdad?

-Creo que eso ha quedado más que probado - intentó apartar la mirada pero Cailean se lo impidió.

-Bien - asintió y la tomó de la mano - Vayamos a conocer a mi familia.

-Jamás creí que me lo pedirías - rió.

Intentó aparentar normalidad, pero por dentro estaba aterrada. No sólo por tener que saludar a un montón de gente a la que no conocía, eso siempre la ponía nerviosa, sino porque empezaba a tener fuertes sentimientos por Cailean y él parecía dispuesto a complicárselo todavía más siendo tan atento, tan cariñoso y tan... caliente con ella. Cuanto más conocía de él, más quería conocer. Si continuaba por ese camino, acabaría por enamorarse de él. Si no lo estaba ya.

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