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_____________________________________-Has estado magnífica - Robert la besó en la mejilla cuando regresó con ellos.
-Tienes suerte de que no me haya avergonzado con un desastre de discurso - lo amenazó - o ahora mismo estarías muerto.
-Me gusta la Lía guerrera - rió.
Estaba claro que no se tomaba sus amenazas en serio. Y probablemente tuviese razón. Nunca había sido capaz de dañar a nadie, por más enfadada que estuviese. Menos aún a alguien a quien quería tanto como a él. Pensaba replicarle igualmente pero Cailean se lo impidió, atrayéndola hacia él.
-Llegó la hora del baile - le sonrió entusiasmado - Vamos.
-Ya te he dicho que necesito más copas para eso - se resistió, pero Cailean era mucho más alto y más fuerte que ella.
-Después de subirte ahí arriba y hablar como lo has hecho - la miró intensamente mientras la rodeaba con sus brazos - podrás con un baile. O dos.
-¿No tienen que hacerlo primero los novios?
En cuanto comprendió el doble sentido de la frase, un nuevo sonrojo coloreó su rostro. Cailean rió y la acercó más a él. Sabía que iba a besarla y su pulso se aceleró. Estaban frente a toda su familia. No sus más allegados, sino todos ellos. Literalmente. No podía pretender besarla allí. Pero lo hizo. Y al parecer, a él no le importaba si podían verlos o no.
-Les dejaremos que lo hagan primero - le guiñó un ojo cuando separó sus bocas. El beso le había sabido a poco, pero no se lo diría.
Los novios bailaron al son de las gaitas, algo que le encantó. Era original y único, al menos para ella. Y la música le recordaba en cierto modo a su tierra. Extrañamente, no la había echado de menos desde que había llegado a Escocia. Miró por encima de su hombro a Cailean. Seguramente él era uno de los causantes de aquello. Robert era el otro, definitivamente.
Cuando sonó una nueva canción, Cailean la arrastró a la pista para bailar. Desde luego estaba ansioso por hacerlo, pensó mientras se dejaba llevar, consciente de que resistirse sería en vano. Y, aunque no quisiese admitirlo, le apetecía saber cómo se sentía bailar con él. Si era tan bueno como abrazarlo o besarlo, repetiría las veces que él quisiese.
Tenía que admitir que se movía muy bien. Para ser tan alto, tenía una soltura y una fluidez, que le sorprendió. Lo miró, dispuesta a decírselo, pero en cuanto sus ojos conectaron, se olvidó hasta de respirar. Tenía aquella mirada seductora que volvía sus piernas de gelatina y aceleraba su corazón. Era imposible escapar de ella. Claro que tampoco estaba interesada en hacerlo. En ese momento, sólo Cailean importaba. Ni su familia ni el lugar donde estaban. Sólo él y sus ojos.
-Ven - la tomó de la mano.
Se sentía nerviosa y curiosa al mismo tiempo, mientras dejaban atrás la carpa y a los invitados. Caminaron hacia la casa y entraron por la puerta del jardín. No había entrado hasta el momento pero por fuera le había dado la impresión de ser enorme. Y se quedó corta. El gran salón en que entraron, le dejó impresionada. Vio la repleta biblioteca al fondo y quiso pararse a mirarla con más calma pero Cailean no se detuvo. Llegaron a un largo pasillo y comenzaron a subir unas amplias escaleras.
-¿A dónde vamos, Cailean?
-A un lugar lejos de miradas indiscretas - rió, sin mirarla.
-¿Para qué? - sabía que se burlaría de ella pero no pudo contener la pregunta.
-Para hablar tranquilamente.
-Sí, ya - bufó. La risa de Cailean le hizo sonreír - ¿Para qué, Cailean?
-Quiero enseñarte algo.
-¿Y no podías esperar a que terminase la boda? Hoy es el día más importante de la vida de tu hermana. Se merece que estés con ella para celebrarlo.
-Mi hermana ni se dará cuenta de que hemos desaparecido.
-Permíteme dudarlo - susurró para que él no la escuchase. Todavía recordaba las palabras que le había dicho y se prometió que le preguntaría sobre eso a Cailean más tarde.
Cailean abrió una puerta y la hizo pasar delante. En cuanto entró, supo que estaban en su habitación. Era casi tan grande como su apartamento y se sintió todavía más pequeña allí. Miró cada rincón con curiosidad. Todo estaba perfectamente ordenado.
Una cama enorme en el centro llamaba la atención sobre ella. A ambos lados, las mesitas de noche a juego con ella, parecían diminutas. Al fondo había una gran estantería llena de trofeos y recuerdos. De su colegio y la universidad, supuso. También había fotos y se sintió tentada a acercarse para mirarlas. El escritorio estaba al otro lado de una puerta, que imaginó daría al baño privado. Porque una habitación como aquella tenía que tener un baño privado. La segunda puerta, al lado de la ventana, era el vestidor. Podía ver su ropa porque estaba abierta. Reprimió el impulso de ir a investigar.
-Es gigante - dijo, acercándose finalmente a la estantería para mirar las fotos. Le interesaban más que la ropa.
-Son mis amigos - le explicó él, colocándose detrás de ella.
La rodeó con los brazos y colocó la barbilla en su cabeza. Sintió que encajaban a la perfección en aquella pose y estaba segura de que Cailean estaba pensando lo mismo que ella, porque la acercó más a él. Cuando le besó el cuello, los ojos se le cerraron por instinto para disfrutar del contacto. Su cálido aliento le erizó la piel.
-Qué típico - intentó bromear con él. Estaba nerviosa - Traer a la chica a tu cuarto para seducirla.
-Es un clásico que siempre funciona - rió contra su cuello.
-Igual debería irme, para estropearte los planes - siguió con la broma.
-Pero mis planes no eran seducirte - la giró hacia él y le guiñó un ojo.
-¿Y cuáles eran?
-Mientras bailábamos - le dijo mientras se movía con ella hacia el escritorio - recordé una pequeña conversación que tuvimos sobre mi kilt.
Su sonrisa no auguraba nada bueno. Se sonrojó al pensar en aquella conversación. Sabía perfectamente cual era. Cailean se había encargado de no permitirle olvidarse de ella desde que se le había ocurrido preguntarle. Sintió que sus piernas chocaban contra la mesa y Cailean colocó ambas manos a sus costados. La tenía atrapada y su seductora mirada había regresado. Tragó con dificultad, imaginando lo que se proponía hacer a continuación.
-No es necesario que me lo muestres - logró decir - Confío en tu palabra.
-Pero yo prefiero que lo veas por ti misma - rió, evidentemente disfrutando de todo aquello - No querría que te quedases con dudas.
-No habrá dudas - se mordió el labio.
Cailean bajó su cara hacia ella y la besó. Una de sus grandes manos se apoderó de su nuca para profundizar el beso y la otra la sujetó por la muñeca. Cuando se la llevó hasta su pierna, bajo el kilt, gimió. Más por timidez que por otra cosa.
-Cailean, de verdad - le dijo intentando apartar la mano - No hace falta que lo hagas.
-Relájate, cielo. Tú sólo tienes que tocar - le guiñó un ojo - Y me dices si llevo o no algo debajo.
Cerró los ojos y apoyó la cara contra su pecho. Su duro pecho. Si no se moría en ese momento por la vergüenza, jamás lo haría.
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El Autobús
Romance¿Cómo empieza una historia de amor? ¿Alguien lo sabe? Todos soñamos con conocer a esa persona especial, en un lugar especial. Pero, ¿y si no hace falta nada más que mirarla a los ojos y saber que es ella? La historia de Cailean y Lía empieza en un a...